“No se ha demostrado una relación de causa y efecto entre el consumo de azúcar y edulcorantes no calóricos y el aumento de la obesidad”, se lee en algunos artículos de prensa, que narran lo expuesto en un simposio de nutrición en México en 2015. Lo que los lectores no saben, es que esta es la conclusión de una investigación que se presentó en un evento “científico” y ambos fueron financiados por un organismo “independiente” que recibe apoyos económicos de Coca- Cola, que no lo declara abiertamente y se realizó semanas antes de discutir el impuesto a refrescos. Urge pensar en la pseudociencia y la pandemia de alimentos chatarra.
Por Kennia Velázquez**. Sigue a la autora en Twitter: @KenniaV Agradecemos a POP-LAB la autotización para reproducir el texto.
La credibilidad del discurso científico ha sido “hackeada” por las industrias de alimentos procesados, tabacos, bebidas de alto contenido calórico, bebidas alcohólicas, fármacos y complementos alimenticios, para convencer al público de las “bondades” de sus productos e influir en las políticas públicas de salud a nivel mundial, incluido México.
Así, por el estilo son los trabajos que realiza el influyente International Life Sciences Institute (ILSI), un ente que dice promover la salud y el bienestar del público en general, pero que en realidad es un grupo que trabaja para beneficiar a la industria alimentaria, reveló un estudio publicado en el Public Health Nutrition.
Lo que la investigación realizada por Sarah Steele, Gary Ruskin y David Stuckler muestra, es cómo ILSI, aprovechando la credibilidad científica, defiende ingredientes alimentarios controvertidos, suprime los puntos de vista que son desfavorables para la industria; usa a los académicos para darle credibilidad y autoridad a sus investigaciones y permite la influencia oculta de la industria en sus publicaciones.
Aunque se presenta como una organización sin fines de lucro, recibe millones de dólares de PepsiCo, Mars, Coca-Cola, General Mills, Nestle, Kelloggs, Hershey, Kraft, Dr. Pepper, Starbucks, Unilever, Campbell, Monsanto, Syngenta, Bayer, entre otros. Para poder arrancar, ILSI recibió 22 millones de dólares de parte de la industria. Su principal fuente de financiamiento proviene de las empresas, en 2015 informó que de los 17.7 millones de dólares que recibieron, 11.6 eran parte del “apoyo de miembros”.
Otros documentos revelan que en 2012, ILSI recibió al menos 1 millón 191 mil dólares como contribuciones de la empresa de agroquímicos CropLife International; Monsanto y Coca-Cola. Al año siguiente le donaron 937 mil dólares Coca-Cola; Monsanto, Syngenta, Dow AgroSciences, Pioneer Hi-Bred, Bayer Crop Science y BASF. La declaración de impuestos de 2016 muestra una contribución de al menos 2 millones 17 mil dólares de PepsiCo, Mars, Coca-Cola, Mondelez, General Mills, Nestle, Kellogg, Hershey, Kraft, Dr. Pepper Snapple Group, Starbucks Coffee, Cargill, Unilever y Campbell Soup.
Entre junio de 2015 y febrero de 2018 la organización no gubernamental que investiga los conflictos de interés de la industria alimentaria, US Right to Know (URK) recopiló información para analizar si con estos apoyos el organismo creado en 1978 por Alex Malaspina, un ex vicepresidente de Coca-Cola puede mantener su independencia científica.
El International Life Sciences Institute dice que su objetivo es patrocinar y apoyar “investigaciones, reuniones, publicaciones y seminarios que busquen soluciones a los problemas que involucren la salud pública”. Sin embargo, en el estudio de URK, se muestra que es recurrente “que ILSI trata de explotar la credibilidad de los científicos y académicos para reforzar las posiciones de la industria y promover el contenido ideado” por las empresas, pero también margina activamente las posiciones críticas.
Debido al conflicto de interés con el que operan, su naturaleza y sus compromisos con diferentes industrias, incluida la del tabaco, en el 2000 la OMS pidió que “ILSI sea reconocida como una entidad del sector privado en lugar de una organización científica independiente sin fines de lucro, para permitir una evaluación más adecuada de sus productos y aquellos que financia”.
La organización tiene dos segmentos: la Fundación de Investigación y el Instituto de Salud y Medio Ambiente, además de sedes alrededor del mundo, en donde trata de incidir en las políticas públicas: Europa, Norteamérica, Mesoamérica, Norte andina, Brasil, Argentina, Sur andino, Medio Oriente, Sudáfrica, Sudeste asiático, Taiwán, Corea, India, China y Japón.
La oficina de México fue cerrada en noviembre de 2015 por la abierta oposición al aumento al impuesto a las bebidas azucaradas por parte del Instituto. El ente organizó en 2015 el foro “Evidencia actual en edulcorantes y salud” con la participación de expertos pagados por la industria, en el evento se presentaron estudios que indicaban que no hay relación entre las bebidas endulzadas con la obesidad y la diabetes, tan sólo unos meses antes de que el Congreso mexicano discutiera la iniciativa del impuesto.
Como miembros tenía a Bimbo, Danone, Kellogg´s, Kraft Foods, Mars, Nestlé, Monsanto, PepsiCo, entre otras. Algunos de los integrantes del Consejo de Administración de ILSI en México tenían fuertes vínculos con la industria: el presidente en ese momento, Raúl Portillo, también era director de Asuntos Científicos y Regulatorios de Coca-Cola; Carlos Almanza Rodríguez, vicepresidente, era a su vez Gerente de Asunto Regulatorios y de Gobierno, Abboott Laboratories de México; el secretario, Ernesto Salinas Gómez Roel, es director de asuntos regulatorios de Nestlé México. De sus integrantes del Consejo Científico: Sara Valdés Martínez, se ha opuesto al nuevo etiquetado de advertencia en alimentos y Felipe Rodríguez Palacios ha trabajado para PepsiCo y Kraft.
ILSI insiste que “todos los fideicomisarios que participan en las juntas de ILSI sirven a título individual, no como representantes de sus organizaciones”, pero URK cuestiona si estos “lazos de investigadores y profesionales con la industria tienen el potencial de influir en su objetividad, permitiendo que la investigación y los mensajes favorables a la industria lleguen al público de formas que ocultan cualquier influencia”. Aunque algunas de las grandes empresas se han comprometido a transparentar sus investigaciones, aún hay cierto grado de opacidad por parte de los investigadores subvencionados que no proporcionan toda la información sobre su financiación.
Pero no todo el apoyo es transparentado, pues distribuyen fondos a organizaciones civiles que a su vez apoyan investigaciones y realizan actividades en favor de los intereses de la industria y “cuando se cita a estas organizaciones como financiadoras, a menudo hay una falta de comprensión de que reciben grandes cantidades de apoyo de la industria”, se explica en el documento.
ILSI también ha recibido críticas de sus aliados: a finales de 2018, Mars Inc. abandonó el organismo, públicamente cuestionó los “estudios dirigidos” para defender los intereses empresariales, sus declaraciones respaldaron las acusaciones de que la industria de alimentos ultraprocesados ha utilizado las tácticas y estrategias de las tabacaleras para impedir regulaciones. La empresa de dulces cuestionó un artículo que consideraba que no había suficiente evidencia de los efectos del consumo de azúcar pues considera que “el documento socava el trabajo de los funcionarios de salud pública y hace que toda investigación financiada por la industria se vea mal”.
Lo que URK encontró después de analizar los documentos internos de la asociación, es que hay cuatro formas en las que la industria opera a través de ILSI a nivel mundial:
ILSI financia investigaciones, reuniones y conferencias internacionales a través de sus órganos constitutivos. Paga viajes y viáticos para quienes promueven investigaciones o posiciones afines, ya sean legisladores, asociaciones profesionales o científicos. El instituto asegura que son reembolsos por gastos. URK explica que estos gastos “deben declararse, ya que investigaciones anteriores sobre la industria farmacéutica sugieren que pagos de viajes, alimentos, bebidas y similares pueden influir en la toma de decisiones y prácticas profesionales”, y no sólo dar empleo o los regalos costosos influyen.
En documentos internos queda patente que las corporaciones contribuyen para apoyar iniciativas específicas, como Coca-Cola Company quien “donó” 675 mil dólares entre 2014 y 2015 para financiar actividades de la “Plataforma de Alianzas Internacionales” (el programa que gestiona las interacciones con la OMS y la FAO) y el Premio Internacional Malaspina de Viajes Académicos, el programa de divulgación para jóvenes científicos.
El borrador del acta de una reunión de la Junta de Fideicomisarios en 2015 revela que varios de sus programas están financiados específicamente por The Coca-Cola Company, que decide cómo se utilizan estos fondos, de hecho, se creó el puesto para coordinador de las sedes en Latinoamérica con fondos de la empresa refresquera, el territorio que representa el mercado más importante de la compañía.
Aunque no es extraño que los donantes asignen fondos para un propósito específico, este hecho pone en tela de duda la integridad de las investigaciones de ILSI. Por ejemplo, uno de sus estudios concluyó que no hay evidencia confiable “que indique que alguno de los umbrales calóricos diarios recomendados para la ingesta de azúcar esté fuertemente asociado con efectos negativos para la salud”. En la declaración de financiamiento sólo se menciona a ILSI. Para URK, conocer las afiliaciones de los investigadores y cualquier tipo de financiamiento, son necesarios “para permitir al lector una imagen más clara de cualquier sesgo potencial”.
ILSI es consciente de que sus lazos con la industria pueden reducir la credibilidad de sus investigaciones, por eso ponderan el uso de autores académicos para agregar autoridad. En correos electrónicos, hablan de la realización de proyectos a través de un ‘grupo tripartita’, con representantes de la academia, la industria y el gobierno, que luego delega a los académicos, éstos regresan el trabajo a la industria y el ‘control final’ a ILSI, lo que ilustra el alcance de la influencia empresarial. Pero en el documento no queda claro quién financia la investigación.
Públicamente, ILSI declara que “no ejerce presión, ni busca influir en individuos, posiciones y/o políticas específicas”, sino que se asocia con diferentes entidades, para gestionar sus ‘interacciones con la OMS y la FAO’.
La OMS ha externado sus preocupaciones sobre los vínculos de ILSI con las empresas, de hecho, ha propuesto que se considere al Instituto no como una organización no gubernamental sino como una ‘entidad del sector privado’, esto hizo considerar al consejo del Instituto a “terminar todas las actividades con la OMS para evitar dicha clasificación”, al considerarlo una amenaza por los cambios regulatorios e impositivos que ello implicaría. La OMS se negó a renovar el estado especial de ILSI en 2017.
Para impulsar su postura, en 2015 cabildeó intensamente en la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos su propuesta de aprovechar “los recursos disponibles para avanzar en la ciencia de la nutrición”. En la reunión encontraron apoyos de algunas asociaciones médicas y de tecnología de la alimentación. Su discurso se centró en la urgencia de “eliminar las barreras para que todos trabajen juntos para resolver problemas de salud pública”. ILSI utiliza todas sus plataformas para promover que la industria esté en las discusiones, investigaciones y reuniones pues ‘su estructura pública-privada única llena los vacíos de conocimiento y sirve a la sociedad de formas que ninguna entidad por sí sola no puede”.
En intercambios de correo electrónico enviados en junio de 2015 entre ejecutivos de ILSI con Malaspina externan su preocupación sobre la entonces Directora General de la OMS, Margaret Chan, que había planteado sus dudas sobre productos endulzados con azúcar. Al final, el ex director de ILSI sugiere “que colectivamente debemos encontrar una manera de iniciar un diálogo con la Dr. Chan. Si no, ella continuará provocando grandes consecuencias negativas a nivel mundial. Esta amenaza para nuestro negocio es grave”.
“Está claro que el propio fundador de la organización ve su papel como uno de cabildeo y defensa. También encontramos ILSI genera los hechos científicos y el Consejo Internacional de Información Alimentaria los comunica a los medios y al público. Esto sugiere la necesidad de explorar cómo ILSI está extendiendo su influencia y autoridad a través de las relaciones públicas y la comunicación científica y no solo de investigación”, sugiere URK
En México su influencia permitió que realizara trabajos con Conacyt, asesorara a gobiernos estatales, como el de Nuevo León con los [desayunos escolares](http://www.saludnl.gob.mx/drupal/sites/default/files/CATALAGO DE ALIMENTOS 2011-2012 SPA.pdf) donde recomendó el consumo de néctares o con la Comisión Nacional del Deporte sobre las [bebidas isotónicas](http://ened.conade.gob.mx/Documentos/REVISTA ENED/Revista9/articulo5.pdf) para deportistas, con la Universidad Iberoamericana creo un sitio y algunas iniciativas legislativas están sustentadas en información generada por ILSI.
En China el Instituto impulsó fuertemente la idea de Coca- Cola: lo que importa es el ejercicio, no la dieta. Dicho país tiene ahora un grave problema de obesidad y sobrepeso.
Lo que se ve en los correos electrónicos sobre Margaret Chan, es que ILSI tiene un papel fundamental en el intento de descartar opiniones que no son útiles para la industria y eso implica tomar medidas para neutralizar a quienes plantean preguntas sobre los riesgos para la salud de los ingredientes y productos alimenticios procesados, en particular a quienes cuestionan el papel de las bebidas azucaradas en la epidemia mundial de obesidad y en desafiar a las personas que abogan por las restricciones en el consumo de bebidas ricas en azúcar.
En las misivas, Malaspina lamentó que Chan “no quiere trabajar con la industria”, con funcionarios de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades en Estados Unidos sugirió que la funcionaria de la ONU “está influenciada por el gobierno chino y está en contra de Estados Unidos. Algo debe hacerse”.
ILSI participa no solo en la difusión de narrativas de la industria alimentaria a través de destacados investigadores sino también para cooptar y convertir a los disidentes a través de enfoques específicos. De hecho, los intercambios de correo electrónico sugieren que ILSI ha desempeñado un papel defensivo clave para la industria alimentaria cuando se cuestionan sus intereses, las empresas consideran al Instituto como su primera línea de defensa, pues despliega expertos internacionales para defender las posturas de la industria. Tal como lo hizo en México para contrarrestar la opinión por el impuesto a bebidas.
“Estos hallazgos son preocupantes ya que investigaciones previas sobre estudios de bebidas endulzadas con azúcar identificaron cómo aquellos con financiamiento de la industria alimentaria tenían cinco veces más probabilidades de informar que no hay asociación entre el aumento de peso y la obesidad que aquellos que no informaron el financiamiento”, por ello URK urge a que las empresas transparenten sus investigaciones patrocinadas.
URK pide que ILSI y otras organizaciones similares, “sean reconocidas como actores del sector privado para que sus afirmaciones de neutralidad científica estén sujetas a un intenso escrutinio”.
También piden que las declaraciones de conflicto de intereses deben volverse más sólidas y detalladas sobre los apoyos que han proveído a los estudios pasados y presentes. Detallar los pagos de viajes y gastos de conferencias a científicos, académicos y funcionarios gubernamentales.
El riesgo de que estas declaraciones no sean claras “significa que los medios y el público se arriesgan a promover investigaciones patrocinadas por la industria como independientes y objetivas sin la capacidad de juzgar cualquier sesgo e influencia potenciales”.
La organización no gubernamental pide que se investigue que “las revistas con enlaces a tales organizaciones sean verdaderamente independientes, con una sólida revisión por pares y procesos editoriales, o si la influencia de la industria se extiende a la toma de decisiones editoriales”.
La investigación de US Right to Know muestra que la industria de alimentos y bebidas azucaradas enfoca sus esfuerzos científicos en ocultar los efectos que sus productos provocan más que en mejorarlos para que sean si no saludables, al menos no tan dañinos. La ciencia al servicio de las industrias de productos chatarras deben ser transparentadas para la mejor toma de decisiones de los consumidores y más ahora que vemos las terribles consecuencias que está provocando COVID-19 con los enfermos crónicos.
Kennia Velázquez es historiadora. Integrante de Red Mexicana de Periodistas de Ciencia, Connectas Hub y fundadora del Laboratorio de Periodismo y Opinión Pública.
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