por Roberto Vélez Grajales
En un país como México, donde la estratificación social es alta, la población indígena se enfrenta, al menos, a una barrera más que los demás mexicanos para lograr su realización socioeconómica: ser indígena. Las opciones de avanzar en la escalera socioeconómica son más bajas para ellos. En otras palabras, la permanencia de una generación a otra en una posición socioeconómica de desventaja cuenta con un distintivo étnico que la refuerza.
Pero eso no lo es todo, ya que cualquier atisbo de ventaja socioeconómica de origen también se diluye más rápidamente si de esta población se trata: si un indígena nace en un hogar de la parte alta de la distribución socioeconómica, sus opciones de mantenerla son menores que las del resto de la población mexicana que corre con la misma suerte de origen. Si de caracterizar de manera gráfica la experiencia de movilidad social de los indígenas se trata, más que a una escalera socioeconómica, habría que referirse a una resbaladilla: fácil de bajar, pero difícil de trepar.
En el año 2013 el Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY) publicó un informe sobre la movilidad social intergeneracional en el país con base en la Encuesta ESRU de movilidad social en México 2011 (EMOVI-2011) (I), en el que se analizan distintas aristas de dicha problemática para varios subestratos de la población mexicana, pero no para la indígena.
Para hacerlo se puede replicar un ejercicio de estadística descriptiva contenido en el informe del CEEY, donde se calcula la tasa de movilidad social relativa entre dos generaciones para toda la población mexicana. La misma se elabora con base en un índice de estatus socioeconómico estimado por la Profesora Florencia Torche de la Universidad de Nueva York (II). Aquí se hace lo mismo, con la salvedad de que la tasa de movilidad se calcula por separado para dos grupos de población: indígena y no indígena. Para facilitar la comprensión de los resultados, en las gráficas 1 y 2 se presentan las tasas de movilidad para los dos extremos de la distribución: todos los quintiles de destino para los de origen en el quintil socioeconómico más bajo y más alto, respectivamente (III).
En la gráfica 1 se puede observar una diferencia importante en la persistencia intergeneracional en la parte baja de la distribución socioeconómica: 58 de cada 100 indígenas que nacen en el quintil más bajo no salen de ahí, mientras que, aunque también alto si se realiza un comparativo internacional, 45 de cada 100 no indígenas experimentan la misma situación. La alta persistencia observada hace que una menor proporción de indígenas logren avanzar a los siguientes estratos socioeconómicos, y en particular, que a diferencia de alrededor de 5 de cada 100 no indígenas, sólo alrededor de 3 de cada 100 indígenas con origen en el quintil más bajo logren alcanzar el más alto. En ese sentido, la analogía del suelo pegajoso (no poder alejarse de la condición de origen de desventaja) resulta más que cotidiana para la población indígena.
Para el extremo opuesto en la condición de origen (quintil más alto), la gráfica 2 muestra resultados nuevamente más negativos para la población indígena. En ese caso, se puede observar una diferencia menor en la persistencia intergeneracional en la parte alta de la distribución socioeconómica: 48 de cada 100 indígenas que nacen en el quintil más alto logran mantener dicha posición, mientras que 52 de cada 100 no indígenas experimentan la misma situación.
Es decir, una menor proporción de indígenas logran mantener la posición de privilegio relativo de origen. Además, cuando se observa el destino de aquéllos que pierden dicha posición, el saldo negativo para la población indígena se profundiza, ya que, a diferencia de alrededor de 3 de cada 100 no indígenas, 14 de cada 100 indígenas con origen en el quintil más alto caen al más bajo. En ese sentido, se puede establecer una analogía sobre el piso falso (caerse de la posición de origen de ventaja), en la cual los indígenas con origen en el estrato más alto tienen una probabilidad casi 5 veces mayor que la de sus iguales no indígenas de sufrir una caída hasta el quintil más bajo.
La estadística descriptiva aquí expuesta sugiere un escenario de diferenciación étnica en cuanto a las oportunidades de realización que el país brinda, el cual resulta inaceptable para cualquier sociedad contemporánea. Y aunque se requiere profundizar el estudio para llegar a conclusiones más precisas, vale mencionar que el trabajo de Pérez Sandoval, realizado con base en la misma encuesta aquí utilizada, refuerza la argumentación previa (IV). Con base en un método de análisis comúnmente utilizado en el área de evaluación de impacto, dicho estudio identifica la existencia de una menor compensación a los esfuerzos de los individuos indígenas y una penalidad por el origen étnico mismo.
Hay que remarcar que la situación aquí descrita se refiere a movilidad social intergeneracional ya experimentada. Si la población indígena adulta se encuentra en esta situación de desventaja “heredada”, entonces se requiere de mecanismos que reduzcan la posibilidad de que sus hijos repitan su historia. Sin una estrategia integral que logre incorporar a los indígenas a una situación de ciudadanía efectiva, las opciones de movilidad social de esta población seguirán siendo más limitadas, y en consecuencia, el significado más que simbólico de eventos históricos como lo son el levantamiento armado del EZLN en Chiapas y la consiguiente firma de los Acuerdos de San Andrés Larráinzar, se habrán constituido en una más de las ya de por sí muchas oportunidades perdidas del Estado mexicano.
Notas:
I. Vélez, R., Campos, R. & Huerta, J. (2013). Informe de Movilidad Social en México 2013. Imagina tu futuro. México: CEEY
II. Para ver detalles sobre su análisis por sexo ver: Torche, F. (2015), “Diferencias de género en la movilidad intergeneracional en México”, en Vélez Grajales, R., J. E. Huerta Wong y R. M. Campos Vázquez (editores), México ¿el motor inmóvil?, Centro de Estudios Espinosa Yglesias.
III. Si la población se ordena en forma ascendente con respecto del índice de estatus socioeconómico y luego se divide en 5 subgrupos, a cada uno de ellos se la llama quintil.
IV. Pérez Sandoval, M. U. (2014), “Movilidad social de la población indígena en México”, Tesina de Maestría, CIDE.
Roberto Vélez Director de Movilidad Social y Bienestar Socioeconómico del CEEY. Economista con estudios doctorales en Historia Moderna por la Universidad de Oxford. Sus áreas de investigación se concentran en movilidad social, desarrollo humano e historia antropométrica. Twitter: @robertovelezg |