Notas

La ruta del presidente

A lo largo del periodo pandémico y frente a los devastadores efectos de la emergencia sanitaria en lo económico y lo social, se han presentado diferentes propuestas, desde diferentes espacios e instituciones, con la finalidad de modificar criterios de política económica, de política social en un sentido amplio. Frente a ellas, la respuesta del presidente de la República ha sido, o el silencio o la negativa. Cuando ha negado la posibilidad, por ejemplo, de modificar la política económica, la política de salud y atención de la emergencia sanitaria, la política social y la atención de las personas en mayores condiciones de pobreza o ahora en acelerados procesos de empobrecimiento, sus frases han sido lapidarias: “vamos bien”, “no vamos a ceder” y “no vamos a claudicar ante las presiones de los conservadores”.

Por Mario Luis Fuentes. Sigue al autor en twitter: @MarioLFuentes1

Una ruta fija

En el discurso presidencial, hasta ahora, no hay espacio para la duda: todo se tiene bajo control; todo marcha, desde su perspectiva, conforme a lo planeado, y la crisis no es sino un momento desafortunado de interrupción momentánea de un proceso de transformación en marcha e irreversible.

Para comprender este discurso es importante entender que, en la lógica de la presidencia, el mayor problema del país es la corrupción, que es a su vez el generador de todos los otros problemas estructurales; incluso la mortandad generada por la pandemia es vista exclusiva, o al menos preponderantemente, como resultado de años de corrupción y abandono del sector salud. Si hay un responsable ante esto, ese es el negro pasado neoliberal.

Por eso el presidente no está dispuesto a moverse un ápice en sus posiciones: porque su diagnóstico tiene premisas ideológicas y políticas de profundo raigambre y que se resumen en una idea: los conservadores se apoderaron del Estado y usurparon a sus instituciones; y para transformar realmente al país es insustituible erradicar la corrupción, pero eso implica, entre otras cosas, nada menos que tener todo el control político del país a fin de impedir un posible retorno de la “minoría rapaz” que revierta el proceso transformador que ha iniciado su presidente.

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La pandemia no es la prioridad

Por eso también -y esto resulta desconcertante para muchos-, para el presidente la prioridad de este momento no es la pandemia y los casi 60 mil decesos confirmados por la COVID19; no es tampoco la reactivación de la economía que tiene en el desempleo a casi 8 millones de personas, si se considera la frágil e incipiente recuperación que se registró en junio; y tampoco es prioridad la violencia contra las mujeres, que no disminuye y ante la cual, incluso lo poco que se hacía en el pasado, se ha reducido todavía más en el presente.

La prioridad, por el contrario, es preparar la “más grande de las batallas electorales”, después de su elección como presidente: porque en mantener la mayoría en el Congreso y obtener más gubernaturas para su movimiento, depende la consolidación de lo que él considera que es un cambio de régimen y la purificación de la vida pública nacional.

Se trata de una racionalidad de estricto pragmatismo político. Y por ello, ante quienes cuestionan si es ético poner por delante ese objetivo, el presidente argumenta que “tiene la conciencia tranquila”; y claro que la tiene, porque en su visión de la realidad, lo que estamos viviendo no es responsabilidad suya, sino de la corrupción heredada y que buscan mantener los grupos conservadores que pretenden regresar para restaurar sus privilegios.

Todo el poder

Por esto las giras por el territorio nacional; es la razón por la que no hay concesiones en el discurso; y por eso la ratificación constante de funcionarias y funcionarios que son cuestionados por una oposición a la que, si algo caracteriza, es la vacuidad e intrascendencia de sus discursos y métodos.

La ruta del presidente es el triunfo completo en 2021: ganar la mayoría de las gubernaturas, ratificar la mayoría en la Cámara de diputados y en los congresos locales que se disputarán; avanzar en el triunfo en las alcaldías que tendrán cambio de gobierno, y con ello, ratificar que hay un movimiento único y mayoritario que tiene el control democrático total de las decisiones en el país; para con ello, continuar con el rumbo y sentido del cambio que, siempre en su visión del mundo, se ha propuesto impulsar en nuestro país.

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