Los datos del INEGI respecto de la inflación muestran que su tendencia se mantiene muy por arriba de las expectativas y metas que se habían planteado, tanto para 2021 como para el 2022. El dato para enero fue superior en 6.3% respecto del mismo mes del año previo; y las expectativas del Banco de México se han revisado al alza aumentando la crisis.
Escribe: Mario Luis Fuentes
La inflación es uno de los fenómenos que en mayor medida afectan los ingresos de las personas en mayores condiciones de pobreza, más aún cuando se sabe que los mayores impactos en los precios se están registrando en el ámbito de los medicamentos e insumos para la salud; así como en el rubro de los alimentos, tanto procesados como no procesados.
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La economía no crece, y, por el contrario, los indicadores relativos al crecimiento del PIB en 2021 fueron menores a los esperados; y en los últimos dos trimestres, la economía mostró retrocesos preocupantes. El impacto ha sido severo, pues el PIB per cápita se ha contraído a niveles similares a los de hace 10 años, lo que hace que ya varios expertos comiencen a hablar de un sexenio perdido en lo económico y lo social.
Todo esto se da en un contexto en el cual la desprotección social es mayor, pues el sistema de salud ha sido incapaz de gestionar de manera aceptable la emergencia sanitaria; agravando y agudizando otros problemas como el desabasto de medicamentos, el diferimiento de consultas y procedimientos quirúrgicos, así como la reducción de capacidades para la prevención de la salud.
En ese sentido es pertinente destacar que, por ejemplo, durante la pandemia, de acuerdo con la Encuesta Nacional sobre COVID19 que levanta el EQUIDE, con fecha de corte de octubre de 2021, el 40% de los hogares en los que alguno de sus integrantes enfermó de COVID, gastaron en promedio 10 mil pesos. Si hasta esa fecha aproximadamente había 4 millones de contagios, la cifra que resulta es exorbitante, pues estaríamos ante un gasto agregado de alrededor de 40 mil millones de pesos de gasto de bolsillo, sólo para atender el impacto directo de la enfermedad.
La emergencia sanitaria y la crisis que ha generado también revela la urgencia de avanzar hacia una nueva política que considere a la economía del cuidado. Según la encuesta citada, el 40% de las mujeres y el 29% de los hombres tuvieron que dejar en algún momento sus empleos o cambiar de actividades para apoyar a los quehaceres del hogar. Y 33% de las mujeres y el 28% de los hombres reportaron que aún no regresan al desarrollo de sus actividades como antes de la pandemia.
Asimismo, el 56% de los hogares, a octubre del 2021, reportaba que recibía ingresos inferiores a los momentos previos de la pandemia; y uno de cada 5 hogares declara haber perdido 50% o más de los ingresos que obtenía antes de la crisis sanitaria y económica.
De esta forma, el impacto económico está siendo devastador y va a limitar severamente las capacidades futuras para el bienestar de las familias. Los montos de retiro de los ahorros de las Afores han llegado a niveles muy elevados; y una gran cantidad de familias han tenido que empeñar o vender parte o la totalidad de los activos que poseían.
Lo más delicado del asunto es que, lejos de mejorar, a lo largo de la pandemia las condiciones fueron agudizándose. Por ejemplo, mientras que en mayor del 2020 el 16% de los hogares vendieron o empeñaron bienes, para marzo de 2021 el porcentaje se incrementó a 33%, descendiendo a 27% en octubre del año pasado. Sin embargo, este descenso debe leerse con mucho cuidado porque implica una condición que ocurre en hogares que muy probablemente han ido perdiendo más y más patrimonio.
No debe olvidarse que, en el 2020, tanto el Censo de Población y Vivienda como la Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto en los Hogares, estimaron en alrededor de 900 mil, el número de hogares donde alguna niña o niño había comido solo una vez al día o no había comido en todo el día; una condición que, en medio de los peores mementos de la crisis, seguramente se incrementó. Esto implica un severo incumplimiento de los derechos de la niñez, en medio de una desestructuración institucional que le da la espalda al mandato constitucional de cumplir con el Principio del Interés Superior de la Niñez.
La ENCOVID19 muestra un panorama desolador en la materia: sólo 31% de los hogares de México tenía condiciones de seguridad alimentaria; es decir, dos de cada tres enfrentan condiciones que van desde el temor a quedarse sin alimentos, hasta la materialización real de la disminución de la cantidad de comida de que disponen para consumir.
Debemos ser capaces, frente a todo lo anterior, de levantar aún más la voz y exigir una revisión profunda de las políticas económicas y sociales porque, aunque las categorías de que disponemos no reflejan a cabalidad lo extraordinario y grave de la situación, debemos ser enfáticos en que México enfrenta uno de los periodos de mayor hambre, enfermedad y muerte evitable, empleo precario y empobrecimiento masivo de la población.
Resulta doloroso para el país que millones de personas se debatan todos los días entre la posibilidad o no de comer; de acudir a una cita médica, de acceder a las medicinas que les permiten seguir con vida o evitar el dolor de padecimientos como el cáncer. Se trata de una realidad terrible que está obligando a millones a intensificar sus estrategias de sobrevivencia; y a otros más a aprenderlas debido a la desgracia en que han caído en los últimos meses.
La política económica y la política social de México tienen que modificarse de manera sustantiva en el corto plazo; pero ello requiere que el gobierno reconozca que la cuestión social que existía cuando inició, es radicalmente distinta a la de ahora; y que eso demanda una transformación radical, tanto del diagnóstico como de las medidas que deben implementarse.
Hay que insistir: es la enfermedad y la muerte lo que está amenazando gravemente a millones; y sería un despropósito que el gobierno suponga que lo que hace basta o peor aún, que condenar al infortunio a millones de hogares se justifica en aras de la defensa de un proyecto y una visión particular del país.
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