Andrea Rodríguez

La trampa como hábito y forma de vida.

“¿Para qué sirve la utopía? si es que la utopía sirve para algo. Porque la utopía está en el horizonte y nunca la voy a alcanzar. Si camino diez pasos, la utopía se va a alejar diez pasos, si caminó veinte pasos, la utopía se va a colocar veinte pasos más allá, o sea que yo sé que nunca la alcanzaré, ¿Para qué sirve? Para eso sirve…para caminar.”                 Eduardo Galeano

La trampa, por dejar descansar la palabra corrupción tan prostituida hoy en día, es una cualidad de todo aquel que engaña, que se aprovecha de las situaciones, busca y encuentra el momento para estafar. El tramposo, piensa que tiene suerte y que el destino le ha dado la oportunidad de ganar.

Pero no es así, hacer trampa es una acción con un trasfondo moral mucho más profundo. Por supuesto que el embustero no nace, se hace y es un resultado social. Pero ¿qué sucede si el farsante es el mismísimo presidente de la República? Tampoco es algo reciente, en México, el ser embustero se ha vuelto un trabajo, es una forma de vida.

¿Hasta dónde es capaz el tramposo de engañar? por ejemplo, al decirle al pueblo que la economía se está recuperando cuando el INEGI y el Banco de México han confirmado una caída dramática de las finanzas nacionales y más allá del discurso, lo que se hace evidente es la realidad del bolsillo, lo poco o basto que se tiene en el monedero.

¿Desde dónde se busca la honestidad de los seres humanos? ¿En la historia? ¿La educación? ¿En los genes? ¿En la familia?

Todos los días se habla de una caída social, de un incendio nacional, de un desastre económico, hasta dónde la mentira está detrás de esto.  Pero de dónde surge ese impulso de aprovecharse del otro. Una hipótesis colonialista es que no hemos superado la conquista, y ese rencor sigue persistiendo en la sangre de los mexicanos. Ese ánimo de revancha es el que promueve que la trampa resulte una alternativa.

Se tiene la creencia que el truco, es una hazaña de los inteligentes. Sucede en los maratones, cuando los atletas toman metro para llegar más rápido, en los exámenes cuando se copia con tal discreción que el profesor no lo nota, cuando no se notifica que te han dado dinero de más en alguna compra, peor aun cuando se finge alguna discapacidad para obtener una ganancia.  De acuerdo con lo anterior, el más listo es el que burla toda moral y obtiene beneficios gracias a la confianza de los demás. “El hombre es el lobo del hombre” afirmaba Thomas Hobbes en el siglo XVI.

La transformación moral a la que se refiere AMLO podría ser la más grande estafa de su gobierno. No se puede suponer una renovación de un gobierno, cuando sus militares envilecen la ley, asesinan, roban, desacreditan sus propios procedimientos. Por supuesto que la pifia más grande de Amlolandia es hacer creer que se está trabajando para los pobres, cuando la realidad se hace todo lo posible para dejarlos en peores condiciones para que sigan dependiendo de una despensa, ahí también está el cepo.

Recuerdo el mito del anillo de Giges en voz de Glaucón en la República de Platón. Cuando el pastor Giges vio la posibilidad de robar un anillo, lo hizo sin saber que éste tendría poderes mágicos que lo harían invisible. De esta manera cautivó a la reina, quien mató al rey para que el pastor se apoderará del feudo.

Con este relato, lo que quiere decir Platón es que por naturaleza el hombre hace cosas buenas, hasta que ve la oportunidad de hacer el mal, y es cuando se vuelve invisible.  

Entonces no hay hombres malvados, lo que encontramos son individuos que llegan al poder, se ponen el anillo mágico asumen superpoderes y simulan que luchan contra los males de la sociedad y de un decreto los acaba. Por supuesto que todo eso es ficción, una puesta en escena basada en actos equivocados. El engaño no es innato a la naturaleza humana, pero el instinto de supervivencia si lo es. Y bajo el amparo de este aforismo se cobijan todas las acciones que dañan la dignidad humana.

El tramposo no deja ese hábito en 21 día como presume la psicología moderna que es posible cambiar de acciones, debido a que el cambio está en la conciencia, no en el glamour de un reto de redes sociales. Valdría la pena hacer un alto en nuestros lugares comunes, buscar hasta encontrar en qué momento se ve la trampa como una oportunidad, y esta puede ser cuando supones que nadie te ve, como les sucede a algunos políticos, entre ellos a Pío López Obrador, hermano del Presidente.  

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