Escrito por 3:00 am Andrea Samaniego Sánchez, Cultura, educación, En Portada

La Universidad de la Nación

Hace 112 años se cristalizó uno de los proyectos educativos más relevantes a nivel nacional e internacional: el 26 de mayo de 1910 se firmó el decreto por el que se crearía la Universidad Nacional de México, cuya misión era realizar en sus elementos superiores la obra de la educación nacional según se lee en el artículo primero de dicho documento.

Escrito por:   Andrea Samaniego Sánchez

En ese momento la Universidad se conformaba a partir de las Escuelas Nacionales Preparatoria, de Jurisprudencia, de Medicina, de Ingenieros, de Bellas Artes y de Altos Estudios, designando como jefe de la institución al Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, que en ese momento era Justo Sierra, y de acuerdo a la declaratoria, el presidente nombró como su primer rector a Joaquín Eguía Lis.

El documento en cuestión se firmó en mayo de 1910, su inauguración fue en septiembre, sin embargo, los tiempos eran convulsos y el destino y la Revolución marcarían esos primeros años de vida.

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A partir de ahí el trabajo de la UNAM, en símil con el universo, ha sido en lógica expansiva, quedaron atrás las épocas de las seis escuelas y sus locaciones en el centro, aunque todavía las preserve para la divulgación de la cultura y la educación continua.

El proyecto educativo más ambicioso de nuestra nación se ha consolidado a lo largo de esta centuria, atravesando todo tipo de vicisitudes políticas que dieron por finalizado el mandato de Porfirio Díaz, dando paso a nuestra Constitución y surgimiento del sistema político mexicano, tan propio, tan característico.

Como fiel testigo de nuestra historia, observó los cambios demográficos del siglo XX, acompañó con sus conocimientos y personal en la creación de instituciones emblemáticas como el IMSS o ISSSTE, de sus aulas salieron la mayoría de los presidentes que condujeron la política de nuestro Estado, pero eso no significó que la universidad fuera sumisa y callara ante el poder cuando observó alguna tropelía; decir lo contrario sería faltar a la verdad.

El espíritu universitario se palpa día a día, en sus aulas, recintos culturales, salas de exposición y foros, desde todos los ámbitos y ángulos se busca conocer y comprender a la humanidad, sus problemáticas y formas de resolverlas, a partir de las ciencias duras, las sociales, las bellas artes.

En momentos de crisis, como ningún otra, la Universidad ha abierto sus puertas, se ha convertido en refugio de los perseguidos de las dictaduras en Latinoamérica y España, en albergue para donativos en casos de desastres naturales, en espacio para manifestación libre de ideas, en símbolo de la pluralidad, profesionalismo y confianza.

Durante la pandemia la Universidad de la Nación no se detuvo, como jamás lo ha hecho, y migró a la virtualidad para cumplir con su objetivo en la docencia, y presencialmente también apoyó, como siempre reivindicando su compromiso con la sociedad.

Que esta conmemoración sólo nos permita darnos cuenta lo mucho que todavía falta por hacer, reconocer el camino andado y los trechos por venir ya que los problemas nacionales e internacionales desgraciadamente no se agotan y, por el contrario, se agudizan con el paso del tiempo. Y así como ha mostrado desde su creación hasta nuestros días, estoy segura que la Universidad estará a la altura de las nuevas circunstancias.

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