Volví a ver la película Perfume de violetas (México, Sistach, 2001) hace poco, en el ciclo de cine Ellas programan, realizado por la plataforma Filminlatino a propósito del 8 de marzo, día internacional de la mujer. Esta vez, la película me causó una impresión más honda que cuando la vi hace años, cuando se estrenó. En aquel entonces, acababa de nacer mi primer hijo y yo tenía poco de haberme graduado de la universidad, la historia narrada en la película me pareció ajena y extraordinaria. Por esas fechas, tampoco me apercibí de que la película se basaba en un hecho reportado en la nota roja en la década de los 80. Hoy, después de trabajar un par de décadas analizando y tratando de entender la relación entre infancia, adolescencia y violencia, Perfume de violetas se me presenta como ejemplo de las múltiples violencias a que están sujetas muchas niñas y adolescentes en México y, desafortunadamente, en muchos lugares del mundo. Hay pobreza, machismo, desintegración familiar, adultocentrismo, acoso escolar, criminalidad, y todo recae sobre la protagonista, que tiene quince años y ningún soporte para sortear ese cúmulo de hostilidades presentes en su entorno.
Escrito por: Elsa Herrera Bautista
La historia abarcada en el film me recuerda que con frecuencia la escuela, lejos de ser una fuente de apoyo y protección para niñas y adolescentes, se constituye en un nodo de violencia. No son pocos los casos en los que esto ha sido reportado por la prensa. UNICEF, en el Panorama estadístico de la violencia hacia niñas, niños y adolescentes en México (2019) considera el problema de la violencia en el ámbito escolar, acusando que se ha hecho énfasis en el acoso escolar (bullying o acoso entre pares) y que es necesario prestar mayor atención a la violencia institucional y a la violencia ejercida por los docentes.
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Y es que si la familia falla en la protección de niñas, niños y adolescentes o ejerce abuso directo, la escuela debería ser un medio, no sólo para aliviar la situación, sino para desencadenar procesos de protección integral. Tristemente, muchas veces el personal docente y directivo no cuenta con la conciencia o los medios para asumir activamente su posición en la promoción y defensa de los derechos de las infancias y las adolescencias.
Volví a ver Perfume de violetas mientras en twiter se ventilaban las acusaciones hacia Luis de Llano y Edgar Oceransky. Ambos fueron señalados por abusar de mujeres menores de edad y ambos han desestimado las acusaciones. El primero, admitiendo con desenfado en un programa de televisión que se había enamorado de una niña de catorce años con la que sostuvo una relación, y el segundo diciendo que los audios en los que afirma sentirse atraído sexualmente por mujeres adolescentes constituyen “un sketch realizado hace muchos años”.
Un sketch de ese tipo promueve el abuso y la violencia hacia las adolescentes, aun en el caso de que Oceransky no hubiera mantenido relaciones sexuales con mujeres menores de edad, ha manejado un discurso que alienta la pederastia y que no debería ser gracioso. En los audios expuestos, las carcajadas del público son un elemento sobre el que cabe una reflexión seria.
La violencia vivida por las adolescentes en las escuelas públicas de zonas periféricas puede ser distinta de la violencia vivida por las adolescentes de clase alta que buscan hacer carrera en el medio del espectáculo. Sin embargo, es un hecho que todas pueden encontrarse solas -física, emocional y simbólicamente- frente a sus abusadores y eso es algo que debe terminar ya mismo. Los señalamientos en redes sociales, las marchas, las películas y cualquier acción consciente de protección en nuestros espacios cotidianos contribuye a que niñas y adolescentes se encuentren menos expuestas a la violencia.
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