Al acceder Donald Trump a la Presidencia, un enorme grupo de estudiosos y estudiosas del desarrollo político y la política comparada de los Estados Unidos, se reunieron, consternados, para examinar el estado de su democracia.
Escrito por: Sergio González Muñoz
Conocían bien el estado del arte de la ciencia política norteamericana. Había estado preocupada durante algún tiempo por las tendencias que debilitan la democracia estadounidense, como la creciente desigualdad económica, la elevada polarización, el resurgimiento del racismo o nativismo y el incremento del poder presidencial. Sin embargo, entendieron que esa comunidad científica, tan acreditada en todo el mundo (ensoberbecida y envanecida, alego) había brindado muy poca atención a la perspectiva de un deterioro severo de su democracia y menos a la del cambio de régimen.
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A manera de remedio, en noviembre 2019 organizaron una gran conferencia alrededor de un nuevo concepto: la Resiliencia Democrática. La sede fue la Universidad de Cornell, en Nueva York. Fue un evento académico amplio con expertos y expertas de muchos centros de estudios superiores del país y del exterior. Asistieron y expusieron especialistas de Harvard, Columbia, Princeton, California (Berkeley), Virginia, Washington, Georgia, Johns Hopkins, Pennsylvania, Marquette, Louisiana; de la Koc University, de Estambul, Turquía, y de la Universidad de Oxford, de Inglaterra.
El libro “Resiliencia Democrática”, recientemente publicado por el editorial de la Universidad de Cambridge, es producto depurado de aquel evento. El tomo cuenta con 15 estudios interesantísimos, agrupados en cinco secciones: 1. ¿Por qué la polarización lesionaría la democracia? Teoría y Comparación. 2. Instituciones Políticas en tiempos polarizados. 3. Polarización social y partidización. 4. ¿Círculos viciosos? La relación entre conductas polarizadas e instituciones. 5. ¿Puede la acción política salvar la democracia en tiempos polarizados? En lo que podría ser el prólogo, el texto afirma ser lo contrario de aquel famoso libro de Levitsky y Zibblatt que abordó la muerte de las democracias.
En el ensayo inicial, “Cómo resisten las democracias”, de Susan Mettler, Robert Lieberman y Kenneth Roberts, coordinadora y coordinadores de aquel evento académico y del libro en cuestión, presentan su propia definición: “La resiliencia democrática debe ser entendida como la capacidad de un sistema para soportar un ataque mayor, como una polarización extrema, y seguir desplegando las funciones básicas de la gobernanza democrática: rendición de cuentas electoral, representación política, controles eficaces del poder excesivo o concentrado y decisiones colectivas.”
Reconocen que aunque las dinámicas de la polarización habían sido ampliamente estudiadas, poco se había escudriñado para entender mejor cómo afectan a las democracias y cómo o qué tanto los sistemas políticos podrían ser resilientes a los embates del autoritarismo competitivo. Es decir, se requiere investigar si toda polarización genera erosión democrática significativa y con qué herramientas cuentan los sistemas democráticos para prevenir y repeler esos ataques y, en su caso, reponerse.
Del mismo modo, aprecian que las tendencias perniciosas no son producto de una sola gestión presidencial. Afirman que han venido incrementándose por décadas y amenazan con persistir más allá de la administración Trump.
Dicen también que resulta claro que ese cuatrienio aceleró una pregunta crítica con la que la ciencia política norteamericana no había trabajado adecuadamente: ¿Qué tan resilientes podrían resultar las instituciones políticas y la sociedad civil frente a las transformaciones recientes?
Al desarrollar aún más el nuevo concepto, afirman que cuenta con componentes institucionales y conductuales. Los primeros a su vez, se refieren a una verdadera y efectiva rendición de cuentas. Una de naturaleza horizontal y otra de orden vertical.
En la horizontal, mediante una auténtica división, cooperación y dispersión de poderes moderna, con todas sus articulaciones y consecuencias, en la que las agencias u organizaciones públicas denominadas contrapesos (o vigilantes) funcionen libremente en un marco de respeto real a su independencia profesional especializada, alejada de intromisiones partidistas y/o políticas.
En la vertical, se trata del sistema de renovación periódica de los órganos del poder público mediante un robusto sistema de elecciones libres y justas (íntegras) en un marco de piso parejo, mediante las que la sociedad premia o castiga a su clase política según el uso correcto o abusivo del poder.
Sobre los componentes conductuales, informan que la polarización afecta la sujeción a cuentas de los hombres y mujeres del poder y que, además, esta actitud divisiva aumenta las fracturas sociales preexistentes relacionadas con la raza, el origen étnico, el género, la religión, etc.
Esa polarización, señalan, es especialmente peligrosa cuando induce al electorado a tolerar o hasta premiar violaciones de normas democráticas cometidas por “colegas de partido” en el gobierno.
Concluyen que para que la democracia sea resiliente es esencial que las y los electores quieran y puedan reconocer y sancionar conductas antidemocráticas, vengan de quien vengan. Del mismo modo, que la conducta de resiliencia significa el rechazo o marginación de visiones extremas; que la contienda electoral se aborde desde posiciones inclusivas, coaliciones incluidas; y una lucha por mantener la legitimidad del sistema entero.
El libro entero es una joya que hay que apreciar y leer entera. Nos da luces potentes para desentrañar de mejor manera y más rápido los claroscuros de los retos superlativos de nuestras democracias modernas. Con instrumental como este podemos blindarlas de mejor manera.
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Frase clave: las democracias
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