La más reciente encuesta publicada por Consulta Mitofsky, que dirige Roy Campos, presenta información de sumo interés para la comprensión de la complejidad de lo social, y de la urgencia de asumir con toda la seriedad que se requiere, el revertir las epidemias que nos aquejan como sociedad y que están lastimando severamente nuestras posibilidades de reconciliación, pero sobre todo, de construir un nuevo curso de desarrollo para México.
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En dicha encuesta, se muestra que el 31.6% de la población teme ser víctima de la delincuencia, y un porcentaje idéntico teme que se vea afectada su economía. El primer tema se relaciona con la terrible epidemia de violencia que existe en el país, y respecto de cual, debe insistirse que afecta sobre todo a las familias, pues además de los homicidios, los delitos que más han crecido en número y proporción son los que atentan contra las familias y contra la libertad y la seguridad sexual de las personas, particularmente de mujeres, niñas y niños.
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La tercera preocupación es la relativa a enfermarse de COVID19, con un 27% de las menciones; sin embargo, en el despliegue de los datos, la encuesta también muestra que el 75% de la población tiene mucho o algo de miedo de contagiarse con el virus del SARS-COV-2, mientras que el 61.5% tiene miedo de morir por la COVID19.
Estos datos se vinculan necesariamente con las otras epidemias: diabetes, hipertensión y obesidad, las cuales están interrelacionadas, y son las principales causas, junto con la de la COVID -quizá en un 40%-, de las ya casi 600 mil defunciones que ocurridas entre enero y julio de este 2021.
Estos datos explican en buena medida, por qué el 64.3% de las personas cree que el regreso a clases presenciales debe esperar aún más; porque el retorno a la escuela implica necesariamente enfrentarse a los tres factores que mayor preocupan a la población: mayor gasto en transporte público y alimentación para llevar a las niñas y niños a la escuela, mayor exposición a la amenaza permanente de la delincuencia, y mayor exposición a la probabilidad de contagio, asociada al miedo de morir por COVID.
Sorprende en ese sentido, que en un gobierno que ha hecho de la comunicación una de sus principales estrategias de legitimación, no se esté leyendo adecuadamente que si algo caracteriza al estado de ánimo que reflejan las encuestas publicadas, es el de la permanente incertidumbre; porque si bien aún la mayoría de la población aprueba la forma en cómo el titular del Ejecutivo está actuando, parece ser más, como él mismo lo dijo, un acto de fe, que una valoración racional sobre las políticas, los programas y los resultados efectivos del gobierno.
Gobernar en medio de la incertidumbre, sin un pleno sentido de la urgencia, constituye no sólo un error, sino un riesgo permanente. Porque en estas condiciones, cualquier evento catastrófico puede modificar radicalmente tanto la percepción ciudadana, como las condiciones del muy frágil equilibrio político que existen en el país.
Fenómenos como el del Huracán Grace, del cual no tenemos todavía información clara sobre la magnitud de los daños causados, pueden repetirse este mismo año, debido a los poderosos efectos del cambio climático. Con la violencia desbordada, no estamos a salvo de una nueva tragedia o acto de barbarie como los que han marcado a administraciones previas; y ante el cada vez más complejo orden internacional, no puede darse por sentado que la economía crecerá con los niveles que requerimos para recuperarnos del tremendo golpe recibido por las emergencias sanitaria y económica.
El país no tiene tiempo. Las amenazas son muchas y todas ellas, con potenciales efectos altamente dañinos, tanto para la gobernabilidad y estabilidad del país, como para y, sobre todo, el bienestar de millones de personas. Eso, y nada menos, es lo que está en permanente riesgo.
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