A lo largo de la historia de las mujeres en México, diferentes autoras ya han dado cuenta de la participación de las mujeres en los procesos históricos de los siglos XIX y XX. El hilo conductor de las investigaciones es la lucha de las mujeres por sus derechos sociales —educativos y laborales—, así como políticos.
Escrito por: Mónica Muñoz
Sabemos también de las mujeres mexicanas que participaron en la lucha de independencia y que son grandes heroínas como Josefa Ortiz, Leona Vicario, María Ignacia Rodríguez y Gertrudis Bocanegra. Y también tenemos en cuenta lo que aportaron las Leyes de Reforma en la condición jurídica de las mujeres, con la implantación del matrimonio civil y el divorcio.
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La doctora Diana Arauz Mercado, doctora en Historia por la Universidad Complutense y Rey Juan Carlos I de Madrid, ha estudiado el tema sobre las primeras mujeres profesionales en México (Mercado, 2015). Cita ejemplos a manera de antecedentes interesantes, como que, en Alemania, entre los años 1650 y 1710, el catorce por ciento de todos los astrónomos fueron mujeres, y no mujeres de la aristocracia, sino pertenecientes a talleres artesanales en negocios familiares. Y en la misma época, mujeres vinculadas a la realeza aparecieron como fundadoras de academia el caso de la Academia de Ciencias en Berlín. Eso derivó en un análisis para indagar hasta que punto las mujeres estuvieron vinculadas con las ciencias y con quienes integraban esos grupos académicos.
Sin embargo, es sabido que la mujer ha quedado siempre supeditada a pertenecer al espacio privado, dedicada a su familia. Inclusive, diversos discursos filosóficos, religiosos, científicos, políticos y jurídicos (generados por voces masculinas, pero también femeninas) no se cansaron de argumentar en torno a su inferior capacidad intelectual en relación con el hombre.
Por ejemplo, una de las primeras referencias femeninas en el campo médico fue Merit Path en el año 2700 a.C., quien ejercía en el Egipto de su época el oficio de partera, incluidos los cuidados en relación al puerperio. La labor de Path fue socialmente reconocida hasta la Grecia de Hipócrates. No obstante, la práctica de la medicina y la obstetricia por parte de las mujeres no tuvo la misma aceptación en la Grecia Clásica, pues se promulgaron leyes que les prohibieron ejercer la profesión. Ya para finales del siglo IV y principios del V en época del Imperio Romano, encontramos a la brillante matemática, astrónoma y filósofa griega Hipatia de Alejandría con importantes obras, conocidas gracias a sus discípulos como: La Aritmética de Diofanto; el Corpus astronómico; Comentario a las secciones cónicas de Apolonio de Perga; Revisión de las tablas astronómicas de Claudio Tolomeo y Los elementos de Euclides, entre otras.
Después, avanzando en la historia, hay sobre las primeras damas de Salerno, en el siglo XI, quienes acudieron a dicha universidad a estudiar, practicar la medicina e impartir clases. Allí destaca Trota de Salerno, conocida también por el diminutivo Trotula (cerca 1050 – inicio del siglo XII), quien fue una médica italiana que intervino en la creación de varios tratados médicos de gran influencia. De la Universidad de Bolonia durante el siglo XII también hay datos de Bettina Gozzadini y Novella D’Andrea, como doctoras en derecho.
En los monasterios alemanes sabemos de Hildergarda de Bingen (1098-1179), compositora, escritora, filósofa, científica, naturalista, médica, polímata, abadesa, mística, líder monacal y profetisa alemana (nombrada recientemente Doctora de la Iglesia), quien además de aportar a la cristiandad occidental una importante obra musical, legó libros relevantes como el De las causas y los remedios o el Libro de las medicinas simples. (Mercado, 2015)
Posteriormente hubo más y más datos, sobre mujeres relevantes que engrosan una amplia lista en áreas como química, biología, física experimental, medicina, astrología y primeros descubrimientos en informática y computación. Pero fue durante la revolución científica del siglo XVII cuando las europeas ingresaron abiertamente en el mundo de las ciencias. Ya en el siglo XVIII, las mujeres comenzaron a publicar sus obras científicas identificándose más abiertamente con autorías individuales y ocuparon en algunas universidades las primeras cátedras en ciencias, como sería el caso de Laura Bassi, primera catedrática en física experimental de la Universidad de Bolonia. Sin duda todo un ejercicio de liberación para las mujeres reclamando igualdad de oportunidades.
Durante el siglo XVII la ciencia moderna, producto de la revolución científica, penetró en México. Según Elías Trabulse químico, historiador, escritor, investigador y académico mexicano, dicho proceso cultural no fue sencillo, pues la nueva racionalidad corrió paralela al despertar de la conciencia criolla, incluidas todas sus manifestaciones políticas, sociales, económicas y religiosas. En esta forma, una amplia variedad de tradiciones, escuelas de pensamiento, instituciones, universidades, diversas publicaciones impresas y un nutrido grupo de estudiosos de ambos lados del Atlántico contribuyeron en diferentes épocas a la gestión y difusión del conocimiento científico en México (Mercado, 2015).
Durante la época de la colonia no tenemos datos; sería hasta el escenario barroco que Juana de Asbaje y Ramírez de Santillana, mejor conocida como Sor Juana Inés de la Cruz hace su aparición en este escenario. Desde su celda de la Orden de las Jerónimas, realizó algunos experimentos científicos que la llevaron a obtener conocimientos prácticos de astronomía, astrología, matemáticas y música. Tendría que llegar la época ilustrada, en el que Rousseau defendió la subordinación de las mujeres en su Discurso sobre las ciencias o el de la desigualdad.
Fue complicado, pues por un lado, a las mujeres no se las creía aptas para los estudios científicos (el pensamiento ilustrado había cerrado filas en torno a la relación de los conceptos razón-mujer) y, por otro, venían arrastrando en las prácticas, académica y profesional, el hecho evidente de tener una menor instrucción formal en comparación con sus compañeros hombres.
En México, el arranque femenino dentro del campo científico también estuvo relacionado con la incursión de las primeras mujeres en estudios profesionales. En plena época porfirista, periódicos como La Voz de México dieron la noticia en enero de 1886, acerca de la graduación de la primera odontóloga cirujana en el país; con un toque burlón. Al igual, en 1887, la doctora Matilde Montoya Lafragua, fue la primera médica egresada de la Escuela Nacional de Medicina sorteando toda una serie de dificultades como clases prácticas de fisiología donde manipulaba cadáveres desnudos, sin tener por qué su propio pudor y el de sus colegas varones.
Así, fueron sumándose más nombres a la lista como Columba Rivera, segunda médica cirujana graduada en la Escuela Nacional de Medicina en 1900, al igual que el de más colegas médicas graduadas en la misma época: Guadalupe Sánchez (1903), Soledad Régules Iglesias (1907), Antonia Ursúa (1908) y Rosario Martínez (1911). Se unieron a este importante grupo de mujeres María Sandoval de Sarco, primera abogada graduada en 1898, y doce años más tarde, en una disciplina completamente diferente, la metalurgista Dolores Rubio. La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) aportó becas y apoyos a algunas estudiantes para que pudieran cursar los primeros años de cirujano dentista.
De esta manera, adentrarse en este tema implica redescubrir la participación femenina en el desarrollo profesional, científico y tecnológico reinterpretando según cada época histórica el porqué de su supuesta ausencia o falta de trascendencia. Las primeras profesionistas mexicanas se concentraron en la atención de la salud y la educación de la familia; en la medicina, en las especialidades de obstetricia y odontología, así como en la enseñanza de los niveles básicos.
Hace falta reflexionar acera de las posturas ideológicas que durante mucho tiempo frenaron y limitaron la implicación de la mujer en las áreas de la ciencia. En todo lo que hoy se sigue superando y que es una asignatura pendiente en México. ¿Qué pasa cuando una mujer se enamora de la ciencia y dedica su vida a ella? ¿Tiene las mismas posibilidades que un hombre de tener una carrera exitosa?…
En general, las investigadoras suelen tener carreras más cortas y peor pagadas. Según datos de la UNESCO las mujeres que se dedican la investigación científica representan tan solo un tercio de los investigadores a nivel mundial y únicamente ocupan una media del 12% de los puestos en las academias científicas nacionales de todo el mundo. Siguen siendo una minoría en las áreas matemáticas, de informática, las ingenierías y la inteligencia artificial. Asimismo, en la actualidad solamente el 28% de los investigadores en el mundo son mujeres.
Hoy en día sigue habiendo una gran brecha social entre hombres y mujeres, en relación a esto, hace falta incentivar las vocaciones en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas en las niñas y promover la participación de las jóvenes y mujeres en los campos de ciencia, tecnología e investigación. No incluir a las mujeres en el desarrollo científico seguirá perpetuando la desigualdad de género en la educación y el empleo, así como las desigualdades de género en cuanto a los puestos que ocupan las mujeres en estos campos y el ingreso menor que perciben en comparación con el de los hombres.
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