“La ley debe ser la expresión de la voluntad general; todas las Ciudadanas y Ciudadanos deben participar en su formación personalmente o por medio de sus representantes. Debe ser la misma para todos; todas las mujeres y todos los hombres, por ser iguales a sus ojos, deben ser igualmente admisibles a todas las dignidades, puestos y empleos públicos, según sus capacidades y sin más distinción que la de sus virtudes y sus talentos.” Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, 1791
El muralismo fue un movimiento artístico que se desarrolló en México en las primeras décadas del siglo XX, inició alrededor de 1920 y continuó hasta 1970. Este movimiento transformó la percepción que se tenía del arte mexicano dentro y fuera de él. Se hicieron maravillosas obras murales que le proporcionaron prestigio a nuestro país otorgándole un lugar importante en la historia del arte universal.
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El tema nos hace reflexionar en cómo se fue dando ese cambio, por ejemplo, de cuando lo popular todavía no era lo popular aquí, y simplemente se le denominaba cultura indígena o folclore. Mientras que, en Europa, el estudio de lo popular fue un tema de interés en el siglo XVIII, y quiénes buscaron esa necesidad de estudiarlo fueron las personas “educadas”. Sin duda los que aportaron mucho fueron los románticos en el siglo XIX, que impulsaron el estudio del folclore exaltando, frente al intelectualismo, los sentimientos y las maneras populares; es cuando el tema del folclore toma mucho interés y curiosidad en Inglaterra, Francia, e Italia… y lo popular entra en el horizonte de la investigación. Bajo la influencia y herencia positivista, se buscó conocer sobre los mitos y leyendas, las fiestas y las artesanías, los hábitos y las instituciones.
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Pensar en el tema del muralismo, también nos hace reflexionar sobre lo que se entendía por mexicanidad en esa época, pues terminada la Revolución Mexicana, la pregunta esencial fue ¿qué significa ser mexicano? ¿sentíamos orgullo del pasado indígena? Todo esto hace referencia a los rasgos culturales que nos identifican precisamente como mexicanos.
Como referente, hay un antecedente interesante, pues en 1921, Gerardo Murillo el Dr. Atl, publicó una obra titulada: “Las Artes Populares en México”, allí ya exponía y explicaba el valor estético, sus técnicas, modelos y estilos que constituían la cultura popular. De hecho, el arquetipo mexicano, visto a través de la mexicanidad indigenista, llega con la lucha de Revolución de 1910.Y a partir del gobierno de Plutarco Elías Calles (1924-1928) se crean los arquetipos del “charro mexicano” y de la “Adelita”.
También es importante mencionar que, en 1920, José Vasconcelos impulsó una política cultural desde la Secretaría de Educación Pública promoviendo una gran cantidad de programas a partir del Departamento de Bellas Artes, del cual dependía la administración de museos y propició el trabajo de las decoraciones murales. Asimismo, se impulsó, un sistema pedagógico que marcó determinantemente el rumbo de México en a la formación de una cultura nacional.
Entonces, el muralismo surge como un intento de acercar el arte al pueblo. Con sus obras, el muralismo logró capturar algunas de las problemáticas sociales y políticas del país, pero también mostró nuestra rica cultura mexicana, única. Alrededor de los años treinta ya estaba muy bien consolidado, inclusive por esos años se realizó la exposición Art in Mexico en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York (MOMA), que incluyó arte prehispánico, arte virreinal y obras de Rufino Tamayo, Diego Rivera, José Clemente Orozco, entre otros, logrando elevar la calidad plástica y el prestigio de los artistas mexicanos en el ámbito internacional. Por supuesto, fue un movimiento muy importante que tuvo repercusión en el continente americano y posteriormente fue generador de nuevas tendencias artísticas, aportando una manera inédita de entender el arte moderno.
Por lo tanto, los nombres de los muralistas Diego Rivera, Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros ya son más que conocidos, hasta participaron en diversos proyectos en Estados Unidos. Pero, ¿hubo mujeres muralistas? ¡Desde luego! Sin embargo, el muralismo fue asociado y vinculado con el género masculino, al igual que la escultura, debido al esfuerzo físico que requiere. Es importante señalar, que en esa época, no era común ni bien visto el que una mujer decidiera fácilmente vivir del arte y dejar la vida hogareña, pues ese ambiente estaba relacionado con una vida de libertinaje.
La primera muralista mexicana fue Aurora Reyes (Chihuahua, 1908) con su mural “Atentado a las maestras rurales” (1936); ella misma se autoasignó y difundió así en varias ocasiones, en vista de que las mujeres que la habían precedido “eran gringuitas”. Aunque Aurora no se declaró feminista, sus ideas parecen precursoras del feminismo en México; una de sus acciones fue apoyar el derecho de la mujer al voto. Como dato interesante, en relación a esto último, es hasta 1955 cuando las mujeres acuden por primera vez a las urnas a emitir su voto (es de los últimos países latinoamericanos en hacerlo, junto con Honduras, Nicaragua, Perú, Colombia y Paraguay).
Otra figura muy relevante es la pintora María Izquierdo (1902-1955), oriunda de San Juan de los Lagos, Jalisco, se casó a los 14 años con un militar mucho más grande que ella, del que después se divorcia. Nuevamente, el divorciarse y ser madre de tres hijos no era bien visto por la sociedad en esos años, aun así, nada le impidió ingresar en la Escuela Nacional de Bellas Artes (ENBA) en la cual Diego Rivera era el director, y quien se fijó en el trabajo de la artista. La primera exposición individual de María, se realizó en la Galería de Arte Moderno del Teatro Nacional, actual Palacio de Bellas Artes.
Posteriormente, fue invitada a exponer obra en el Art Center de Nueva York, donde ya habían expuesto también Rufino Tamayo y José Clemente Orozco. Después, aprovechando su estancia, el curador René d’ Harnoncourt decidió incorporarla también a la exposición Mexican Arts (de arte popular y pintura) organizada por la American Federation of Arts en el Metropolitan Museum.
En 1945, Izquierdo es contratada por el jefe de Departamento del Distrito Federal para pintar un mural en el cubo de la escalera principal del antiguo Palacio del Ayuntamiento. La noticia trascendió a todos los medios, sin embargo, a los pocos meses de efectuarse el proceso, le cancelan el contrato y en compensación le ofrecieron pintar los muros de cualquier escuela o mercado, espacios con menor carga política. Desde luego, influyeron las críticas negativas emitidas por Rivera, Orozco y Siqueiros logrando que el jefe del entonces Departamento del Distrito Federal, Javier Rojo Gómez, cancelara el contrato. Ellos aludieron a que María “estaba poco ejercitada en la práctica del fresco, por lo que era preferible cambiarla a algún otro edificio de menos importancia”, recoge Dina Comisarenco en su libro Eclipse de siete lunas. Mujeres muralistas en México (Comisarenco, 2017).
Sin dudarlo, María se quejó y denunció esto y llegó a expresar: “El primer obstáculo que tiene que vencer la mujer pintora es la vieja creencia de que la mujer sirve sólo para el hogar… cuando logra convencer a la sociedad que ella también puede crear, se encuentra con una gran muralla de incomprensión formada por la envidia o complejo de superioridad de sus colegas; después vienen los eternos improvisados críticos de arte, que al juzgar la obra de una pintora casi siempre exclaman: “¡Para ser pintura femenina… no está mal!”. Como si el color, la línea, los volúmenes, el paisaje o la geografía tuvieran sexo.”
María Izquierdo murió en 1955 a causa de una embolia, y en un entorno de pobreza. No obstante, es muy importante recalcar que el rol de las mujeres en el arte siempre ha sido importante, y es debido a nuestra sociedad patriarcal que se les ha opacado. Otras mujeres muralistas fueron: Isabel Villaseñor, Elena Huerta, Electa Arenal, Margarita Torres, Juana García de la Cadena, Rosario Cabrera y Rosa Rolando, Olga Costa, Rina Lazo, Fanny Rabel y Remedios Varo. En la década de 1960 las artistas muralistas que tomaron el relevo fueron: Elvira Gascón, Electa Arenal, y las muralistas que participaron en el proyecto del Museo Nacional de Antropología como Leonora Carrington.
El tema nos hace reflexionar acerca del papel de la mujer artista en el contexto mexicano, en cómo ha ido evolucionando. También sobre la competencia, igualdad o equidad en el área laboral, si gana más un hombre que una mujer, o si persisten los celos o envidias profesionales hacia la labor de las mujeres artistas.
Según datos de la Encuesta nacional de Género de la UNAM, nos dice que persiste la idea de que el hombre gane más que la mujer en un 34,7%. Y que, por salud matrimonial, la mujer debe ganar menos que el hombre: 27,9% de los hombres y 15,6% de las mujeres. Sobre el ser hombre o ser mujer: Al hombre se le continúa percibiendo con el trabajo (33.1%), la fuerza (25.3%), el valor (14.4%), proveedor (13.6%), machista y mujeriego (7.3%), violento (4.7%). No se identificaron desventajas en ser hombre, salvo la incapacidad de procrear. Desventajas de ser mujer: discriminación, desigualdad y biología.
¡Sin duda un gran avance es ir reconociendo y reivindicando el trabajo de las mujeres muralistas!
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