por Elio Arturo Villaseñor Gómez
En las últimas cuatro décadas las Organizaciones de la Sociedad Civil en México han contribuido a la transformación de la vida democrática del país desde distintos frentes, generando, por medio de demandas o propuestas de los sectores sociales, laboratorios ciudadanos de políticas públicas para desatar iniciativas con el fin de cambiar las políticas gubernamentales, tanto en el ámbito local, nacional e internacional
Al mismo tiempo, también hemos propuesto cambios legislativos en los sectores que más impactan a la sociedad. Por otro lado, en los últimos 10 años las osc también han coadyuvado a la implementación de políticas públicas, especialmente en educación, salud, cultura y proyectos productivos. Este largo proceso de las organizaciones, desató procesos a nivel territorial, temático y sectorial, sobre causas sociales, civiles y políticas.
A finales de la década de los ochenta las organizaciones sociales y civiles se vincularon para exigir los derechos políticos como un asunto central para pasar de ser actor público, para construir el actor de la ciudadanía para la transición democrática. En esta construcción se pueden observar claramente dos etapas:
Exigencia de derechos: Desde el movimiento de 1968, los miembros de la sociedad civil mexicana hemos exigido nuestros derechos y nuestro ámbito de responsabilidad. Esto significó romper con la idea de que la sociedad civil sólo tenía demandas y no derechos. La idea es que el ciudadano no es solamente un voto cada 3 o 6 años, sino que había que construir una ciudadanía que asume su rol de mandataria.
Actor de interés público: En la etapa actual tenemos una ciudadanía con vocación de incidencia. Es decir ser parte de la decisión del interés público. Es importante reconocer que actualmente ningún actor tiene la capacidad ni la fuerza para dar solución a los problemas públicos. Es decir, lo público no es exclusivo de nadie.
En este proceso se generaron nuevas formas de intervención de las organizaciones civiles, desde trabajar con la población abierta organizando campañas cívicas, así como poder colocar en la agenda tanto local como nacional los asuntos de los sectores sociales y civiles.
Este proceso generó dentro de los sectores sociales y civiles vínculos de coordinación y de complementación para poder influir, principalmente, en la ley de transparencia, género, derechos humanos y en la reforma política, donde se pudo lograr la ciudadanización del Instituto Federal Electoral.
Después de la alternancia aparece un actor civil diverso, plural y autónomo, donde cada sector irá construyendo sus iniciativas a partir de lo territorial y de lo temático.
Incidencia de las OSC en la política
Esto va a generar una gran innovación y creatividad de las organizaciones civiles para desatar nuevos temas, así como colocarse para que se le reconociera a nivel legal, con la aprobación de la Ley de Fomento para las Actividades Realizadas por las Organizaciones de la Sociedad Civil, promulgada el 9 de febrero del 2004, su derecho para incidir en las decisiones, en el seguimiento y en la evaluación de las políticas públicas.
En efecto, aun con todas sus limitaciones, esta ley estableció un parteaguas en las relaciones entre el gobierno y la sociedad, donde se nos reconoce como un actor de interés público, con el derecho a incidir en el rumbo de las políticas públicas. Además, a partir de su promulgación se fueron abriendo espacios al interior de los gobiernos y se formalizaron fondos públicos en apoyo a las actividades de la sociedad civil.
En este contexto hay una doble actitud. Por un lado, las OSC tienen que coexistir con los usos y costumbres del viejo régimen que, desgraciadamente, es lo predominante; y, por otro lado, se han abierto nuevas oportunidades para ir creando políticas de corresponsabilidad, transparencia y rendición de cuentas.
En este periodo como OSC pudimos proliferar en muchas regiones del país donde se consolidaron de manera novedosa modelos de intervención de la sociedad civil en muchos temas. Se pudieron generar fondos públicos con fondos privados, tanto nacionales como internacionales, para apoyar políticas públicas desde lo micro hasta lo macro.
Las organizaciones fuimos audaces para colocar temas en la agenda pública tanto local, regional o nacional sobre temas estratégicos para nuestro país. A pesar de las adversidades pudimos, como OSC, posesionarnos como un actor público, el cual no solamente criticaba o tenía una actitud de vigilar, sino que pudimos desatar procesos en la agenda pública desde una óptica ciudadana.
En este ambiente de la participación ciudadana por ir disputando espacios públicos, así como innovando nuevos modelos de desarrollo con rostro de participación ciudadana, nos encontramos en 2006 dentro de un ambiente de una elección de las más competitivas en nuestro país y donde se plantearon dos proyectos políticos diferentes.
Como todos sabemos, el desenlace de esta elección generó un ambiente de polarización y de no reconocimiento de una de las partes del resultado electoral. En este contexto, se profundizó en los gobiernos de todos los colores un ambiente de partidización del poder público. Por otro lado, se desarrolló una estrategia por parte de los actores políticos de desatar una guerra, donde entramos a una descalificación y una actitud de no dialogar con los contrincantes para llegar a acuerdos.
Además, se desató dentro de las OSC algunas tendencias donde algunos se colocaron de manera abierta en reconocer al “gobierno legítimo” y otros grupos consideraron que esta situación puede ser una gran oportunidad para que las OSC avanzaran como actores para incidir en la agenda pública y otras tendencias jugaron simplemente un papel de reforzar su papel como simples instrumentos de las políticas de los gobierno; algunas organizaciones ante la falta de recursos, que cada día son más limitados, o por la salida de muchas agencias de la cooperación internacional, tuvieron que cerrar sus instituciones.
En este contexto de polarización, la mayoría de los gobiernos de todos los colores favorecieron más sus políticas con aliados de OSC para implementar sus políticas públicas.
En el marco de la lucha política por el control del poder, conquistarlo o recuperarlo, la sociedad civil lo resintió, todos los espacios ganados con la Ley de Fomento se fueron perdiendo y se dejó fuera la visión de contrapeso de la ciudadanía hacia los poderes públicos.
En efecto, la mirada de los actores políticos hacia la sociedad civil ha sido de desconfianza y de amenaza, por lo que en este periodo se ha ido profundizando la percepción de que el papel de la sociedad civil es de ventanilla o de oficialía de partes. Además, hay una especie de revanchismo político donde se nos pide lealtad para servir a un proyecto o no somos aceptados.
En este contexto, las organizaciones hemos trabajando en un ambiente polarizado y de falta de recursos, sin embargo, hemos desatado procesos que van desde una actitud de resistencia hasta una cuestión donde queremos generar espacios para que quienes toman decisiones políticas en nuestro país incluyan no sólo los intereses de los grupos políticos o privados, sino que haya una visión de altura política para colocar los temas e intereses de la sociedad.
Desafíos actuales
Aunque ha habido grandes avances, así como nuevas formas de intervención de las organizaciones de la sociedad civil, hoy se plantea un nuevo reto de identidad, donde las OSC sean parte de las definiciones y decisiones del espacio público.
En este contexto, es muy importante poder construir OSC que tengan como identidad ser actores de interés público, así como su actuación, ya sea dentro de una visión intersectorial, y poder generar espacios de interacción para construir causas comunes.•