Ferdinand de Saussure explica en su libro cumbre que el lenguaje está en estrecha vinculación con el pensamiento pues existe una interconexión entre el concepto y la emisión de sonidos, entre el significante y el significado. Más adelante Benveniste, retomando estos planteamientos, llegará a afirmar que no podemos pensar a la sociedad, ni ningún ente de la realidad sin la lengua, por ello es que la lengua es el sistema por excelencia para el pensamiento.
Escribe Andrea Samaniego Sánchez
A partir de estos teóricos, podemos comprender que el lenguaje articulado es una concreción entre las reglas formales y pensamiento; un producto de lo social, intencionado y que responde a características específicas que se circunscriben en el tiempo y el espacio.
Y si bien es cierto que el denominar las cosas, es un ejercicio y acuerdo social, lo cierto es que tendríamos que pensar ¿por qué utilizamos determinadas categorías o formas de expresión en detrimento de otras? ¿quién y cuando han establecido estas formas de expresión como válidas?
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Los discursos son ejercicios de poder
A partir de estas interrogantes se afirma que los discursos son ejercicios de poder, entre quien puede establecer categorías y quien sólo las emplea. Palabra y sonido, obediencia y silencio.
Y dentro de la amalgama de discursos, existen tres que han logrado imponerse en la sociedad contemporánea: el patriarcal, el occidental y el capitalista. Con ellos nosotros observamos, medimos, determinamos lo bueno de lo malo, lo preferible y deseable frente a lo que no lo es.
El discurso patriarcal ha impuesto a una figura central como protagonista, el hombre, los relatos de héroes, protagonistas, científicos, empresarios y líderes abundan. Usan la palabra, se nombran, son.
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La reducción a los universales masculinos
Las mujeres, por el contrario, fuimos reducidas al masculino universal “los hombres”, no éramos, no somos, de ahí la exigencia a ser, a ser nombradas. Exigimos un espacio que desde el discurso se nos negó, reclamamos la existencia que nos otorga la palabra.
Esto implica un cambio en la mentalidad, en el uso y empleo de nuevas palabras, de señalar fenómenos que no se nombraban, no existían, los feminicidios son y así los debemos nombrar, y como éste, el mansplaining, gaslighting, manterrupting, manspreading, bropiating y otros micro machismos que ahora se señalan, se nominan, se revelan en la realidad.
El lenguaje es humano, lo construimos entre todos, estas incorporaciones sólo muestran que las mujeres estamos visibilizando lo que antes no, que ahora hemos tomado la palabra para cambiar la realidad.
Frases clave: Las palabras y el poder; las palabras y la visibilidad de las mujeres