por Nashieli Ramírez
De las 6.9 millones de muertes de niñas y niños menores de cinco años ocurridas mundialmente en 2011, una tercera parte estaba relacionada con la desnutrición. En México este año morirán por enfermedades vinculadas a la desnutrición alrededor de 10 mil infantes. Abelardo Ávila, del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición, calcula que en las últimas tres décadas han muerto en nuestro país poco más de un millón 300 mil niñas y niños por causas asociadas a la desnutrición y la pobreza.
Y es que los niños debilitados por la desnutrición son más propensos a morir por enfermedades infecciosas, como la neumonía, la diarrea y la meningitis. Las causas primarias de la desnutrición, están relacionadas con la pobreza, como son el acceso limitado a alimentos de calidad y la ingesta de leche materna deficiente en micronutrientes, como el zinc, la vitamina A y el yodo.
Sumado a lo anterior, debido a la desnutrición crónica, una cuarta parte de los niños en el mundo, presentan baja talla para su edad, que implica daños irreversibles en su desarrollo físico y mental. Según el informe “El compromiso con la supervivencia infantil: una promesa renovada” (UNICEF 2012), entre 1990 y 2011 el porcentaje de menores de cinco años de edad con baja talla se redujo a nivel mundial de 40% a 26%, pero, mientras que en la región Asia Pacífico se pasó del 42% al 12%, en América Latina pasamos de 22% al 12%, dato que refleja que algo estamos haciendo mal en este lado del mundo.
Desinterés
Cómo avanzamos en México hoy es una incógnita, el Censo Nacional de Peso y Talla, que se venía levantando desde 1993, y cuya última edición, la cuarta, data de 2004, fue cancelado por el DIF, sin mediar explicación pública.
En 2010, en el Estado de México se levantó un censo a nivel local, pero la visión nacional está perdida en lo que corresponde al sexenio que está por concluir. No se puede hablar más que de desinterés por los datos en la materia, si agregamos el retraso en la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición, cuyos últimos datos disponibles datan de 2006 y cuyo nuevo levantamiento debió concluirse el año pasado, para respetar la periodicidad, sin embargo, tendremos una ENSANUT 2011-2012; así como que la única encuesta a nivel de escolares que se realizó en el sexenio, la Encuesta Nacional de Salud en Escolares 2008, haya sido posible por los recursos de un fideicomiso en donde participaron Fomento Social de Banamex y la Fundación Gonzalo Río Arrontem.
Actualmente se monitorea el estado nutricional y el impacto de los programas en la materia, como puede ser el componente nutricional de Oportunidades, con registros administrativos, cuyas deficiencias en las tomas de peso y talla, entre otras, han sido reiteradamente señaladas. Seguimientos serios de vigilancia nutricional, como el que se venía realizando ligado al Programa de Apoyo Alimentario, llevando a cabo el seguimiento con mediciones de peso y talla y análisis clínicos sobre nivel de hemoglobina a 120 mil niñas y niños en zonas de alta marginación, están cancelados.
Desarticulación
En México contamos con una larga tradición de acciones y programas dirigidos a garantizar el recientemente elevado constitucionalmente derecho a la alimentación. Ya en los años veinte se ofrecían desayunos escolares a niñas y niños de las escuelas urbano marginales; y actualmente desde el nivel federal operan nueve programas: el único con que se inició en el actual sexenio es el Programa de Apoyo Alimentario en Zonas de Atención Prioritaria (2008), y se desarrollan desde 2003: Programa de Apoyo Alimentario, Programa de Albergues Escolares Indígena y Estrategia Integral de Asistencia Social Alimentaria; y tienen más una década de operación: Programa de suplementación con megadosis de vitamina A (1993); Programa de Abasto Social de Leche-Liconsa (1994); Programa de Desarrollo Humano Oportunidades (1997); Acuerdo Nacional para el enriquecimiento de harinas (1999); y el Programa de Abasto Rural-Diconsa (1999).
Si bien las evaluaciones externas realizadas a estos programas señalan logros, todas coinciden en indicar el imperativo de la coordinación con otros programas y la necesidad de que se evalué de manera integral el impacto de todos los programas sobre la nutrición de niñas y niños. Por ejemplo, la última evaluación disponible, que es la del Programa Evaluación de Consistencia y Resultados 2010-2011 del Programa de Apoyo Alimentario, señala que no se pueden sostener indicadores que hablen de reducción de la desnutrición si no se determina el nivel o porcentaje que se pretende reducir de la desnutrición de los niños menores de 5 años y en cuánto tiempo, y recomienda que se realice una evaluación entre los beneficiarios de los programas –cuyo objetivo es mejorar la nutrición en México– que permita tener elementos de análisis sobre los alcances de cada uno de ellos en el logro del fin y el propósito de la política alimentaria. Lo grave es que esto no sólo refleja un problema de investigación, sino la grave desarticulación de los programas, es decir, la ausencia de una política alimentaria y de combate a la desnutrición, ya que no existe una visión sistémica que vaya más allá de la suma de acciones.
Desidia
Los especialistas señalan que contamos con la capacidad técnica y los recursos económicos para abatir en un horizonte de entre cinco y seis años la desnutrición infantil en nuestro país, tal como lo hicieron en Chile y en Costa Rica; podemos apostar a una construir una un Política Nutricional y Alimentaria, con enfoque de bienestar y de derechos. Sin duda, es desidia no caminar en esa ruta y continuar observando desde el camino equivocado a cinco millones de niñas y niños con hambre; a un millón de menores de edad desnutridos; y enterrar al promedio de 25 infantes al día que mueren por causas vinculadas a la mala alimentación. •