De acuerdo con la información oficial disponible, hasta el domingo 14-03-2020 habían llegado al país 6.4 millones de dosis de las vacunas para prevenir la COVID19; hasta la misma fecha, se habían aplicado 4.21 millones de dosis; sin embargo, la cifra no corresponde necesariamente con el número de personas inmunizadas pues en la mayoría de los casos se requiere de dos dosis por persona.
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Un panorama en que las vacunas son solo el comienzo
El presidente de la República afirmó que se estarán aplicando de 200 mil a 300 mil dosis diarias a partir de esta semana. Es decir, considerando una media entre esas cifras, y que al año le restan 291 días, al cierre de diciembre se habría llegado, aproximadamente, a 50 millones de personas con la protección completa; es decir, alrededor del 40% de la población nacional.
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Debe recordarse, además, que las vacunas no evitarán que las personas seguiremos infectándonos del SARS-COV-2; garantizan, en un muy alto porcentaje, que no enfermaremos de manera grave o que no requeriremos de hospitalización; nada menos, pero tampoco nada más.
Las evaluaciones que ha presentado el CONEVAL respecto de los “programas prioritarios” de esta administración, muestran que es urgente su revisión y su modificación estructural. De hecho, puede sostenerse que las estrategias sociales planteadas al inicio del gobierno no tienen ya cabida ante los nuevos escenarios que nos ha impuesto la pandemia y que demandan capacidad de imaginación, empatía y capacidad de adecuación en el tiempo, dado que si algo tenemos en el horizonte es la incertidumbre.
Un diagnóstico que hace falta
Al mismo tiempo, es importante decir que aún no se ha llevado a cabo un diagnóstico integral respecto del severo impacto de la pandemia en la salud mental de los hogares, además del impacto económico. Sabemos que los niveles de estrés, ansiedad y duelo se han incrementado significativamente, y sabemos que el patrimonio de millones de familias se ha visto profundamente afectado; pero no sabemos aún cuáles serían los mecanismos idóneos para acompañar a esas familias en su recuperación, tanto económica como psicológica y emocional.
Desde esta perspectiva es urgente pensar en los esquemas para la construcción de una nueva normalidad auténticamente deseable; por ello el sentido de la urgencia es fundamental frente a los enormes dilemas que enfrentamos; y también por estas razones es prioritario comprender que las vacunas son solo el comienzo del proceso de recuperación que tanto necesita el país.
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El gobierno requiere de una nueva política social que cumpla con criterios elementales. El primero es que debe ser una política que supere el esquema de las transferencias de ingresos, condicionados o no; es cierto que es indispensable mantenerlos a fin de evitar que las familias carezcan de lo indispensable, pero deben acompañarse de nuevas estrategias.
La integralidad de la política social
En segundo lugar, la administración está aún a tiempo de darle a la política social un carácter de integralidad para generar sinergias positivas entre los diferentes sectores, fundamentalmente con el educativo, el de salud y el ambiental; pues sólo desde una estrategia así podrán generase nuevas condiciones estructurales para el bienestar. Debe comprenderse que un estilo de desarrollo sostenible es crucial para paliar los efectos de las nuevas epidemias que vendrán -no sabemos cuándo-, y para evitar la aparición de otras que pudieran ser aún más catastróficas.
En tercer lugar, debe comprenderse que se requiere de un nuevo estilo de desarrollo generador de empleos dignos. Eso puede lograrse en el mediano plazo y puede ubicar a México en un ciclo virtuoso de crecimiento con equidad, pero ponerlo en marcha implica modificar los criterios y prioridades de inversión que se tienen ahora.
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Otro estilo de desarrollo
Finalmente, urge pensar en un nuevo esquema de desarrollo que potencie la estructura federalista de nuestro país; que recupere perspectivas indispensables de desarrollo regional y local; y que potencie y dinamice las capacidades y vocaciones en municipios y regiones.
Todo ello sólo podrá consolidarse mediante un amplio proceso de diálogo democrático; que robustezca el pacto social nacional; y que lo dote de “rostros locales”; en síntesis, que sea capaz de convocar a toda la nación a un esfuerzo colectivo de enormes magnitudes, porque así nos lo exige el contexto que nos toca enfrentar.
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