Saúl Arellano

Los límites del lenguaje: entre Lord Chandos y Darío

¿Cuáles son los límites de la expresión escrita? ¿Y cuáles serían los límites expresivos, en el contexto de la escritura, de la poesía y, en general, de la literatura? Ambos temas son parte de un debate milenario en torno a qué es el lenguaje en general[1], y qué sería el lenguaje humano en particular. En este breve ensayo se explora el tema tomando como referencia la noción de los límites del lenguaje en Lord Chandos y Darío.

“Nuestro hablar obtiene su sentido del resto de nuestra actuación” Ludwig Wittgenstein, Sobre la certeza

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Esta discusión está relacionada también con la definición o noción que se tiene respecto de lo que se piensa que es la realidad y, en esa medida, respecto de la relación que se establece entre lo que es considerado como “el mundo de lo real” y el “mundo del lenguaje”.

Ese es el tema central de la “carta” del poeta austriaco Hugo von Hofmannsthal, mejor conocido bajo su pseudónimo Lord Chandos, dirigida a Lord Francis Bacon, durante su retiro al mundo rural inglés, del cual, según señalan algunos, sus coetáneos esperaban que surgiera una poesía mucho más poderosa que la que había entregado durante su vida en Londres[1].

El punto de partida de Lord Chandos

La crisis a la que se enfrenta Lord Chandos en la carta ficticia que escribió no es otra sino la que ya se anunciaba en toda la crisis del simbolismo que había percibido Baudelaire, y que podría ser interpretada como una crisis también del pensamiento moderno, sobre todo a partir de la obra de Nietzsche y de los llamados poetas malditos, quienes no sólo llevaron a una ruptura respecto de la idea del lenguaje como “espejo de la realidad”, o como “mero vehículo o instrumento de la comunicación”, sino también a una ruptura de la noción de la realidad como una totalidad explicable mediante el método científico.

Tal concepción la plantea Lord Chandos de la siguiente manera: “Por decirlo en pocas palabras: en una especie de constante embriaguez, la totalidad de la existencia se me revelaba entonces como una gran unidad; el mundo corporal y espiritual no formaban a mis ojos contradicción alguna, como tampoco la esencia cortesana y animal, el arte y la ausencia del arte, la soledad y la sociedad; en todo sentía yo la naturaleza, tanto en los desvaríos de la locura como en el refinamiento externo de un ceremonial español… y en toda la naturaleza me sentía a mí mismo…”[2].

Como se observa, lo que estalla en pedazos a través de la carta es nada menos que la concepción de la totalidad y la unidad asignadas a la realidad, tanto por el idealismo hegeliano, como por el positivismo de Comte, y en tiempos pretéritos en general, por lo que puede denominarse ciencias empírico-analíticas[3].

No hay, en ese sentido, más unidad, y mucho menos poder descriptivo o analítico del lenguaje que alcance para expresar lo que el espíritu humano puede percibir a partir de la fragmentación que surge de forma desencantada respecto de las promesas de la modernidad que pronto se revelarían también en toda su gama de contradicciones y crisis en la barbarie de los totalitarismos.

El modernismo en Rubén Darío

            Desde esta perspectiva, lo anunciado por Lord Chandos se encuentra igualmente expresado en la poesía de otros autores, por ejemplo, en la de Rubén Darío, quien, en la parte I de sus Cantos de Vida y Esperanza, escribirá la siguiente estrofa:

“Bosque ideal que lo real implica,

allí el cuerpo arde y vive y Psiquis vuela;

mientras abajo el sátiro fornica,

ebria de azul deslíe Filomela”.

            El primer verso: “bosque ideal que lo real implica” constituye una compleja construcción, pues, en términos estrictamente lógicos, no podría, de lo real, construirse ningún bosque ideal, a menos que la palabra “ideal” esté relacionada con lo deseable en absoluto. Pero eso no puede desprenderse de la estrofa, en la cual se señala que “el cuerpo arde y Psiquis vuela”.

            Lo que sí se encuentra en estos versos de Darío es la perpetua contradicción que caracteriza a la modernidad, y frente a la cual, como lo habría sostenido Octavio Paz, el papel de la poesía es la crítica. Y, particularmente frente al modernismo de Darío, afirmará: “El modernismo es una pasión abstracta, aunque sus poetas se recrean en la acumulación de toda suerte de objetos raros.

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Modernidad y lenguaje

Esos objetos son signos, no símbolos: algo intercambiable. Máscaras, sucesión de máscaras que ocultan un rostro tenso y ávido, en perpetua interrogación. Su amor desmedido por las formas redondas y plenas, por los ropajes suntuosos y los mundos abigarrados, delata una obsesión. No es el amor a la vida, sino el horros al vacío el que profiere todas esas metáforas brillantes y sonoras”[4].  Sonoridad que se encuentra además en este otro verso de Darío, contenido en el poema arriba citado:

“Tal fue mi intento, hacer del alma pura

mía, una estrella, una fuente sonora,

con el horror de la literatura

y el loco de crepúsculo y aurora”

Una vocación similar de búsqueda de escape del silencio y la imposibilidad del lenguaje de expresar lo inexpresable en conceptos y categorías lógicas se puede leer en esta estrofa del poema “Yo persigo una forma”:

“Y no hallo sino la palabra que huye,

la iniciación melódica que de la flauta fluye

y la barca del sueño que en el espacio boga;”

La búsqueda de los límites del lenguaje en Lord Chandos y Darío les hermana: ambos en la búsqueda de un lenguaje capaz de hacerse oír en medio de una modernidad trepidante. Aunque el primero lo hizo trazando una fuga completa y apostando por el silencio, y el segundo, por un lenguaje florido, una poesía que, citando nuevamente a Paz, es conocimiento mágico, visión que fusiona una dualidad cósmica.

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Notas

[1] Utilizo este concepto pensando en Walter Benjamin: “Sobre el lenguaje en general y sobre el lenguaje de los humanos”, en Benjamin, Waltaer, Iluminaciones, Taurus, España, 2018.

[2] Así lo refiere Esteban Ierardo en su texto: “La carta de Lord Chandos o sobre la condición inefable de la realidad”; texto disponible en internet en el siguiente enlace: http://www.ugr.es/~filosofiayterapia/ACTIVIDADES/Otras/Ateneo/La%20Carta%20de%20Lord%20Chandos.pdf

[3] Von Hofmannsthal, Hugo, Carta de Lord Chandos, Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Humanas, 2008.

[4] Una explicación precisa de qué caracteriza a este tipo de ciencias se encuentra en: Mardones y Ursua, Filosofía de las ciencias humanas y sociales, Fontamara, México, 2005

[5] Paz, Octavio, “El caracol y la sirena: Rubén Darío”, en Fundación y disidencia, Obras completas (edición del autor). T. 3, FCE, México, 1993, p. 143.

Bibliografía

Benjamin, Waltaer, Iluminaciones, Taurus, España, 2018.

Darío, Rubén, Poemas filosóficos, Hiperión, España, 2007.

Darío, Rubén, selección de poemas. Material de lectura editado en formato electrónico por la UNAM, disponible en el siguiente enlace: http://www.materialdelectura.unam.mx/images/stories/pdf5/ruben-dario-154.pdf

Mardones y Ursua, Filosofía de las ciencias humanas y sociales, Fontamara, México, 2005

Paz, Octavio, “El caracol y la sirena: Rubén Darío”, en Fundación y disidencia, Obras completas (edición del autor). T. 3, FCE, México, 1993, p. 143.

Ierardo, Esteban, “La carta de Lord Chandos o sobre la condición inefable de la realidad”; texto disponible en internet en el siguiente enlace: http://www.ugr.es/~filosofiayterapia/ACTIVIDADES/Otras/Ateneo/La%20Carta%20de%20Lord%20Chandos.pdf

Von Hofmannsthal, Hugo, Carta de Lord Chandos, Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Humanas, 2008.



Saúl Arellano

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