La novela gótica femenina es una de las primeras corrientes literarias en darles voz e identidad a las mujeres del siglo XIX. Por ello, y con la intención de explorar la importancia de las mujeres en el mundo literario, inicio este viaje de Tinta rosa hablando de este. Dicha corriente fue una de las primeras en dar voz propia a las mujeres con un discurso que para ese momento era rebelde, crítico, disruptivo y transgresor. Por medio de su narrativa, las autoras cuestionaron los roles de género a través de personajes femeninos innovadores. Además esta corriente funcionó como un mecanismo liberador tanto para las escritoras como para sus lectoras, brindando un espacio para la reflexión, el autoconocimiento y la libertad. De esta manera, la Literatura Gótica Femenina se convirtió en un hito fundamental en la historia literaria, rompiendo barreras y abriendo camino a futuras generaciones de escritoras.
Un articulo de: Silvia Tapia Poma
La literatura gótica nació en Inglaterra a finales del siglo XVIII, alcanzando su auge durante el Romanticismo del siglo XIX y persistiendo durante la época vitoriana. Surgió entre otras cosas como respuesta a los excesos del neoclasicismo ilustrado y su desproporcionado énfasis en la razón, los autores góticos exploraron aspectos de la realidad que trascendían la comprensión racional. En este contexto, el miedo y lo sublime ocuparon un lugar central, abordando fenómenos internos como sueños, traumas psíquicos y deseos ocultos, así como fenómenos externos como fantasmas, visiones de ultratumba, voces de muertos, maldiciones, paisajes inhóspitos y tormentas.
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Autores como Anne Radcliffe, Matthew Lewis y Mary Shelley contribuyeron significativamente a este género, creando obras que reflejaban la complejidad y la oscuridad de la condición humana.
La literatura gótica se fundamenta en la contraposición entre ciencia y la razón, y los fenómenos inexplicables que escapaban a su dominio. Esta tensión inicial daría forma a la estética, personajes y elementos del género. La primera obra considera del género fue El castillo de Otranto (1764) de Horace Walpole, esta novela sentó las bases para el desarrollo de la literatura gótica, introduciendo elementos clave como la atmósfera oscura, la arquitectura gótica, los secretos familiares y la superstición.
El castillo de Otranto estableció el tono de la literatura gótica y su legado puede verse en la persistencia de estos elementos.
Anne Radcliffe, una figura clave en la evolución del género, sentó las bases de lo gótico femenino. Al convertir a sus protagonistas mujeres en heroínas y abordar la vida doméstica desde una perspectiva de encierro y terror, Radcliffe creó un camino para las escritoras que buscaban explorar temas relacionados con la condición femenina desde el enfoque del miedo y la opresión dentro del hogar y la vida familiar.
Posteriormente, otras escritoras destacadas continuaron este legado, entre ellas Mary Shelley, Elizabeth Gaskell, Emily Brontë y Charlotte Brontë. Estas autoras profundizaron en la exploración de la experiencia femenina consolidando su narrativa y convirtiéndolo en un subgénero influyente.
Si bien es cierto que lo gótico femenino tiene sus particularidades, es evidente que en términos generales la novela gótica, es decir, lo gótico masculino y lo gótico femenino deben cumplir ciertas condiciones para ser consideras como tales:
Además de cumplir con las ocho condiciones ya mencionadas, la voz femenina en la literatura gótica aportó al mundo de las letras sus propios elementos originales, es por ello, así como porque fue una ficción escrita para mujeres, que algunos expertos crearon una categoría especifica, conocida como lo gótico femenino o en inglés Female Gothic (término de Ellen Moers usado en Literary Women). Entonces los elementos específicos de la literatura gótica escrita por mujeres son los siguientes:
Son dichas características lo que creó la voz propia de las mujeres en la literatura gótica y que permitió que la corriente fuera una narrativa con la que las mujeres del momento se sintieron identificadas porque sus novelas abordaban temas como los miedos silenciados, la negación de su libertad, la opresión patriarcal, la búsqueda de una identidad propia, la cárcel de lo domestico, el encierro físico o psicológico, la transgresión de umbrales, los castigos, la muerte, la represión, la violencia, la desobediencia femenina, los secretos o el control masculino.
Novelas como Frankenstein de Mary Shelley, Jane Eyre de Charlotte Brontë y Cumbres Borrascosas de Emily Brontë reflejan esos temas.
Estas obras, así como muchas otras dieron voz a las mujeres, les permitieron explorar sus miedos, deseos y aspiraciones en contexto social restrictivo y patriarcal.
Escribir ha sido siempre una forma de liberación y leer una manera de identificarnos con el otro (en este caso con las otras), de no sentirnos solos o solas. Para las mujeres del siglo XIX la voz femenina en la narrativa gótica les permitió encontrarse en las páginas de algún texto y poder escapar por un momento de la cárcel de su cotidianeidad, del terror de su vida doméstica, de la muerte en vida, de sus fantasmas, del encierro o de la terrible sensación de sentirse prisioneras e impotentes bajo el yugo del poder patriarcal.
Fue por medio de heroínas como Jane de Jane Eyre, Catherine de Cumbres borrascosas o Lois de La bruja Lois que a las mujeres se les otorgó una voz y por primera vez se les permitió ver que una mujer podía ser libre para de sentir, pensar, hablar, actuar… pero sobre todo que tenían la capacidad de tomar decisiones. La narrativa gótica femenina fue un catalizador para el cambio, permitiendo a las mujeres imaginarse autónomas.
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Concluyo estas primeras líneas de Tinta rosa y con ellas este viaje por la literatura gótica femenina, pero la huella de estas mujeres y sus historias permanece. ¿Qué otras corrientes literarias pueden iluminar nuestro entendimiento de la experiencia femenina? Espero compartir más reflexiones con ustedes pronto.
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