Dedico este artículo a la memoria del Ingeniero Carlos Rojas. Hombre decente, maestro, y sin duda ejemplo de compromiso con un país de justicia y dignidad
México se encuentra muy lejos de ser un país comprometido con la garantía universal, integral y progresiva de los derechos humanos; aún y cuando ello es el mandato del artículo 1º de nuestra Carta Magna, y que están en la base del paradigma que hoy nos rige y que es de cumplimiento obligatorio para todas las instituciones del Estado.
Escrito por: Saúl Arellano
En un artículo de la semana que corre, publicado en México Social, Enrique Provencio documenta que apenas este año volveremos al nivel económico del PIB per cápita del 2018, pero apunta que todavía hay 14 entidades de la República que están lejos de ese nivel.
Por su parte, en sendos artículos del más alto nivel, Mario Luis Fuentes ha llamado la atención en torno a la violencia política y a las implicaciones que tiene para el país la prevalencia y cada vez más patente actividad del crimen organizado en actividades políticas; y en su cada vez también más abierto desafío al Estado y a la vida institucional del país.
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Lo que es evidente es que en nuestro país el eje de la discusión pública de las campañas presidenciales debería ser cómo avanzamos hacia la construcción de un país que transita por primera vez en su historia, a una estructura de gobierno que tenga como principal objetivo la garantía de todos los derechos sociales, económicos, ambientales y culturales de la población.
Porque de ello depende abatir no sólo la pobreza, sino sobre todo reducir las inaceptables desigualdades que han sido una constante en el país desde que fuimos colonia española y a lo largo de nuestra vida independiente. En efecto, si algo nos caracteriza son las profundas brechas que se mantienen en todos los ámbitos relevantes para la vida de las personas.
Preocupa sobre manera que, hasta ahora, las precandidatas punteras no hayan salido de la lógica de los “dimes y diretes”; porque aún cuando no es posible legalmente que planteen proyectos o propuestas de país, lo cierto es que bien podrían perfilar una campaña donde se marque una diferencia radical de todo lo que hemos visto, y en la cual se haga patente que el discurso y la mentalidad patriarcal por fin tendrá un quiebre en las más altas esferas del poder público en México.
Por su parte, la candidatura de MC no ha pasado de ser una oferta de lugares comunes, y en la que la tontería relativa a que “la vieja política se metió con la generación equivocada”, no es sino reflejo de la inmadurez del gobernador de Nuevo León y de la estrechez del pensamiento político que propone para pensar a México, como si se tratara de una cuestión de lucha entre personas viejas y jovenes.
Como mexicanas y mexicanos, estamos obligados a hacernos cargo de la cuestión social del país. Y eso significa hacernos cargo de garantizar esferas de justicia que vayan mucho más allá de lo mínimo; pues justamente de lo que se nos ha tratado de convencer, tanto en el discurso neoliberal, como en la demagogia populista, que el reto están en conseguir “mínimos de bienestar” o, por el otro lado, romantizando la pobreza haciendo apología del conformismo y la resignación ante la carencia.
Debemos ser capaces de imaginar, como generación, en primer lugar que es posible construir un sistema educativo nacional que dé cobertura universal, laica, gratuita y de calidad, desde el preescolar hasta la Universidad; pero además, un sistema preparado para enfrentar la revolución científica y tecnológica que está en marcha, y que posiblemente se acelere aún más en su dinámica de cambio; a tal grado que no es descabellado pensar en que las personas deberán reinventarse dos o quizá tres veces laboral y educativamente hablando a lo largo de sus vidas.
Tenemos el mandato ético de construir un sistema de salud universal, que sí se sustente en un modelo de prevención, pero que, sobre todo, tenga como principal mandato abatir la enfermedad y la muerte evitable; es decir, lograr que las personas tengan acceso al disfrute del máximo nivel de salud posible, lo que incluye salud mental, así como una adecuada nutrición.
Estamos obligados además a replantear el curso de desarrollo para que puedan crearse los empleos de calidad que se requieren para que haya salarios y prestaciones dignas; pero que también se tenga la capacidad de garantizar el desarrollo sostenible; promoviendo una nueva cultura de consumo responsable; y al mismo tiempo, promoviendo una visión de mundo en la que el compromiso con el medio ambiente sea una cuestión que se asuma como vital para todas y todos.
México debe caminar además hacia el sendero de la paz y la reconciliación. Pues no es aceptable que nos contentemos con políticas que nos proponen una “reducción gradual” de la criminalidad y la delincuencia, cuando lo que es urgente es construir una nueva lógica civilizatoria en la que el valor de la vida sea considerado como el bien social más apreciado y que nos lleve a una ética que no exija fundamentos para respetar y cuidar de las y los otros.
Lo deseable es escuchar planteamientos serios de quienes quieren gobernarnos y representarnos, tanto en lo federal como en lo local; porque seguir por la ruta de las gracejadas y los discursos frívolos no puede aceptarse como nuestro destino inevitable.
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