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Los arquetipos de la mujer en la Edad Media

“La mujer es un hombre incompleto”. Aristóteles.

“En lo que se refiere a la naturaleza del individuo, la mujer es defectuosa y mal nacida”. Santo Tomás de Aquino.

“Me preguntaba cuáles podrían ser las razones que llevan a los hombres, clérigos y laicos a vituperar a las mujeres, criticándolas, bien de palabra, bien en escritos y tratados”. Cristina de Pizán.

En la Edad Media encontramos imágenes que aluden a la sexualidad, a la violencia y también a lo sagrado. Es la época de las peregrinaciones, de emprender recorridos a destinos que podrían ser célebres santuarios, como ir hasta la tumba de Santo Tomás Becker en Canterbury, o ir hasta Jerusalén para admirar los santos lugares, o visitar Roma para postrarse ante el sepulcro de San Pedro, o aventurarse a Santiago de Compostela. Básicamente el arte medieval se da desde el siglo V hasta el siglo XV, y tendrá distintos periodos como el Bizantino, el Románico y el Gótico, y se expresa a través de disciplinas como la arquitectura, las miniaturas, la escultura y orfebrería, manuscritos ilustrados, frescos, pinturas en tabla y mosaicos. Asimismo, también fue la época de Las Cruzadas, y de la Guerra de los 100 años, y del surgimiento de las Universidades.

Sigue a la autora Mónica Muñoz en Twitter: @Monimunoz_mx

En definitiva, la Edad Media se alza ante un contexto feudal donde junto al monje, el abad y el obispo, se perfilaban las figuras del guerrero, el caballero y el rey, siempre sujeto al dominio del poder papal. Sin embargo, en esa época, el 90% de la población era campesina y las mujeres vivían a la sombra de padres, maridos o clérigos. Fueron tiempos en los que predominó el alfabetismo. Las monjas durante este periodo también habitaron conventos mirando a Cristo con el que querían desposarse, y a la Virgen María deseando ser como ella y alcanzar su piedad y santidad.

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La Edad Media forjó ideas que predominan en la cultura cristiana hasta hoy en día. Fue una sociedad que tenía como base el cristianismo. Ken Follet, uno de mis escritores favoritos, retrata muy bien estos escenarios en dos de sus libros magistrales “Los Pilares de la tierra”, y “Un mundo sin fin”, él así como algunos historiadores nos explican como cada calamidad, malas cosechas, epidemias, guerras eran considerados como castigos divinos.

Ahora, los arquetipos fueron definidos por Carl Gustav Jung, siquiatra contemporáneo de Freud, a principios del siglo XX. Básicamente se refieren a que existe un “inconsciente colectivo” o “memoria colectiva”, algo que no pertenece sólo al individuo, y que está conformado de todos aquellos símbolos y elementos de significación que son referentes de la cultura y que se han ido tejiendo a lo largo del tiempo. Los “arquetipos”, como moldes o patrones, son universales y se pueden encontrar bajo diferentes formas en prácticamente todas las culturas.

EVA

Por otra parte, las sagradas escrituras con el Génesis hablando de Eva, acabaron de sentar la base acerca de lo que se entendía sobre la mujer. Eva, compañera de Adán fue creada por Dios para que ella le hiciera compañía a él. Fue ella la tentadora que hizo pecar a Adán, y gracias a esto se crea el pecado original y expulsaría a la raza humana del paraíso. “Parirás con dolor” dice el Génesis.

Mientras que Santo Tomás de Aquino dejó escrito en su Summa Theologica: “Tal y como dicen las escrituras fue necesario crear a la hembra como compañera del hombre; pero como compañera en la única tarea de la procreación, ya que para el resto el hombre encontrará ayudantes más válidos en otros hombres, y a ella solo la necesita para ayudarle en la procreación” (Valero, 2016). O sea, la mujer como un mal necesario. Y de esa manera se fue forjando el arquetipo de Eva. Por supuesto que hubo ilustres mujeres que rompieron ese molde, mujeres, por cierto, muy valientes como Cristina de Pizán, Hildergarda de Bigen, Leonor de Aquitania, Juana de Arco, Urraca de Castilla, son solo algunas.

Hay que tener en cuenta una cosa, que no cualquiera podía leer las sagradas escrituras en ese periodo, el hacerlo era considerado herejía, ¿y quiénes sí podían hacerlo? Pues los sacerdotes de las parroquias, los abades, los obispos en las grandes catedrales que eran los intermediarios de Dios en la Tierra y sólo ellos podían trasmitir la palabra divina. De hecho, la imagen más recurrente en las ilustraciones y obras pictóricas, es precisamente la que recrea la escena del pecado original, esa en la que Eva tienta y hace comer la manzana a Adán. La Iglesia repitió una y mil veces este discurso haciendo referencia a que el sufrimiento y la desdicha provienen de Eva.

Y como dice la escritora Sandra Ferrer Valero en su libro Mujeres silenciadas en la Edad Media: “La Iglesia explicaba la creación del hombre utilizando el versículo 2:22 del Génesis, que decía: “Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre”. Pero un poco antes, en el mismo Libro Sagrado, en el versículo 1:27 se escribió: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”. Ojalá hubieran difundido más éste que el primero.

De hecho, existe una tradición hebrea antigua que habla de una primera compañera de Adán, Lilith, quien se enfrentó a éste por la posición que debía adoptar durante el acto sexual; se negó a asumir su rol pasivo y sumiso, y obviamente su castigo eterno fue ser entregarla a Satán.

La Virgen María

Los siglos XII y XIII fueron sin duda los de mayor esplendor de la Virgen María, implorando su protección en ermitas, catedrales, e iglesias. Así, de este modo proliferará la imagen de María con Jesús en brazos. Lo interesante es que esta conceptualización de la imagen surge de un impulso popular y se le promovería. De este modo, María empezaría a estar presente en los púlpitos en los que se hablará de su pureza y virginidad convirtiéndose en el estereotipo de mujer santa y piadosa: un papel modelo.

Sólo que había todavía un cierto problema pues al ser consideradas las mujeres descendientes de Eva, eran asumirse como pecadoras y fuente de mal, intentando querer llegar a ser como María emulándola como esposa y madre sumisa, o como virgen. Como dice George Duby en su libro Historia de las mujeres: “alabar a la Virgen-Madre no es, en absoluto, rendir homenaje al conjunto de sus más modestas hermanas”. (Perrot, 1994). La virginidad de María hacía imposible que una mujer común y corriente pudiera seguir sus pasos y mantener a su vez la pureza en su cuerpo. No obstante, el arquetipo de María dio consuelo a las hijas de Eva, pues con su virginidad abrió un camino más esperanzador y fue algo más positivo para la connotación de la mujer medieval.

Podemos rastrear su representación desde las Catacumbas del arte Paleocristiano en hermosos frescos del siglo II. Y el modelo de representación se va a ir modificando mostrando a una Virgen que amamanta (Madonna Lactans) en el siglo XIII que seguirá el modelo bizantino, hasta representarse como embarazada. Justamente fue hasta el Concilio de Trento en el siglo XV que se prohibió esta manera de representarla. Hay que decir que la mujer fue relegada en la sociedad medieval, pero el poder eclesiástico utilizará la imagen femenina como símbolo del poder heredado de las diosas antiguas, sin dejar de ser un estereotipo.

María, esposa abnegada y sumisa

María aparece en los textos sagrados en el pasaje de las Bodas de Caná, en el cual Jesús hace su primer milagro. No obstante, la imagen de María en este contexto del medievo es también la de la esposa sumisa. La unión sagrada de un hombre y una mujer queda descrita en la frase de Marcos en el versículo 10:9 “Por tanto, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”. Si repasamos un poquito la historia del matrimonio, hay registro de ello en el siglo XII en el que se establece el rito como lo conocemos, con un sacerdote ante el altar y los novios enfrente; el matrimonio como sacramento de hecho es algo que se irá conformando a lo largo de los siglos del medievales; constituyéndolo como ese contrato que busca el bienestar de ambos cónyugues, pero cuyo objetivo es la procreación. Pero el matrimonio se consideraba más como un contrato económico y social en donde el amor no aparece en ningún momento como objetivo primordial.

Los siglos medievales recuperarán la imagen de María como modelo de perfección y de sumisión, lo podemos ver en Lucas 1:38 en la respuesta de María a la Anunciación del Señor: “Aquí tienes a la sierva del Señor. Que él haga conmigo como me has dicho”. En cierto modo, María debía hacer la voluntad del hombre, igual a una esposa abnegada. Santo Tomás de Aquino, a su vez, condenaría cualquier intento de alcanzar el placer sexual en las mujeres; lo bueno es que esa idea se fue debatiendo posteriormente aludiendo a que el goce era necesario para que se engendrara un hijo sano y bello. Las mujeres medievales vivían el embarazo y el parto rodeadas de matronas y parteras. Cuando el bebé nacía la madre se hacía cargo de su alimentación y educación durante sus primeros años, al mismo tiempo que cuidaba de su casa, la limpiaba, y se preparaba para el siguiente parto.

Reflexiones finales

Todavía hoy en día es común vislumbrar o escuchar comentarios en los que se le atribuye a la mujer esa figura de tentadora ante el hombre: “ella es la provocadora”, o “ella fue quien lo tentó y lo hizo caer”. Y así… podemos reflexionar sobre si todavía se sigue ennobleciendo el trabajo de esposa y madre abnegada hasta nuestros días preponderando sobre otras cualidades y realización de la mujer. Asimismo, preguntarnos qué tanto de estos ideales marianos continúan vigentes y bajo qué ideologías imperantes. También reflexionar sobre cómo es el tipo de sociedad que tenemos en México; recordemos que en una sociedad patriarcal el hombre ostenta todos los privilegios.  Y lo malo es cuando la mujer cree y piensa que sin un hombre está incompleta, más si se definen bajo la premisa del amor, del tener familia para forjar su identidad (situación que es muy común).

Ahora con base en datos estadísticos, la Encuesta General de Género de la UNAM, muestra información importante en nuestro país, como el que siguen prevaleciendo los estereotipos tradicionales hacia la mujer en la maternidad y el cuidado de los otros, mientras que al hombre se le continúa percibiendo con el trabajo, la fuerza, el valor, el ser proveedor, machista y mujeriego, violento. Y que entre las desventajas de ser mujer aún están: la cuestión de la discriminación, la desigualdad y lo que se piensa de nuestra biología.

En lo que corresponde a la maternidad más hombres (33,6%) que mujeres (31,4%) apuntan a la maternidad como sustantiva en la “realización” de las mujeres. Sobre la paternidad no dicen que no es condición necesaria, tanto para hombres (34,7%) como mujeres (36,7%). También vemos que la felicidad de un hijo depende de que en el núcleo familiar haya padre y madre (80%), que es preferible que el primer hijo sea hombre (31,3%). Y entre los retos de las mujeres al ser madres continúa siendo: enfrentar la vida sola (15.6%), el cuidado de los hijos (12.9%), desempleo (9%), falta de recursos (8.8%), limitaciones profesionales (1%). ¡Interesante!  ¿verdad?.

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