Comienzo compartiendo una breve historia. Hace ya miles de años, existió en Grecia una ciudad llamada Troya; caracterizada por una geografía privilegiada y una fortificación que la hacía impenetrable por la fuerza ante el asedio griego… Hasta que, sin saberlo, los troyanos dejaron entrar al enemigo en casa y fueron derrotados ¿Cómo ocurrió esto?
Puedes seguir al autor José Ojeda Bustamante: @ojedapepe
Sucede, que frente a lo estéril de la fuerza, surgió la pericia. Los griegos simularon una retirada y ofrecieron a los habitantes de Troya un obsequio de reconciliación: un caballo de madera del que, caída la noche y con la guardia totalmente desprevenida, salieron aguerridos soldados griegos que en un movimiento sorpresivo y ágil, tomaron el control de la desprevenida ciudad de Troya.
Comenzó así, la destrucción de este bastión, una ciudad que no fue derrotada desde afuera, sino desde adentro.
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Algo así, puede ocurrir con MORENA, por las siguientes razones.
MORENA llegó al poder como un movimiento-partido que aglutinó en su seno a diferentes corrientes, ideologías y personajes de toda índole que, en medio de una serie de coyunturas y alianzas, se cohesionaron bajo el pegamento de la figura y el paraguas de la marca AMLO.
Con AMLO como marca, me refiero al discurso e idea asociada por la población respecto a su figura: 18 años de campaña en una larga travesía en el desierto electoral, lograron posicionar a AMLO como un personaje austero, del pueblo, incorruptible, afable y sencillo; virtudes éstas que en términos de marketing político, sirvieron de paraguas ideológico y se extrapolaron, por lo menos en el plano narrativo, a todos los candidatos que compitieron bajo la figura de dicho partido. El triunfo fue arrasador en el 2018.
Hay un famoso refrán que reza: “cuando baja la marea se descubre quién nada desnudo”. Dicho así, terminada la embriaguez del triunfo inicial, Morena, al bajar la marea se descubrió a sí mismo como partido no muy bien parado, o un tanto desvestido, por seguir la analogía planteada.
Salieron a flote de esta manera, con el pasar de los años y ante nuevos procesos electorales, el mosaico, la pluralidad de perfiles, ideologías, vicios, y demás que hacen que hoy en día, mientras que la aprobación del presidente se mantenga estable e incluso sea motivo de difusión en las mañaneras como uno de los mejores presidentes evaluados en el mundo, el partido que él fundo, no corra con la misma suerte.
MORENA, como Institución no ha cumplido ni ha estado a la altura de la expectativa ciudadana, corriendo el riesgo de convertirse en una mera agencia de colocaciones ante su todavía, alta “rentabilidad electoral”.
Y es que su principal activo y en donde se enmarca el éxito de liderar las encuestas, cualquiera que ésta sea y desde la metodología elegida es la figura de AMLO y su nombre asociado al partido.
MORENA, logró llegar a la presidencia y conquistar diferentes esferas de representación con el apoyo de un amplio abanico de votantes, seducidos por la alternancia de cambio y por una agenda progresista.
Feministas, ambientalistas, intelectuales, una clase media ilustrada y tendencias progresistas apoyaron el triunfo de MORENA; sin embargo, una vez conquistado el poder, la agenda legislativa y programática no siguió las expectativas generadas.
MORENA no ha enarbolado una agenda propia, congruente y consistente, con un sector, si bien no tan numeroso, sí fundamental en la posibilidad de generar agenda pública y orientar las opiniones que generan resonancia en el sistema político mexicano.
De esta manera se aprobaron legislaciones “contrarias” al medio ambiente; se priorizaron los combustibles fósiles por encima de lo sugerido por los medioambientalistas, y en la antesala de la distopía que dibuja el cambio climático.
Se renunció de igual manera de facto, a la agenda integral de género, limitándola a contar con un gabinete paritario, e incluso postulando en penosas situaciones a agresores contrarios al discurso feminista.
A la par se reorientaron los estímulos científicos, marginando a universidades privada e incluso, se han aprobado legislaciones como la de recolección de datos biométricos y seguimiento digital de las personas. Esto ha levantado en otras latitudes geográficas hondos descontentos y movimientos a favor de la privacidad de los datos.
Todo lo anterior, sin afirmar que sean verdades; verdades a medias, lo que sí, que no han logrado una contra argumentación consistente, creíble, que fortalezca y defienda los postulados del López Obrador.
De modo tal que, tanto en lo programático como en los perfiles elegidos, MORENA como partido ha venido deteriorando la coherencia entre su SER y su HACER. Contraviniendo sus orígenes, a su fundador, de quien nadie duda de su carisma y su verificabilidad de su liderazgo.
Y ni qué decir de varios candidatos a gobernadores, a diputados, a presidentes municipales, que rondan sus postulaciones en lo incongruente y en lo exagerado; todo lo anterior sin perder de vista, que tampoco en el bloque opositor sea congruente, la diferencia es que estos últimos no lo presumen, ni mucho menos se asumen demócratas.
En la historia que compartimos al principio. No hubo punto de retorno. Troya fue derrotada desde adentro, por sobrada confianza en su fortaleza.
Depende. Ya que, como dijera Voltaire si bien la historia no se repite, los hombres sí que lo hacemos. Bien haría el partido, pasado el presente proceso electoral en hacer una introspección sobre el rumbo y el camino a elegir como una opción más en el espectro ideológico existente, buscando pasar así del ímpetu inicial y la dependencia a su líder y fundador, a representar una oferta razonable, real y congruente. Vamos, que la política es tal en tanto genera acuerdos y avanza en consecuencia. Antes que desaparezca como fugaz meteorito.
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Frase clave: Los caballos de Troya de Morena
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