El domingo 13 de noviembre se dio una marcha que bajo el lema #ElINENoSeToca convocó a un grupo de la población mexicana. Salvo la manifestación de mujeres que año con año convoca a cientos de miles, exigiendo al presidente mexicano romper el pacto patriarcal y al Estado detener la violencia feminicida, esta sería la segunda marcha que aglutina a diversos sectores de la población exigiendo un tema sobre la reforma político-electoral en la que no se toque la autonomía del Instituto Nacional Electoral.
Escrito por: Andrea Samaniego Sánchez
Existen varios puntos álgidos en torno a esta reforma, sin embargo, habría que destacar que es en torno a la implementación de mecanismos de democracia directa para la elección de consejeros y magistrados el que crea mayores dudas para algunos de los que salieron a marchar.
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Fue bajo esa consigna que tomaron diversas calles y plazas: Nuevo León, Morelos, Veracruz, Guerrero, Durango, Hidalgo, Yucatán, Nayarit, Tamaulipas, Aguascalientes, Campeche, Sonora, Zacatecas, Michoacán, Tabasco, Querétaro, Guanajuato y la Ciudad de México, con diversos conglomerados, pero convencidos que había que salir y mostrar su desacuerdo.
Y es que es el desacuerdo, la pluralidad y el respeto a la diferencia lo que constituye los núcleos duros de la democracia. Una democracia que se piensa y existe desde la pluralidad, desde los muchos que tienen proyectos distintos y que se piensan y existen de forma diversa, nada más peligroso que la evocación al relato único, al pueblo y al todos único y en teoría universal.
Desde ayer las descalificaciones no han parado, por uno y otro de los polos. Y en medio, la nada, el vacío. Donde debiera existir el diálogo, desde las autoridades y la ciudadanía, sólo existen los vituperios y el no reconocimiento hacia la legitimidad del otro.
Los muchos que salieron a las calles le hablaban, al parecer a uno, al que detenta el poder en Palacio Nacional, al presidente de todos que, como pocos, ha aguantado los embates desde el poder, pero ahora que ocupa ese lugar, no ha abonado para establecer el tejido social que tanta falta nos hace. Los otros, los grupos que ahora se erigen como oposición tampoco construyen. Ambos tensionan la cuerda.
El discurso tirante de ambos extremos hace cada vez añorar por vasos comunicantes, posibilidades de concordia, lazos que permitan reestructurar aquello que, en momentos, se lee imposible, aunque todos formamos parte de la misma comunidad, el mismo Estado.
La interlocución de ambos actores, de ambos bandos, como si de una lucha se tratara, se convierte en zona de conflicto que replica en todos los ámbitos: laboral, académico, familiar.
Este clima de animadversión es tal que a menos que se modifiquen los discursos, desde la autoridad y la oposición, el día de mañana tendremos una situación social que será difícil de modificar, porque cuando el diálogo se rompe, el discurso se trastoca y la política es difícil de llevar a cabo.
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