Escrito por 12:00 am Cultura, Saúl Arellano • Un Comentario

Los fantasmas no existen

Cuando los científicos hablan con seriedad de los temas que le interesan a la mayoría de las personas, definitivamente tenemos que escucharlos. Eso fue lo que hicieron recientemente Neil deGrasse Tyson, quien es uno de los más reconocidos astrofísicos a nivel mundial, y Brian Cox, uno de los principales investigadores en el gran colisionador de hadrones del CERN.


En el programa The Infinite Monkey Cage, el cual se transmite a través de la BBC Radio, la discusión que sostenían derivó en un comentario que resulta colosal en sus implicaciones frente al pensamiento mítico-religioso y, en evidencia, frente a todos los sistemas de creencias religiosas.

Brian Cox sostiene que los fantasmas no existen. Ya antes lo había explicado en otros foros y su argumento es el siguiente: si los fantasmas existen, no podrían estar constituidos por materia, sino por alguna forma de energía —la que sea—, y para tener contacto con ellos, esa energía debería ser capaz de interactuar con las partículas de la materia de la que estamos hechos nosotros y todo el mundo natural.

Añade Cox: si esa energía existiese, ya hubiese sido detectada por el gran colisionador de hadrones. De hecho, para considerar teóricamente su existencia tendría que inventarse una extensión de la teoría de la física de partículas, lo cual es, en palabras del científico, “prácticamente inconcebible”.

Entiéndase: no se trata del lugar común por el que se afirma que “hay cosas que la ciencia no puede explicar”. En este caso, la ciencia sí está explicando la imposibilidad hipotética, teórica y factual de que los fantasmas existan.

Hay consecuencias de un calibre mayor implícitas en la declaración de Cox. Él sostiene que, si hay algo inmaterial que puede sobrevivir a nuestra muerte física, eso sería lo que constituiría la energía de la cual los fantasmas estarían hechos. Sin embargo, lo que ni Cox ni deGrasse derivaron es que tal energía es precisamente lo que se asume es el alma.

Dicho de otro modo, el gran colisionador de hadrones permite refutar la existencia del alma, al menos en el sentido en que ha sido pensada en todas las religiones. De tal forma que, la discusión ahora debería centrarse en torno a la pertinencia de tales sistemas y, por supuesto, de las poderosas estructuras institucionales que han creado para someter a millones, a lógicas de dominio, vejación y violencia homicida.

La discusión es seria. Si la ciencia permite argumentar que la existencia del alma es teórica y físicamente imposible, entonces es hora de discutir la urgencia de asumir, más allá de los códigos morales de las religiones, la construcción de una ética sin fundamentos, para lo cual, pensar en un filósofo como Levinas es de suma ayuda.

Frente a la perspectiva científica, ya no vale la posición ridícula y simplista ya mencionada, respecto de que “hay cosas impenetrables para la razón”. Así que cualquier diatriba que nos llame a hacer caso a “la iluminación del corazón”, “la epifanía de la fe” y todas esas rémoras de pensamiento caduco deben hacerse a un lado para asumir, con arrojo, la responsabilidad de ser humanos, producto de una azarosa y frágil evolución, y desde ahí festejar la maravilla de la existencia de la vida, incluida la de nuestra especie.

En el caso mexicano -y latinoamericano en general-, las iglesias cristianas, particularmente la católica, deberían pedir perdón inmediato, a la luz de la evidencia científica, por siglos de mentiras y explotación de los más necesitados, pues el tráfico de los bienes de salvación hoy puede ser considerado como uno de los más grandes fraudes en la historia de la humanidad.

Gracias a la ciencia hoy podemos liberarnos de las ataduras de los prejuicios y los fanatismos, y trazar un futuro solidario y éticamente sustentado. Tal cosa es posible y urgente. En ese caso, si la ciencia estuviese equivocada, de cualquier modo y pensando en el sabio Pascal, ya habríamos ganado.

@SaulArellano

Artículo publicado originalmente en la “Crónica de Hoy” el 23 de marzo de 2017 Barack Obama presentó su último “discurso a la nación” el pasado martes.

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