Categorías: CulturaSaúl Arellano

Los hombres, el aborto y los embarazos no deseados

En una cultura machista, el que haya una gran cantidad de embarazos no deseados, sobre todo en los grupos de población más joven, es visto como una responsabilidad mayoritariamente femenina. “¿Por qué no se cuidan?”, claman las buenas conciencias, refiriéndose a las mujeres que se embarazan, aun sin quererlo ni planearlo


En redes sociales, sobre todo, se leen esa y otras expresiones: “no quieren hijos, pero andan de calientes”, “qué fácil abrir las piernas y luego no hacerse responsables” y una retahíla de sandeces de esa calaña y peores, responsabilizando siempre, hay que decirlo, a las mujeres.

Sin embargo, hay que hacer un llamado permanente y enérgico para pensar en el marco de los derechos humanos, lo cual exige también una buena dosis de pensamiento lógico elementalísimo, lo cual es, por supuesto, uno de los bienes más escasos en el planeta, a tal grado de que contar con él debería ser tasado en términos económicos en una sociedad. Pero eso es otra historia, así que volvamos a lo nuestro.

Si somos estrictos, en términos biológicos, los hombres somos capaces de producir embarazos, una o varias veces al día, pues un individuo sano podría embarazar a una o varias mujeres en el transcurso de una jornada. Por el contrario, una mujer solo puede embarazarse, en la mayoría de los casos, durante aproximadamente cinco o siete días en un mes.

Hay hombres que demuestran efectivamente que pueden ser responsables de miles de embarazos no deseados. Quizá el ejemplo histórico más infame sea el de Gengis Khan, pues hay estudios en los cuales se estima que alrededor del 8% de quienes habitan en los territorios conquistados por este guerrero llevan aún sus genes.

A diferencia de las mujeres, quienes nacen con un número limitado de óvulos, los hombres podemos procrear desde la adolescencia hasta la vejez; es decir, en sentido casi literal, nuestra vida reproductiva inicia en la pubertad y concluye casi hasta el momento de la muerte. Entre las mujeres hay un consenso de que lo normal en términos estadísticos es que la edad fértil se limita al periodo entre los 12 y los 49 años.

Ahora bien, en términos sociales, resulta absurdo el hecho de que, aunque ya existen distintos fármacos de contracepción masculina, no han salido al mercado por sus “efectos colaterales o secundarios”, mientras que las pastillas para el control de la natalidad para las mujeres han sido utilizadas a pesar de estos efectos.

De acuerdo con el INEGI, cada año nacen en nuestro país alrededor de 2.3 millones de niñas y niños. De ellos, alrededor de 400 mil son hijos de mujeres que tenían menos de 19 años al momento del parto, y alrededor de 850 mil más que tenían entre 20 y 24 años, es decir, eran mujeres sumamente jóvenes.

Así, mientras que un hombre podría embarazar a cientos de mujeres en un mes sin tener ninguna consecuencia o repercusión en su cuerpo, entre ellas, quienes decidieran interrumpir el embarazo correrían severos riesgos para su salud, incluso el de perder la vida, aun en aquellos casos en los que se tiene acceso a atención médica y hospitalaria.

Frente a esos datos, cabe perfectamente la pregunta: ¿quién tiene mayor responsabilidad en la procreación y en la no reducción de las tasas de fecundidad en México? A todas luces, queda claro por lo que indicaría la lógica, que los hombres, por lo que, dicho en términos llanos, andar derramando líquido seminal de manera irresponsable debería constituir un acto sancionable, al menos moralmente en nuestras sociedades.

Una sociedad de igualdad debería implicar, entre otras cosas, acceso igual a vidas sexuales placenteras y seguras, entender que la represión sexual es en todo caso una práctica quizá cavernícola y que es momento de defender contra toda postura reaccionaria el derecho de todos al disfrute libre de nuestros cuerpos, asumiendo la responsabilidad que a cada quien le toca.

@saularellano

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