La existencia de influencers es un fenómeno global que desde hace más de una década ha cambiado muchas perspectivas sobre lo que son las figuras públicas, los nuevos perfiles de los comunicadores, el valor de los contenidos audiovisuales que la población consume y la responsabilidad de quienes emiten mensajes desde las redes sociales, las plataformas de alojamiento de podcasts o los sitios web de videos, como YouTube.
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No hay duda de que se trata de voces que la gente quiere escuchar. Y sí, quizá era necesario que la sociedad rompiera las barreras que impedían a cualquier persona tener una voz y ser reconocida por su forma de pensar, sus gustos, sus ideas y su manera de vivir. El mundo estaba listo para su novedad y su frescura, y la era digital abrió el camino para que miles de nuevos talentos pasaran de ser gente “común y corriente” a tener un reconocimiento y gozar del éxito y la fama prácticamente de un momento a otro, dejando atrás las sombras donde permanecían por la falta de espacios en los medios tradicionales de información.
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Y mientras más ventanas se van abriendo, más escaparates existen para los llamados influencers o “creadores de contenido”; uno de los espacios más recientes es TikTok, donde una publicación viral puede renovar una carrera en declive, como en el caso de la actriz Erika Buenfil, encumbrar a jóvenes talentosos, como la cantante y youtuber Kimberly Loaiza, quien, con solo 24 años tiene más de 46.8 millones de seguidores en esta red social, o llevar a la cárcel a una joven de 30 años por un delito como la pornografía infantil.
Tal es el caso de Yoseline Hoffman, conocida como YosStop, quien actualmente se encuentra recluida en el penal de Santa Martha Acatitla de la Ciudad de México, acusada de pornografía infantil por asegurar en su canal de YouTube que ella había visto (y tenía en su poder) una grabación donde se exponía la violación grupal de una menor de 16 años. Su caso ha sacudido el mundo de las personalidades de internet y ha abierto un espacio para la reflexión sobre los límites de la libertad de expresión, los valores de los contenidos en estos espacios y la seriedad que se debe asumir al hablar sobre temas sensibles y relevantes. En pocas palabras: sobre su responsabilidad social al momento de hacer una publicación o emitir algún comentario, y todos esos valores que pueden encumbrar su carrera o dilapidarla.
Así como los llamados creadores de contenido han logrado generar negocios exitosos y abandonar el anonimato, deben comprender que cualquier expresión y cualquier idea expuesta en sus escaparates puede tener consecuencias reales. Ser famosos inevitablemente les asigna nuevos roles y compromisos: desde tratar bien a la gente, que ahora es su público (o su “comunidad”, como suelen llamarle también), hasta estar plenamente conscientes de que sus palabras pueden tener consecuencias jurídicas. Deben comprender y asumir en toda su dimensión el hecho de que ahora son vistos, escuchados y admirados por millones de personas, entre ellos, niños y adolescentes que los ven como un ejemplo a seguir, que repiten sus frases, compran los productos que promocionan, bailan sus bailes, que sueñan con ser como ellos.
Estos nuevos espacios, que han logrado obtener por sí mismos gracias a su simpatía y talento, no deben ser únicamente una forma de ganar dinero y convertirse en figuras públicas (influencers), sino que también pueden convertirse en plataformas útiles para la transmisión de valores y mensajes positivos, con responsabilidad social y sentido ético, donde se promuevan siempre el respeto, la cultura de paz y la inclusión.
Ellos son las voces que nuestros hijos están escuchando y deben tener en cuenta no solo las consecuencias legales de sus palabras y actos, sino el respeto a su audiencia, pues se han convertido en verdaderos líderes de opinión para las nuevas generaciones.
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Frase clave Los influencers también tienen una responsabilidad social
En Facebook, Instagram y Twitter me encuentran como AlexMendezGlz1. Mis redes Sociales están siempre a su disposición para cualquier comentario. Alexandro Méndez es jefe de oficina de Recaudación de Los Mochis, doctor en Administración Pública por la Universidad Anáhuac del Norte y profesor de asignatura en la maestría en Administración Pública de la Universidad Tecnológica de México.
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