por Laila Porras Musalem
“Uno tiene siempre la impresión de que Karl Polanyi
trata directamente con los problemas actuales”[1]
Joseph Stiglitz
Los orígenes de nuestros tiempos era el título original de la gran obra del antropólogo y economista Karl Polanyi, La Gran transformación. Polanyi compartió una generación con grandes economistas y pensadores que vieron desmoronarse el mundo en el que les tocó vivir con el estallido de la Primera Guerra Mundial y la crisis de 1929.
Al igual que el pensador, economista y filósofo, Friedrich Hayek, fue reclutado para pelear en el frente durante la guerra, y más adelante ambos fueron testigos del ascenso del fascismo en Europa. Estuvo, como John Maynard Keynes, influido considerablemente por la crisis de 1929 y los estragos económicos y sociales que ésta dejó.
No es necesario escribir en estas líneas la influencia de Keynes en la evolución del capitalismo durante la segunda mitad del siglo XX. Keynes no solamente revolucionó la epistemología del pensamiento económico, sino que se volvió uno de los “padres espirituales” del Estado-providencia. Quizá el nombre de Hayek resulte menos conocido para el público en general, sin embargo, su influencia dista de ser menor que la de Keynes.
Las poderosas ideas de Hayek influyeron en el mundo de las ideas sobre economía y en los programas de liberalización económica, y de lo que comúnmente se llama “neoliberalismo”, gracias a Milton Friedman. En efecto, Hayek va a defender teóricamente la economía del mercado bajo la forma competitiva más pura.
El año 1944 no tuvo par en el mundo de las ideas económicas del siglo XX: Hayek publica su gran obra El camino de servidumbre, mientras que Keynes se encontraba discutiendo el modelo del sistema financiero que se establecería en el mundo después de la Segunda Guerra Mundial, conocido como Breton Woods.
No hay duda de que las ideas de Keynes y de Hayek modelaron la segunda mitad del siglo XX. El primero, con la idea de la irremplazable intervención del Estado en la economía para garantizar un capitalismo viable, y el segundo, a partir de los años 80, con la “contrarrevolución” de Thatcher y Reagan, y el inicio de la ola neoliberal que va a marcar el fin del siglo XX.
Polanyi también publica su magnus opus el mismo año y, aunque hoy en día es un autor muy conocido —La Gran Transformación es de los libros más citados en ciencias sociales— su influencia fue menor en vida que la de los dos gigantes del pensamiento económico, Hayek y Keynes.
En efecto, después de la Segunda Guerra Mundial, parecía que la lección había sido comprendida y que un periodo de relativa paz y progreso social se instalaba en Europa, Estados Unidos y en varias partes del mundo. El mundo avanza sin lugar a dudas en varias esferas de la sociedad: en la legislación del trabajo, en la protección social, en la educación y en la salud, por mencionar algunas.
En el mundo de las ideas económicas Keynes triunfa y el Estado benefactor va a ser el modelo impuesto en los países más desarrollados y el modelo a seguir en los países en desarrollo. La intervención del Estado es significativa a nivel nacional y a nivel internacional, una serie de reglas e instituciones van a establecerse para “tener el control” del capital tanto a nivel nacional como internacional.
Sin embargo, la “contrarrevolución neoliberal” de los años 80 (ya había empezado como experimento en Chile a la llegada de la dictadura de Pinochet) va a instalarse en Estados Unidos y en Inglaterra, y va a permear poco a poco la gran mayoría de las políticas del mundo.
La transformación postsocialista de Europa del Este, después de la caída del muro de Berlín, va a dar un gran impulso a las ideas del libre mercado, y la supremacía de esta ideología se establece sin competencia alguna en la mayor parte del planeta. Keynes es guardado en un cajón y las ideas de Hayek regresan a la escena mundial.
El neoliberalismo comenzó a imponerse hace 30 años e hizo retroceder el papel del Estado en varios campos de suma importancia: la salud, la educación, la protección social. La mayor parte de los países adoptaron los planes de privatización y desregulación económica, muchas veces de manera voluntaria, aunque a veces de manera forzada a través de los paquetes de ayuda de las dos grandes instituciones internacionales, el FMI y el Banco mundial.
Las consecuencias en el mundo son palpables y enfrentamos como nunca el desafío de tres grandes crisis al mismo tiempo: crisis económica, crisis social y crisis ecológica. La crisis de 2008 que comenzó en Estados Unidos, pero que se volvió mundial, ha dejado estragos en la mayoría de los países: caída del producto, aumento del desempleo, aumento de las disparidades salariales y de la desigualdad de los ingresos, expansión de la pobreza. La crisis ecológica amenaza como jamás antes la viabilidad misma de la vida humana en la tierra…[2]
Polanyi lo había advertido hace más de 70 años a propósito del liberalismo económico de fines del siglo XIX; el llevar al extremo el credo del libre mercado y tratar al hombre, a la naturaleza y al dinero como mercancías tendría consecuencias muy graves:
“La tesis defendida aquí es que la idea de un mercado que se regula a sí mismo era una idea puramente utópica. Una institución como ésta no podía existir de forma duradera sin aniquilar la sustancia humana y la naturaleza de la sociedad, sin destruir al hombre y sin transformar su entorno en un desierto” (Polanyi, p.3, 1944).
A mi parecer ha llegado la hora de Polanyi, quien supo como pocos intelectuales abordar los fenómenos económicos. ¿Podría Polanyi volverse la figura central del siglo XXI? ¿Qué escribió Polanyi en su obra La gran transformación?
Este espacio es obviamente limitado para definir toda una obra, pero me concentraré en ciertos puntos del pensamiento de Polanyi que pueden ayudar a comprender los principales eventos del siglo XX, a esclarecer nuestro presente y proponer ciertas ideas para el futuro.
Polanyi definió el “liberalismo económico” del siglo XIX como la creencia de que ambas, la economía nacional y la economía global, podían y debían organizarse a través de los mercados autorregulados. Esta creencia, nos dice, comenzó a gestarse en Inglaterra a partir de 1830 bajo la influencia imprescindible de las ideas de David Ricardo y de Thomas Malthus, y se volvió mundial como resultado del liderazgo del capitalismo inglés.
Para Polanyi, los tres principios fundamentales en los que se basó el “liberalismo económico” eran el libre mercado, el libre comercio y el patrón oro. Estos elementos se volvieron la columna vertebral de la construcción de la economía de mercado con dos resultados de suma importancia:
1.La economía de mercado va a asumir una separación institucional de la sociedad en la esfera económica y política, lo cual se tradujo en la práctica en la máxima según la cual ninguna política debería de interferir con los mercados.
La economía de mercado asume también que todo comportamiento humano se rige por el principio de maximizar la utilidad y que la ganancia es el principio que organiza la sociedad entera. Polanyi critica esta idea, pues, siendo también antropólogo y tras haber estudiado varias sociedades de la antigüedad, advierte que en toda la historia del hombre los mercados habían sido solamente “accesorios de la vida social” y que el sistema social jamás había estado separado ni subordinado por el sistema económico.
2. El segundo resultado de la propagación del “liberalismo económico” se refiere a la creación de mercados y de intercambio mercantil de prácticamente todos los elementos de la sociedad, pero Polanyi nos advierte sobre el peligro de tratar a todos los elementos como mercancías y hace énfasis en lo que él llama “las tres mercancías ficticias”: el trabajo, la tierra y la moneda. Estos tres elementos son esenciales para la economía, pero no son mercancías como cualquier otra. No fueron creadas por la industria del hombre para vender en los mercados.
El trabajo no es más que otro nombre que se le da a la actividad humana y que resulta inseparable de la vida misma, que no se produce para la venta sino por razones completamente diferentes. La tierra es simplemente otro nombre que se le da a la naturaleza, “un don de Dios” que tampoco fue creado por el hombre para la venta en los mercados. Finalmente, la moneda es percibida por Polanyi como una “convención social”, signo social del poder adquisitivo y como algo muy serio para dejar en manos de los banqueros privados…
Para Polanyi, el haber incluido estas “mercancías ficticias” en el mecanismo de mercado significó subordinar la sustancia de la sociedad misma a las leyes del mercado. Esto —advirtió— traería como consecuencia inevitable el derrumbe y la destrucción de la sociedad. Para Karl Polanyi, el colapso de la paz europea con la irrupción de la Primera Guerra Mundial y el desmoronamiento del orden económico fueron el resultado directo del conflicto entre el intento de restaurar el liberalismo económico del siglo XIX y los requerimientos elementales de una vida social organizada.
Este conflicto resultó por la tentativa utópica de organizar la sociedad como un sistema de autorregulación del mercado. Pero —Polanyi señala— la sociedad toma entonces medidas para protegerse de los efectos nefastos de la extensión del liberalismo económico. A este proceso lo llamó “Doble movimiento”: una interacción reactiva entre las fuerzas de la economía liberal, por un lado, y las fuerzas para protegerse de éstas por otro.
Estas fuerzas pueden tomar diversas formas y pueden ser positivas como la impulsión del sindicalismo para defender los derechos de los trabajadores o la creación del New Deal en Estados Unidos, pero también pueden tomar formas extremadamente negativas como el ascenso del fascismo. Lo que tienen en común estos ejemplos tan disímiles es que ambos son una reacción “natural” al rechazo del mercado autorregulado. Se trata de contramovimientos sociales que demuestran la imposibilidad de la existencia de un sistema de libre mercado.
La economía es importante, pero no debería de estar por encima del resto de los aspectos de la vida social. Es quizá la enseñanza que Polanyi quiso advertir basado en el análisis de los cataclismos sociales de la primera mitad del siglo XX, pero no fue escuchado. Y la historia, aunque tomando nuevas formas, volvió a repetirse: el neoliberalismo impuesto a partir de los años 80 empieza a crear estragos inmensos en la sociedad del siglo XXI.
Diferentes movimientos han surgido para contrarrestar los estragos del neoliberalismo actual; quizá uno de los más importantes es el ascenso de la sociedad civil como actor importante en el concierto internacional; sin embargo, cada vez más y con mayor rapidez se expanden contramovimientos nefastos como aquellos cuya carga ideológica se basa en el racismo y la xenofobia, y que están detrás de la expansión de la extrema derecha en varios países de Europa, y más recientemente, detrás del triunfo del Brexit o de la llegada de Trump a la Casa Blanca.
El economista Bernard Chavance, en el prefacio de su traducción inédita al francés de otra gran obra de Polanyi, El sustento del hombre[3], concluye:
“Nuestra época contemporánea está marcada por lo que puede asimilarse a un ciclo polanyiano. Las tres últimas décadas han conocido a escala mundial, un nuevo episodio de utopía liberal caracterizada por una reactivación de la creencia en las virtudes benéficas y auto-reguladoras del sistema de mercado (bajo la forma de competitividad) así que una fuerza propulsora inédita de la mercantilización del mundo. Las consecuencias devastadoras, e incluso destructoras de este movimiento, tanto para las sociedades humanas como para su ambiente natural son hoy en día manifiestas. Otros contra-movimientos protectores, limitados pero efectivos, han aparecido bajo diversas formas. ¿Una segunda gran transformación puede todavía producirse? Para pensar esta configuración histórica inédita, las claves de interpretación de Polanyi mantienen una gran fuerza…La subsistencia del hombre constituye, por las cuestiones fundamentales que plantea, un libro teórico e histórico de una real actualidad”.
En un programa de la televisión franco-alemana ARTE[4], el economista francés Robert Boyer concluye:
“Polanyi debería de ser el personaje central del siglo XXI: ¿No deberíamos introducir nuevamente a la sociedad las tres mercancías ficticias: dinero, trabajo y naturaleza?”.
No es tarde para rectificar el camino y no existe una sola solución a los problemas económicos. A lo largo de la existencia del hombre han existido múltiples historias posibles. La historia siempre inventa soluciones para resolver los problemas, y éstas pueden tomar formas consensuales y pacíficas o ser muy violentas… Rectifiquemos el camino antes de que la violencia vuelva a imponerse como forma de protección ante las consecuencias devastadoras de la autorregulación forzada de los mercados.
Laila Porras Musalem es investigadora asociada al Centro de Estudios de Modos de Industrialización de la Escuela de Estudios Superiores de Ciencias Sociales de París (CEMI-EHESS)
BIBLIOGRAFÍA
[1]Prefacio a la reciente reedición americana de La Gran Transformación (2001).
[2] Chomsky declaró a La Jornada el 16/11/2016: “Es difícil encontrar palabras para describir el hecho de que los humanos están enfrentando la pregunta más importante en su historia: si la vida humana organizada sobrevivirá como algo parecido a lo que conocemos, cuando la respuesta es acelerar la carrera hacia el desastre”.
[3] La subsistance de l’homme. La place de l’économie dans l’histoire et la société, Ed. Flammarion (1977), traducción de Bernard Chavance al francés, 2001.
[4]Serie de televisión Capitalismo que se puede ver en acceso gratuito en YouTube en español. Consta de seis episodios, y mete en perspectiva la vida y obra de grandes economistas y la relación entre el mundo que les tocó vivir, las ideas económicas que plasmaron en sus obras, la influencia en el mundo a través de la historia y concluye con la crisis actual. Comienza con la vida y obra de Adam Smith, pasando por pensadores como David Ricardo, Marx, Keynes y Hayek. El último capítulo está consagrado a Karl Polanyi.
1) La economía de mercado va a asumir una separación institucional de la sociedad en la esfera económica y política, lo cual se tradujo en la práctica en la máxima según la cual ninguna política debería de interferir con los mercados.
La economía de mercado asume también que todo comportamiento humano se rige por el principio de maximizar la utilidad y que la ganancia es el principio que organiza la sociedad entera. Polanyi critica esta idea, pues, siendo también antropólogo y tras haber estudiado varias sociedades de la antigüedad, advierte que en toda la historia del hombre los mercados habían sido solamente “accesorios de la vida social” y que el sistema social jamás había estado separado ni subordinado por el sistema económico.
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