De acuerdo con el último comunicado de la Comisión Independiente para la Reforma de la Fiscalidad Corporativa Internacional (ICRICT), el 10% más rico de la población mundial emite alrededor del 48% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Y en ese segmento, el 1% de los ricos con mayor fortuna, produce casi el 17% de las emisiones totales en el mundo.
México Social / Redacción
En medio de los debates de la COP26 que se llevaron a cabo en Glasgow, la Comisión urgió a llevar a cabo la reforma fiscal que se requiere para lograr avances sustantivos en la lucha contra el cambio climático, y con base en los recursos adicionales que pueden lograrse, avanzar mucho más rápido en la transformación del curso de desarrollo hacia un modelo sustentable.
Aquí el comunicado del ICRICT:
A punto de concluir la Conferencia Mundial sobre el Clima (COP 26) en Glasgow, la ICRICT – Comisión Independiente para la Reforma de la Fiscalidad Corporativa Internacional insiste en que no se puede alcanzar un compromiso global de lucha contra el cambio climático sin poner todo el sistema fiscal al servicio de la transición climática. Necesitamos un plan de acción fiscal ambicioso y exhaustivo diseñado para reducir las emisiones de carbono, pero la carga no debe recaer en el ciudadano medio mientras las multinacionales y los más ricos de nuestra sociedad no pagan su parte justa.
El mapa mundial de la contaminación por carbono se funde a la perfección con el mapa de la desigualdad económica, tanto dentro de los países como entre ellos. El 10% más rico de la población mundial emite casi el 48% de las emisiones globales, y el 1% más rico produce el 17% del total, mientras que la mitad más pobre de la población mundial emite el 12% de las emisiones globales.
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Para financiar la descarbonización en los países ricos y ayudar a los países en desarrollo a hacer lo mismo, se necesitan compromisos financieros. El acuerdo fiscal mundial firmado a principios de octubre por 136 países podría haber contribuido de forma importante a este objetivo. Pero al optar por un tipo mínimo global del impuesto de sociedades de sólo el 15% y hacer que los países ricos sean los principales beneficiarios de los recursos fiscales adicionales que se generarán, el mundo se ha privado de una valiosa fuente de financiación en la lucha contra el cambio climático.
Una reforma que podría haber generado más de 250.000 millones de dólares de ingresos fiscales adicionales en todo el mundo con un tipo impositivo mínimo del 21% -y que podría ascender a 500.000 millones de dólares con un tipo del 25%, como propugna el ICRICT– sólo generará 150.000 millones de dólares con un tipo impositivo del 15%, y la mayor parte de estos ingresos adicionales irá a parar a un pequeño grupo de países ricos.
Hace doce años, en la cumbre de la ONU sobre el clima celebrada en Copenhague, las naciones ricas se comprometieron a aportar 100.000 millones de dólares anuales a los países en desarrollo de aquí a 2020 para ayudarles a adaptarse al cambio climático. Esta promesa no se ha cumplido. Un acuerdo fiscal global más ambicioso podría haber proporcionado recursos para cumplir o incluso duplicar esta promesa. Esto habría exigido que los países más ricos del mundo se alinearan no con los intereses de las multinacionales y los paraísos fiscales, sino con los intereses de los ciudadanos del Norte y del Sur.
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No debemos rendirnos. Por eso hemos enviado recientemente una carta a los líderes del G20 pidiendo que las negociaciones actuales continúen bajo la presidencia de Indonesia en 2022 y de la India en 2023, pero que se dé voz efectiva a todas las partes interesadas y a sus intereses y que no estén dominadas por los intereses corporativos.
José Antonio Ocampo, profesor de la Universidad de Columbia y presidente de la ICRICT, dijo:
“A pesar de las declaraciones de celebración de un pequeño número de líderes europeos y norteamericanos, el acuerdo para establecer un tipo impositivo mínimo global hará poco para ayudar a las naciones más pobres. Fijar un tipo tan bajo como el 15%, como han hecho, es como echar un vaso de agua a una casa en llamas. Es crucial relanzar una ronda de negociaciones más inclusiva que dé lugar a un nuevo acuerdo fiscal mundial que genere los recursos necesarios para hacer frente a la emergencia climática”.
Thomas Piketty, profesor de la Escuela de Economía de París y miembro del ICRICT, dijo:
“Lo que se ha decidido este año en materia de fiscalidad de las multinacionales es un paso en la buena dirección, pero un tipo impositivo mínimo del 15% es muy insuficiente, sobre todo porque son esencialmente los países del Norte los que se reparten los ingresos. Al menos una parte de los ingresos de los actores económicos más prósperos del planeta, ya sean multinacionales o multimillonarios, debe compartirse con los países del Sur, no en forma de ayuda, sino en base a derechos. Esta es la única manera de enfrentar el desafío climático”.
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Eva Joly, ex diputada del Parlamento Europeo y miembro del ICRICT, dijo:
“Todavía hay una ventana de oportunidad para evitar lo peor, pero se está cerrando. Necesitamos urgentemente descarbonizar radicalmente nuestras economías, reducir nuestro consumo energético y desarrollar masivamente las energías renovables. La financiación de esta revolución es cara, pero el dinero está ahí. Hay que buscarlo donde está: en las cuentas de los multimillonarios escondidas en paraísos fiscales, y especialmente en las de las multinacionales que, durante décadas, no han pagado su parte justa de impuestos”.
Léonce Ndikumana, profesor de la Universidad de Massachusetts Amherst y miembro del ICRICT, dijo: “Con el 4% de las emisiones mundiales, África ha contribuido muy poco al calentamiento global. Sin embargo, es el continente que más está sufriendo sus consecuencias, al igual que los países en desarrollo en general. Los países ricos deben pagar su deuda climática financiando a los países en desarrollo para que se adapten a las catástrofes climáticas y realicen la transición a fuentes de energía más limpias. En este contexto, resulta exasperante que el mundo acabe de privarse de preciosos recursos financieros al adoptar un acuerdo global barato sobre la fiscalidad de las multinacionales
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