Los tornados son considerados fenómenos naturales potencialmente desastrosos. Su rápido desarrollo y limitada capacidad de predicción los convierten en una de las amenazas hidrometeorológicas más relevantes a estudiar. Los Estados Unidos de América es la región del planeta en donde mayor cantidad de tornados son reportados cada año; no obstante, tales fenómenos naturales han sido documentados en todos los continentes. Al contrario de lo que comúnmente se cree, los tornados en México son frecuentes, principalmente hacia finales de la primavera y durante el verano; y se han observado y documentado desde la época de la conquista [1].
Escrito por: José Francisco León Cruz
En este sentido, estos fenómenos han vivido escondidos bajo multitud de seudónimos como “culebras”, “trombas”, “serpientes”, “colas de nube” [2], etc. Dicha situación no ha permitido el completo reconocimiento del peligro que entrañan, ni por la sociedad en general como tampoco por los organismos encargados de la gestión integral del riesgo en el país.
El impacto de los tornados en México es considerable. Para el periodo comprendido entre 2000 – 2012 se estimó que cerca del 72% de los eventos documentados causó algún tipo de afectación [3]. Para un periodo más reciente (2013 – 2020), se calculó que alrededor del 40% de los tornados llegó a causar daños a la población y/o a la infraestructura pública [4].
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La mayor parte de estos daños se relaciona con afectaciones en las techumbres y las bardas de las viviendas, muchas de las cuales son construidas a partir de materiales endebles. También se han identificado afectaciones a la infraestructura pública como postes de energía eléctrica, así como la caída de árboles, daños a campos de cultivo e invernaderos. La naturaleza misma de los tornados (una circulación sobre el suelo que se extiende desde la base de una nube y que suele medir algunas decenas de metros), provoca que las afectaciones por este tipo de sistemas sean bastante focalizadas, lo que ha generado que muchos eventos pasen desapercibidos por las autoridades.
En este sentido, y de acuerdo con los datos del Centro Nacional de Prevención de Desastres (CENAPRED) [5], para el periodo 2000 – 2022 se han emitido únicamente 8 declaratorias de emergencia y/o desastre por tornados en México. Es importante mencionar que estas representan menos de 0.4% del total de declaratorias emitidas en el país, y se concentran en sólo 6 eventos.
Independientemente de que muchos de los tornados en México se asocien con afectaciones que pueden ser consideradas “menores”, en años recientes se han documentado eventos de alto impacto, principalmente en el noreste del país. Algunos ejemplos de lo anterior son los casos de Piedras Negras, en abril de 2007, y el de Ciudad Acuña, en mayo de 2015. Estos dos tornados evidenciaron el potencial destructivo que poseen estas amenazas naturales para el norte del país. Para el caso de Piedras Negras se contabilizaron un total de tres personas sin vida, centenas de heridos y daños materiales significativos.
Para el caso de 2015, se registraron un total de 14 personas sin vida, además de alrededor de 250 viviendas con pérdida total y cerca de 500 más con daños importantes, lo que posicionó a este evento como el tornado más catastrófico en la historia reciente del país, y como el evento con mayor impacto social para el año 2015, de acuerdo con datos del CENAPRED.
Más recientemente, un tornado ocurrido en Apodaca, Nuevo León, en mayo de 2020 se asoció con la pérdida de tres vidas humanas además de numerosos daños en el área industrial de esta ciudad. Otros eventos importantes han ocurrido fuera de esta región noreste, por ejemplo, el tornado de agosto de 2014 en San Cristóbal de las Casas, el llamado tornado del Zócalo de la Ciudad de México en junio de 2012, los eventos en Toluca, Estado de México, particularmente el ocurrido en mayo de 2017, o el tornado de Zibatá, Querétaro en marzo de 2019. Así como estos últimos, se pueden nombrar otros fenómenos que han pasado desapercibidos por parte de la población mexicana, lo cual se explica principalmente por el impacto tan focalizado, así como a la falta de comunicación que existe alrededor de estos fenómenos naturales.
Otro aspecto importante para considerar es la falta de un seguimiento continuo de los daños asociados al impacto de tornados en el país. Mucha de la información en este rubro se obtiene de los medios de comunicación que cubren la noticia, más que de los organismos oficiales. Esta falta de estadísticas oficiales ha traído como consecuencia una subestimación de los daños y pérdidas.
Es importante notar que, además de este problema, los limitados reportes de daños con los que se cuenta no han permitido realizar una categorización de los tornados de manera sistemática. Es decir, se conoce que estos fenómenos ocurren, pero no su intensidad y las pérdidas materiales y humanas vinculadas a éste. La investigación científica en este campo es indispensable, puesto que, para salvaguardar vidas debemos conocer su variabilidad, así como la determinación de regiones potencialmente peligrosas; esta es la base de la generación de protocolos de previsión, prevención, alertamiento y mitigación de los riesgos por tornado, que a la fecha no tenemos en México.
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Dr. José Francisco León Cruz. Twitter: @TornadosMexico. Investigador Asociado del Departamento de Geografía Física del Instituto de Geografía de la UNAM. Es Mtro. y Dr. en Geociencias Aplicadas por el Instituto Potosino de Investigación Científica y Tecnológica, A.C. (IPICYT). Es integrante del Sistema Nacional de Investigadores y parte del Comité Técnico Académico de la Red de Desastres Asociados a Fenómenos Hidrometeorológicos y Climáticos (REDESClim – CONACYT). Desarrolla labores de docencia en la Facultad de Ingeniería y la Escuela Nacional de Ciencias de la Tierra de la UNAM. Sus investigaciones se han enfocado en el análisis de tormentas convectivas severas y tornados en México, la dinámica atmosférica y los riesgos hidrometeorológicos.
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