La organización La Tribu, maternidades feministas publicó, en coordinación con Librería La Cosecha, ambas ubicadas en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, el libro “Cuarentena a toda madre” en el cual se recogen textos de mujeres que, siendo madres, viven en distintas circunstancias el aisalmiento impuesto por el riesgo de contagio del nuevo coronavirus SARS-COV-2. Se trata de un “diario” que recoge la experiencia sobre cómo viven esta experiencia, en el ánimo de cuestionar las maternidades, la crianza, pero también de abrir un espacio de expresión y de diálogo.
En la introducción al texto se lee: “La convocatoria se lanzó en Abril de 2020 desde de La Tribu, un espacio de mujeres con ganas de cuestionar sus formas de maternar y de criar, y crear espacios de escucha, compartición y creación. Se han ido encontrando a lo largo de los últimos dos años en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, México. El intento fue escribir un diario colectivo de lo que significa vivir nuestras maternidades durante la cuarentena. La invitación fue para tomarnos el tiempo de describir, a través de palabras y/o imágenes, esta nueva cotidianeidad como madres, durante el confinamiento debido a la pandemia.
Elegimos en México Social uno de los textos contenidos en este libro, el cual es de autoría de Adele Urbán, con la invitación a conocer el texto completo, el cual es de acceso libre y también de libre reproducción, citando apropiadamente la fuente.
Tres hijos; edades: trece, once y cuatro años.
No es fácil lidiar con la casa, y mucho menos en cuarentena; toda esta etapa surrealista, mundial, me sobrepasa.
Nos cambiamos al sureste hace poco más de tres años, así que no tenemos en casa una rutina de visitar a familiares o amigos porque todos están en el centro del país; esto hace más sencilla la cuarentena, la comunicación virtual es normal desde la mudanza.
No estoy tan limitada en comida ni en gastos generales, afortunadamente mis papás me apoyan y, además, tengo trabajo, home office: video conferencias, reportes, entregas administrativas… aunque también tengo trabajo presencial. Mientras por todos lados se escucha “quédate en casa”, por lo menos una vez a la semana pido un Uber que me lleva al trabajo; tomo precauciones: tapabocas, sana distancia, a veces hasta guantes y careta; llego a casa y extremo medidas de limpieza.
Cuando me tomo un tiempo en redes sociales, por todos lados es lo mismo: “ya que empiecen nuevamente las clases”, “no sé que hacer con mis hijos”, “por qué tanta tarea”… Pero cuando leo todo eso sólo puedo reflexionar en cómo es que todas aquellas mamás que se quejan no se dan cuenta de que en realidad todo esto que vivimos es ir más allá de la rutina estresante que día a día nos sofocaba, se tiene la oportunidad de aprovechar a los hijos, tenerlos completamente en casa con la manutención suficiente de imaginación y de energía que no les permita a ellos aburrirse o hartarse… y se tiene la fortuna de que cuando todo quiera explotar sólo basta una respiración muy profunda para reflejarnos en los ojos de nuestros pequeños, solo basta con sonreír, sonreírles, y esperar que todo vuelva a la calma… se tiene la oportunidad de abrazarlos lo más seguido posible, llenarlos de besos, de amor, de cariño empalagoso de ese que ellos siempre rehúsan… Nota importante, entre paréntesis: que lo escriba o lo piense no quiere decir que este método idealista lo aplique ahora en mi rutina.
No nacimos con un manual de cómo ser mamás, y mucho menos en época de contingencia; cada una vivimos nuestra maternidad con las bases, principios y métodos guiados gracias a nuestras propias vivencias, a nuestra educación y cultura, todo lo cual forja a nuestra mente que es la que finalmente manda nuestro actuar.
Ya que me atreví a escribir, lo confieso: a veces no soporto estar en casa, me sofoca, me asfixia, me fastidia; para no llorar me adentro más en el trabajo y busco estar fuera lo más que la contingencia me lo permita.
De algo que sí puedo presumir es que, a pesar del caos de mis días y a pesar de la pandemia, la recámara de mis hijos está intacta: las tres camas tendidas, juguetes alzados, ropa acomodada en sus cajones y colgada en los closets; la barro, trapeo y sacudo lo más seguido posible. ¿Comida y botanas durante gran parte del día para calmar la ansiedad y el aburrimiento? No en mi casa; debo confesar, aquí entre nos, que desde hace meses no compro ni una sola golosina; y, pues, si la rutina alimenticia de una mamá siempre es un caos, en cuarentena, y trabajando, todo es mucho peor: no desayuno porque no me da el tiempo ni la gana, como cuando lo recuerdo y ceno sólo cuando noto que en todo el día no he ingerido algún alimento, y todo esto no es por desabasto en casa; en una rutina anterior el desayuno, el lunch, la comida, la merienda y la cena eran cruciales y con un horario rígido para mis hijos, ahora no tengo ni la más mínima idea de cuáles son los horarios de alimentación de mis tres preciosos e increíbles descendientes.
Algo más que ha cambiado en mi rutina son los horarios de televisión: antes gran parte del tiempo se alternaban en casa los sonidos de los diferentes programas que cada etapa de mis hijos exigía, ahora no: la televisión permanece apagada, nada de caricaturas, películas infantiles o juveniles ni demás programas de Netflix. No me preocupan las tareas ni las clases virtuales de mis hijos; es más, después de que el trabajo y mi día a día me llevaron a tener silenciados por meses los chats de las escuelas, los cuales últimamente me parecían cada vez más desesperantes, con el pretexto de lo que se vive, me salí de cada uno de ellos: adiós Whatsapps de grupos de papás de niños de secundaria, primaria, kínder y de las clases extraescolares, no es momento para estresarme con todo lo que se dice, planea o exige en ellos.
Si pudiera elegir un día antes del COVID-19 para revivir repetitivamente y olvidarme de lo que con la contingencia se sobrelleva, sería, y sin dudarlo, la mañana del jueves 31 de octubre de 2019: despertar a mis hijos, plancharle el uniforme a la mayor, caracterizar con motivo del Hanal Pixán a la de en medio y disfrazar de Batman al más pequeño, darles de desayunar entre regaños y preparar el lunch con prisas.
Lamentablemente no puedo regresar a esa mañana y, lo que es peor, por la pandemia los juzgados permanecen cerrados y el juicio de guarda y custodia tendrá que esperar hasta nuevo aviso. En Yucatán no está penado que uno de los padres se robe a los hijos y los cambie de ciudad y de escuelas, a pesar de quitarles su rutina y a pesar de no permitirles a ellos ni a la madre despedirse ni tener el mínimo contacto desde entonces. Separar sin aviso a una familia, sólo por idealizar algo mejor, no entiendo cómo legalmente no sea un delito.
Le temo al coronavirus, no quiero enfermarme o morir en medio de la lucha legal que ahora vivo. Añoro que continúe y termine el juicio de la demanda legal, ruego que termine la pandemia: con ambos sucesos consumados podría nuevamente abrazar fuertemente a mis tres hijos.
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