Escrito por 12:00 am Igualdad de género, Sin categoría

Madres a temprana edad: un futuro en riesgo

A nivel mundial, 14 millones de adolescentes (mujeres de entre 15 y 19 años de edad) dan a luz cada año, lo cual representa poco más del 10% del total de nacimientos en el mundo. En América Latina, los nacimientos entre las adolescentes representan entre el 15% y el 20% del total de nacimientos en esta región, y el 70% no son planeados


Hay una gran variación en las tasas de fecundidad de las adolescentes entre los diferentes países dependiendo de su grado de desarrollo y del promedio de edad al matrimonio; por ejemplo, en Brasil la tasa de fecundidad en mujeres entre los 15 y 19 años es de 85/1,000, mientras que en Nicaragua es de 113/1,000. En cuanto a la fecundidad adolescente en México, la Enadid reporta que hay un incremento de 2009 a 2014, al pasar de 71 a 77 nacimientos por cada mil adolescentes (México Social, Diciembre 2015). La persistencia de estos niveles de fecundidad ocasionará que las adolescentes contribuyan con alrededor de 16% de los nacimientos que se registran en el país.

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Actualmente el Distrito Federal es la entidad con la menor fecundidad adolescente, con 49.2 nacimientos por cada mil adolescentes, mientras que Coahuila posee el rango más alto en esta materia, con 86.3 nacimientos por cada mil adolescentes; le siguen Chiapas, con 84.9 y Sonora, con 83.

Desde 1974 hasta 2009 la población mexicana aumentó un 40%; en el primer año la población femenina era de 28.5 millones y llegó a 54.6 millones en 2009 y, de acuerdo con la Enadid, en 2009 había 5,264,133 niñas de entre 15 y 19 años de edad, de ese total, 671 mil adolescentes habían estado alguna vez embarazadas y siete de cada diez mujeres de 15 años o más tuvieron al menos un hijo nacido vivo.

En 2013 la población adolescente representó el 9.4% de la población total de México, de ésta, el 49.7% son mujeres y el 50.3% son hombres. La población femenina en edad reproductiva (15 a 49 años) asciende a 32.7 millones y las adolescentes tienen un peso relativo de 16.9%. En julio de 2015 éramos 121,783,280 habitantes, de acuerdo con el CONAPO, de los cuales 43 millones son adolescentes o jóvenes de entre 10 y 29 años de edad.

La salud reproductiva de las y los adolescentes se destaca hoy en día como un tema de atención prioritario ya que, a pesar de que a nivel nacional hubo un descenso de fecundidad de 2.6 a 2.2 hijos por mujer de 2000 a 2013, lo que representa una disminución del 16.2%; en el grupo de las adolescentes la fecundidad disminu yó solamente 7.6% en el mismo periodo. En consecuencia, los alumbramientos de madres adolescentes representan una proporción creciente si se considera que en el año 2000 los nacimientos correspondientes a mujeres de entre 15 y 19 años representaban el 15.7%, y en 2013 esta proporción ascendió a 16.3%.

Las cifras en adolescentes seguramente son mas altas, si consideramos que no todos los embarazos llegan a término, sea porque terminan en pérdida gestacional temprana o en aborto inducido. El 25% de las adolescentes ejercen su sexualidad sin la protección de algún método anticonceptivo, a pesar de que 97% dijo conocer al menos un método anticonceptivo y 61.5% no se protegió en su primera relación sexual.

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La probabilidad de que una madre adolescente fallezca es el doble de la de una mujer que se embaraza después de los 20 años, pero son aún más preocupantes los embarazos en niñas y adolescentes menores de 15 años, quienes enfrentan cinco veces más riesgo de mortalidad asociada frecuentemente a condiciones de violencia y uniones matrimoniales forzadas.

Aunque una importante proporción de madres adolescentes afirma que su embarazo no fue planeado, más de la mitad dice que el nacimiento sí fue deseado; esto significa que la mayor parte de las adolescentes que se embarazan aceptan la maternidad sin importar que el embarazo haya sido resultado de un “accidente” o “descuido” por no emplear o usar los métodos anticonceptivos. De los matrimonios de madres adolescentes contraídos tras el nacimiento del niño, sólo perdura el 30%; el índice de fracasos entre los matrimonios adolescentes es el doble que entre las parejas en las que la esposa es mayor de 25 años.

El riesgo de tener un hijo antes de los 19 años no se debe sólo a razones biológicas, sino también a las condiciones sociales en las que se desarrolla el embarazo, como desintegración familiar, poca comunicación con los padres, la falta de enseñanza sobre la capacidad de medir riesgos y crisis de valores.

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Las causas del embarazo en adolescentes están determinadas básicamente por factores socioculturales y también se encuentran elementos psicológicos. En sectores amplios de la sociedad mexicana –por ejemplo, la población rural y marginal urbana donde el embarazo temprano es más frecuente-, la maternidad forma parte indisoluble de la vida de las mujeres, y en muchas ocasiones, es la única forma de valoración social de que disponen.

A diferencia de estos grupos, en las zonas urbanas la mayor parte de las adolescentes tienen expectativas de educación o empleo, que se contradicen con un embarazo a esa edad. En estos casos, el embarazo precoz es más bien producto de la falta de información, la falla en los métodos anticonceptivos y el difícil acceso a servicios de anticoncepción.

El embarazo en adolescentes representa un problema social debido a que no sólo afecta a las personas y familias involucradas, sino también a la sociedad en su conjunto, frente al cual los adultos tienen que asumir una responsabilidad, pues aquí “se juega no sólo la ancestral carencia de poder de los jóvenes sobre sus vidas, sino pautas culturales que heredan de los adultos, como el machismo y la irresponsabilidad reproductiva”. Asimismo, está asociado con una mayor fecundidad: a lo largo de la vida el índice de fecundidad es más alto en quienes tuvieron su primer hijo antes de los 18 años que el de quienes tuvieron su primer hijo a partir de los 23 años.

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Por otra parte, los hijos de las madres adolescentes “hacen frente a un riesgo elevado de enfermedad y de muerte, de abandono y de convertirse en niños callejeros y de verse atrapados en un ciclo de pobreza que pasa de una generación a otra”. En este punto el DIF opera de manera efectiva en todo el país, pero su labor es insuficiente.

La sociedad se ve afectada si las jóvenes que se embarazan no concluyen su educación, pues su contribución económica al país y a la familia es probablemente menor y la sociedad no se beneficia tanto de la inversión hecha en su educación.

Los análisis sobre el embarazo en adolescentes apuntan a que este fenómeno disminuiría si existieran los tres siguientes elementos: educación sexual; servicios de salud sexual y reproductiva; y oportunidades vitales para las y los adolescentes.

Por lo general las y los adolescentes carecen de información objetiva acerca de los medios que existen para protegerse de los embarazos no deseados, las Infecciones de Transmisión Sexual (ITS) y el VIH/SIDA, debido a que en la escuela y en los servicios de salud no siempre se les da información respecto a la sexualidad.

No basta con darles a las y los adolescentes información sobre sexualidad y métodos anticonceptivos, sino que también es necesario ofrecer más oportunidades a las adolescentes “para que su autoestima y su interés por la vida rebasen el mistificado papel de madres”. Esto significa lograr que todas las adolescentes tengan razones valiosas para postergar el nacimiento de un hijo.

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CONAPO consideró que empoderar a las adolescentes y mujeres jóvenes implica avanzar en una educación integral sobre su salud reproductiva, de manera que puedan postergar los nacimientos más allá de la adolescencia, y que accedan a métodos anticonceptivos. Es necesario seguir trabajando en el tema, pues los valores obtenidos en la tasa global de fecundidad y en la de fecundidad adolescente, junto con la desigualdad regional, los usos y costumbres y presiones sociales, limitan el derecho a decidir el uso de medios anticonceptivos.

Con el objetivo de crear conciencia entre las y los adolescentes sobre las repercusiones en la salud y los retos a los que se enfrentan al convertirse en padres a temprana edad, así como para informar sobre las diferentes alternativas de planificación familiar existentes que les ayuden a tomar decisiones informadas en el ejercicio de su sexualidad, el 26 de septiembre de 2003 se instauró el Día de la Prevención del Embarazo no Planificado en Adolescentes (DPEA) en Uruguay, y en 2007 se impulsó la iniciativa a nivel global con la celebración del World Contraception Day (WCD).

En México la iniciativa para la instauración de este día como fecha nacional se aprobó por la Cámara de Diputados el 8 de diciembre de 2011, sumándose a la iniciativa de la ONU que propone hacer conciencia sobre las consecuencias del embarazo en las adolescentes, ya que la tercera parte de las mexicanas en edad fértil tienen entre 15 y 24 años (2013).

A partir de esa fecha, con un presupuesto de 10 millones de pesos y el lema “un condón es más confiable que el destino” el CONAPO dio inicio a una campaña para prevenir embarazos no planificados e ITS en las adolescentes, pues 94.5% de las mujeres embarazadas en ese grupo de población dejan de estudiar, lo cual profundiza la pobreza.

Para la población indígena se hicieron mensajes en doce lenguas, los cuales son transmitidos en las estaciones de radio: “no son traducciones del español a estas lenguas, sino adaptaciones a sus respectivas culturas, pues en algunos casos no existe el concepto de infección sexual. Se aseguró que es ‘una campaña inusual’, porque están vinculados dos temas de política pública: la prevención del embarazo no deseado y la de ITS como el VIH/Sida; el condón permite alcanzar ambos objetivos, lo cual no se logra con otros medios de prevención”.

La salud de la población adolescente es un factor clave para el progreso social, económico y político de nuestro país, aunque con frecuencia sus necesidades no figuran entre las prioritarias o urgentes pues se trata de un segmento relativamente sano cuyos problemas de salud están asociados con la búsqueda de nuevas experiencias que a veces involucran conductas de riesgo, es por ello que sus problemas de salud están vinculados frecuentemente con accidentes o lesiones, uso de estupefacientes, ITS y VIH/SIDA, entre otros.

La educación sexual en México es insuficiente, y apenas empieza a reconocerse en nuestro país la necesidad de contar con servicios de educación sexual en salud reproductiva dirigidos  especialmente a la población joven adolescente. Estos servicios deben tener un bajo costo o gratuitos, ser confidenciales, respetar el consentimiento informado, ser asequibles y estar disponibles.

Es conveniente puntualizar los pendientes de nuestro país ante la problemática de embarazos en adolescentes: normar el derecho a la salud sexual y reproductiva, sin distinción ni discriminación; asegurar el suministro de materiales en esta materia; considerar la difusión y el uso de los métodos anticonceptivos como estratégicos; garantizar que los programas de planificación familiar, anticoncepción y salud reproductiva para adolescentes sean obligatorios, eficientes y no discrecionales; dar en la educación este enfoque, y generar indicadores para medir el desarrollo del fenómeno.

 El Colegio de México ha manifestado que mientras no haya cambios culturales (reducción de influencia de grupos conservadores) podría esperarse que continúe un incremento en las tasas de embarazo entre adolescentes, como ha ocurrido en los años recientes. El embarazo no deseado en adolescentes es sinónimo  de crisis.

Manuel de J. Campa G.
Especialista certificado “In Tempore” por el Consejo Mexicano de Ginecología y Obstetricia. Es Profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad Veracruzana (U.V.) desde 1966; fue Comisionado de Arbitraje Médico del Estado de Veracruz de 1999 a 2008.
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