Daniel MazzoneLa desinformación, la mentira e incluso los infundios grotescos e inverosímiles no son comportamientos que la historia de la humanidad en general y la de Occidente en particular ignoren o desconozcan. Sin embargo, hay una novedad en la escala, las dimensiones y el daño potencial que esta situación puede provocar en las sociedades abiertas
Retomo el título de Daniel Mazzone para reflexionar sobre un problema particular que poco a poco se abre dentro de lo que Manuel Castells denominará sociedad informacional: la producción y proliferación de noticias falsas con la intención específica de distorsionar la percepción y que cobró relevancia a raíz de dos eventos en 2016, en primer lugar el referéndum en Reino Unido sobre su pertenencia o salida de la Unión Europea y en segundo lugar, la elección de 2016 en Estados Unidos donde quedó como ganador Donald Trump, en donde quedaron de manifiesto el poder de las narrativas para persuadir a electorados específicos en entornos digitales.
Escrito por: Andrea Samaniego Sánchez
El fenómeno, insisto, no es nuevo: los rumores, las leyendas urbanas y los chismes forman parte de múltiples relatos que han sido factor para el ascenso y desgracia de héroes y heroínas en la historia de la humanidad. Sin embargo, lo que ahora detectamos no es un proceso natural, propio del quehacer social, ahora advertimos máquinas, procesos informáticos y estrategias en redes sociodigitales orquestadas con el propósito de difundir información masiva y modificar o alterar la percepción de las audiencias impactadas por estos mensajes.
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La diseminación de mensajes se reproduce a tal velocidad que una vez que estas salen del emisor, difícilmente se pueden contener, del mismo modo que un virus con un número reproductivo alto tiene alcances insospechados en tiempos cada vez más cortos. Esto, tiene como consecuencia que los gobiernos deben dedicar cada vez más tiempo y recursos a responder mensajes o campañas desinformativas, lo cual implica que esos recursos no los destinan a gobernar o atender cuestiones prioritarias de los mismos.
En este año, de acuerdo con Rina Mussali 70 países que conforman alrededor del 40% del PIB mundial tendrán elecciones, entre ellos, el Estado Mexicano, pero no será el único del continente, lo harán también Estad os Unidos, Venezuela, Panamá, República Dominicana y Uruguay en donde se tendrán que renovar esfuerzos para evitar que los procesos desinformativos sean las narrativas que acaparen el espacio público y, que a la postre decidan las elecciones.
El debate no es sencillo, por un lado existen quienes insisten que se debe regular internet y, con ello sancionar a todos los que produzcan con dolo estos mensajes; por el otro, los que señalan que al regular internet se pierde uno de sus principios fundamentales, la libertad, y que en escenarios que podrían tornarse como autoritarios, se convierta esto en un nuevo mecanismo de restricción y vigilancia a todos los que cuestionen y señalen a sus respectivos gobiernos por políticas o acciones que consideran inadecuadas.
En suma, más allá de plantearnos si debemos o no regular internet, habría que avanzar en materia de aprendizajes digitales, lo que implicaría que estos mensajes tendrían menos capacidad de propagación, esto es, trabajar en aras de construir una ciudadanía digital consciente y con capacidad de responder ante estos nuevos fenómenos.
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Fuentes de consulta:
Mazzone, D. (2018). Máquinas de mentir: noticias falsas y posverdad. Buenos Aires: Crujía Futuribles.
Mussali, R. La geopolítica electoral mundial 2024. (11 enero 2024). Expansión, https://expansion.mx/opinion/2024/01/11/la-geopolitica-electoral-mundial-en-2024
Redacción. Año clave: en 2024 seis países de América Latina celebrarán elecciones presidenciales. (2 enero 2024). https://www.youtube.com/watch?v=hKjH3FZivz4
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