En Roma, los partidarios de la República frente al gobierno de los emperadores tenían siempre en mente a Solón, pero también a Licurgo, quien —cuentan algunas leyendas— anunció su salida de Esparta e hizo jurar a sus conciudadanos, teniendo a los dioses como testigos, que cumplirían la ley hasta su regreso; hecho esto, se quitó la vida al salir de Esparta a fin de que el cumplimiento de la ley fuese perpetuo.

Cuando en la Grecia antigua le pidieron a Solón que asumiera el gobierno de Atenas, éste —cuentan algunos de sus comentaristas— puso dos condiciones para aceptar el cargo: 1) que todos aceptarían incondicionalmente estar sometidos al imperio de la ley y 2) que todos debían aceptar un trato de igualdad ante la ley, porque, argumentaba el sabio, “donde no hay desigualdad no hay discordia”.

Los nombres de Solón y Licurgo pueden sonar lejanos para muchos; sin embargo, el eco de sus ideas y sus palabras nos alcanza con renovados bríos, porque siempre nos van a recordar los ideales más preciados de una República: la convicción de que la ley, cuando es justa, es inquebrantable, y que es su defensa lo que puede permitir el florecimiento de un ideal civilizatorio de igualdad y justicia para todos.

Pensar en estos referentes tiene pertinencia en nuestros días, pues en México están ocurriendo cambios relevantes y de forma acelerada. Algunos son sumamente positivos: condena decisiva a la corrupción y a los privilegios; construcción de una agenda pública que tiene como prioridad la erradicación de la pobreza; y la conciencia de que, sin paz, no hay bienestar posible para el país.

Tentaciones autoritarias

Sin embargo, cuando hay cambios profundos en cualquier sociedad, se abre la puerta a tentaciones autoritarias y regresivas. Más aún en aquellas donde existe un débil Estado de derecho y condiciones políticas que propician el conflicto político.

Es el caso de México, y cuyo ejemplo más reciente se encuentra en lo que expertas y expertos han denominado como “el atropello constitucional” de Baja California.

Un evento de la mayor trascendencia para la vida institucional de nuestro país, pero también para el significado de lo que es y podemos ser como la República Federal que somos.

En ese sentido, las lecciones de política más básicas son, por su sencillez, las más preclaras: cuando un gobernante busca que se haga su voluntad, al margen de la ley o torciéndola a su favor, lo que busca es convertirse, en el mejor de los casos, en monarca. Y en los peores, en un tirano.

Desde esta perspectiva, la condena unánime hacia el “albazo legislativo” del Congreso de Baja California, instigado por el gobernador electo, debe llevarse a cabo, no por incrementar el periodo del mandato, sino porque se rompe con los principios constitucionales y los valores más básicos que nos dan sentido como República democrática.

Y en esa misma lógica, si algo debe imperar en nuestro país, en estos tiempos convulsos, es la prudencia política a favor de la República. Por eso los ejemplos de Solón y de Licurgo son más que relevantes: porque sólo hombres políticamente fuertes pueden “mutilarse” facultades metaconstitucionales y metalegales, para dar cause a una vida plenamente institucional y de imperio irrestricto de la ley.

Lee también “Preservar al estado”

El sentido de la República es el de un “nosotros” que se construye con base en el acuerdo, en el diálogo público civilizado, en la vocación y disposición para escuchar lo que los demás tienen qué decir, en el refreno de ser quien diga la última palabra y la capacidad de sintetizar la voluntad popular en políticas públicas que garanticen justicia, dignidad y bienestar generalizados.

Una República sólida no depende de la voz de un solo hombre o de un “hombre fuerte”; sino de una ciudadanía educada, poseedora y defensora de los derechos humanos, y que vive en la plena convicción de la solidaridad y las virtudes cívicas más elevadas, y, por lo tanto, de mayor potencia cohesionadora.

Ésa es la República que se debe construir y la cual, ante la ambición y la codicia por el poder, debe ser defendida.


Mario Luis Fuentes es investigador del PUED-UNAM. Síguelo en: @MarioLFuentes1

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  • El pueblo es el que tiene el poder mucho mass que el gobierno todos unidos podemos hacer muchas cosas

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