En la última década, el promedio anual de defunciones de niñas y niños menores de un año es de 27,166. De ellas, 1,714 fueron, en el 2017, causadas por infecciones intestinales, por tuberculosis respiratorias, por enfermedades bacterianas, a ellas deben agregarse 1,365 casos de defunciones por infecciones respiratorias, y 1,236 más por accidentes y homicidios.
En estos datos puede cifrarse la dramática realidad en que vive a niñez mexicana, pues evidencian que aún carecemos de un sistema integral que auténticamente garantice su protección y que de manera definitiva sea el eje rector de las políticas públicas en aras de tener un país en el que las niñas y niños sean siempre considerados primero.
Es este contexto el que permite dimensionar la gravedad del hecho de que en México no tengamos vacunas suficientes para garantizar que todas las niñas y niños podrán estar protegidos en contra de enfermedades que son 100% prevenibles si se garantiza el acceso oportuno al cuadro completo del esquema nacional de vacunación.
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Al respecto es importante decir que en la última década se han registrado importantes retrocesos en la cobertura de vacunación de las niñas y niños más pequeños, que son, sin duda alguna, los más vulnerables ante la enfermedad y la muerte; pues en efecto, de acuerdo con el último informe de gobierno del Ejecutivo Federal, 2018, en México, en la última década, el único año que se llegó a una cobertura de 100% de las niñas y niños menores de un año, con esquema completo de vacunación, fue el 2009. Sin embargo, en el 2010 descendió a 91.58%, llegando en 2012 a 98.24%; a partir de ese año, los peores indicadores registrados fueron en el año de 2015 con una cobertura de 74.75%, y en el 2018, con 76.08% de la población de menores de un año.
Sin vacunar
De acuerdo con el CONAPO, en ese año había 2,169,955 niñas y niños menores de un año, lo que implica que hubo al menos 550 mil que no recibieron el esquema completo de vacunación. Por eso es tan grave que este año definitivamente no haya vacunas, porque se trata, según las proyecciones de población, de 2.15 millones de niñas y niños que en el 2019 no van a recibir el esquema completo de vacunación. Es decir, millones que han sido puestos en riesgo, de manera innecesaria e irresponsable, debido a decisiones equivocadas en el sector salud.
En este contexto, no hay ningún argumento que permita justificar recortes presupuestales en las áreas sociales, menos aún cuando se trata de la vida y la salud presente y futura de las niñas y niños. Tampoco cuando se tienen los recursos requeridos para garantizar el máximo nivel de salud posible y cuando lo que no ha ocurrido es la decisión política de los gobiernos pasados, pero tampoco de éste, de garantizar plenamente el principio constitucional del interés superior de la niñez.
Desde esta perspectiva, no es aceptable que un gobierno que todos los días hace suya discursivamente la defensa de la justicia y el compromiso con los más pobres, se coloque a sí mismo como un posible generador de enfermedad, de posibles secuelas a lo largo de la vida, y en casos graves, hasta de muerte de niñas y niños, debido a un conjunto de malas decisiones que ha llevado a la carencia de vacunas, a decir del subsecretario López-Gatell, al menos hasta el mes de diciembre de este 2019.
Urge redefinir prioridades
A México le urge una profunda redefinición de sus prioridades de gobierno; y la primera de ellas es la protección de los más vulnerables, independientemente de su condición socioeconómica.
Se trata de evitar que más familias sufran porque alguno de sus hijos enfrenta una enfermedad porque el Estado no le protegió; de evitar tristeza y angustia porque a casa entra una enfermedad que no debió jamás estar a su puerta.
Se trata de construir un país donde las niñas y niños sean felices, y ello, inevitablemente, depende de su salud; y ante esto, el Estado no puede bajo ninguna circunstancia, eludir su responsabilidad.
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