Ser universitario ha significado para mí uno de los más grandes privilegios de la vida.
Mensaje del doctor Mario Luis Fuentes Alcalá, en la conmemoración del Día del Maestro. Ciudad Universitaria, 15 de mayo del 2019
Es así, porque tener la oportunidad de enseñar en sus aulas, estudiar en sus bibliotecas y dialogar en sus auditorios representa la oportunidad de abrirse a la escucha de diversas posiciones ante el saber, la ciencia y la vida.
Ser universitario es mucho más que una “actividad profesional”. Se trata de una vocación, es decir, el llamado de la voz de la crítica, de la duda y del pensamiento audaz en la búsqueda incesante de la explicación, la interpretación y la comprensión.
Es un estar abierto a la voz de los demás, es la voluntad de estar atento a la llamada de nuestros semejantes, de un nosotros que nos define como comunidad académica, comunidad que se reúne para pensar, comunidad que es capaz de dudar y preguntar.
Ser universitario es un estar abierto a la voz de los demás, es la voluntad de estar atento a la llamada de nuestros semejantes
Resulta doblemente significativo para mí estar aquí hoy, porque este año se conmemoran nueve décadas de autonomía universitaria: una de nuestras mayores fortalezas ante los embates y excesos del poder -que no han sido pocos-, y una de nuestras mayores garantías de plena libertad en el pensar y en el decir.
Gracias a ambas, vocación y autonomía, la Universidad Nacional ha contribuido a la construcción de México; un país que, no es exagerado decirlo, no podría entenderse sin la presencia activa de nuestra Universidad Nacional; auténticamente, somos la Universidad de la Nación.
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La voz de la Universidad, signo que asciende y se despliega, y que al hacerlo engendra una dialéctica única, se ha hecho escuchar siempre, porque es palabra con vocación de verdad; es palabra libre que engendra nuevas libertades, y que en ello se juega su papel en la historia, y al mismo tiempo aporta la parte que le corresponde en la cimentación y diseño arquitectónico de la Nación.
La UNAM es la gran productora de ciencia y cultura en nuestro país, eso se reconoce en todas partes; por ello debemos preguntarnos, ¿cuál es el sentido de esa producción intensa, audaz y original en nuestros días?
Cuando sabemos que sobre el mundo se ciernen amenazas de magnitudes inéditas: la desigualdad social, la pobreza y el hambre, el cambio climático y la extinción masiva de especies, todas causadas por la voracidad humana, y por la inacabada lucha de los codiciosos, dirigida a apoderarse de todo, a costa de la destrucción de lo que sea.
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Hoy enfrentamos un tiempo fiero, en el que los discursos del odio nos atizan con fuego renovado, en el que la demagogia amenaza con destruir a la democracia y al tejido social; los discursos identitarios convocan al rechazo y también a la supresión de la diferencia, de la pluralidad y de la libertad.
Hoy sabemos que la tristeza inunda al territorio nacional; la muerte pareciera tener permiso y en varias regiones, literalmente, se camina, sin saberlo, sobre cadáveres. Las ejecuciones no cesan, los feminicidios se multiplican, y el sadismo que se expresa en el desmembramiento de cuerpos que son arrojados a las calles, nos confronta en nuestra capacidad civilizatoria.
Hoy sabemos que la pobreza es la única realidad que han conocido más de 50 millones de mexicanos; pero que es la misma realidad que vivieron sus padres y sus abuelos, y lastimosamente, podría ser la misma que heredarán sus hijas e hijos, pues no hay posibilidad de abrir horizontes de futuro en una economía caracterizada por un estancamiento secular y con una oprobiosa incapacidad de distribuir equitativamente.
También sabemos que el curso de desarrollo que se ha impuesto ha derivado en una severa crisis social, que se expresa en muertes que no deben ser: el dolor evitable provocado porque no hay medicinas, porque no hay suficientes alimentos sanos y nutritivos, porque no hay condiciones de vida digna para todos.
Más aún, cada año mueren 250 mil mexicanos por causas prevenibles; se dice rápido, pero es un dato que oculta el dolor y el llanto; de ahí su carácter innecesario y también, si pensamos desde la poesía, su carácter absurdo y maldito.
El curso de desarrollo que se ha impuesto ha derivado en una severa crisis social, que se expresa en muertes que no deben ser
Ante esta complejidad de una economía que no crece, de ríos de violencia desbordada, de carencias y hambre cuyas magnitudes rayan en lo innombrable, nuestra Universidad tiene el reto de intensificar su pensamiento e incrementar su reflexión sobre cuál es su papel en nuestro tiempo.
Porque la UNAM ha sido voz y caja de resonancia de las voces de la ruptura y la disidencia, pero también de la reconciliación y del diálogo. Porque la UNAM es, efectivamente, reflejo de la realidad nacional, pero uno que permite mirar y transformar lo que sobra, lo que está de más y señalar lo que hace falta.
Porque la UNAM nunca ha sido espacio de silencio, sino de fecunda argumentación y de diálogo. Hoy tenemos el reto de avanzar ante el silencio y el bullicio como lo habría dicho el gran Octavio Paz, y debemos re – inventar las palabras; voz en libertad, capaz de inventarse e inventarnos cada día.
Quienes padecen el hambre, la enfermedad curable, la carencia no tienen tiempo y ante ello, los universitarios tampoco lo tenemos ante al llamado de una nación dolida, que clama justicia y paz, y una vida digna para todos.
No podemos correr el riesgo de ser señalados, de no estar a la altura de las dimensiones de la tragedia. Es cierto que no todo es calamidad y que no todo está perdido; pero es cierto que de no actuar, de no decidirnos colectivamente a hacer más, estamos en riesgo de perder mucho de lo construido.
Ante el asedio de los dogmatismos que enfrentamos, ante el fetichismo del pensamiento que se asume como único, ante la fascinación que generan en muchos los discursos identitarios, es urgente potenciar al pensamiento crítico.
Necesitamos más y más filosofía, más y más poesía y literatura, más y más pensamiento social de vanguardia y más y más humanidades
México necesita de más y más ciencia, sin duda alguna. Nuestra posibilidad de construir un país de bienestar exige de ciencia y tecnología propia de la sociedad del conocimiento, pero ello por sí mismo no nos dará ni capacidad crítica ni claridad ética. Por eso necesitamos más y más filosofía, más y más poesía y literatura, más y más pensamiento social de vanguardia y más y más humanidades.
En la magia siempre hay un chantaje, afirmaría el filósofo Steiner; y hoy que enfrentamos los peores resabios del pensamiento mágico, sintetizado en las peores formas de la violencia política y económica, es urgente potenciar lo mejor de la Universidad, y desde ella ser y seguir siendo la voz, la conciencia y la posibilidad de un ser ético para la Nación.
Estamos obligados a hablar con la voz de pobres, como habría escrito Bonifaz Nuño, con las palabras que transforman el dolor en posibilidad de futuro; para construir nuevos puentes y vasos comunicantes con los otros, que somos también Nosotros.
Estamos obligados a hablar con la voz de pobres, con las palabras que transforman el dolor en posibilidad de futuro
En los ocho años que tuve el privilegio de vida de ser parte de la Junta de Gobierno de nuestra casa, escuché a miles de estudiantes, profesores, trabajadoras y trabajadores, y también voces externas genuinamente interesadas en nuestra Universidad y hoy que quisiera tener la capacidad de sintetizar todas las miradas, los reclamos y las propuestas que me plantearon para mejorar a la Universidad y al país, si acaso puedo, como un homenaje a su honestidad e interés, decir que debemos estar todas y todos orgullosos de lo que es la Universidad y lo que somos los Universitarios; porque no son pocas las miradas vibrantes, las voces reconfortantes y los espíritus inflamados del deseo, del reclamo siempre luminoso de un país con justicia y dignidad para todos, de una mejor Universidad.
Y es que la UNAM es proyecto de vida para miles, casa de la presencia, como diría el poeta; es guardián de nuestra memoria y es puente que permite mirar al futuro, con preocupación, pero sobre todo, con valentía, y por qué no decirlo, también con alegría y decidido ánimo jubiloso en el ánimo de construir un México siempre incluyente y siempre venturoso para quienes lo habitamos.
Nuestra UNAM, es acto de fundación y disidencia; totalidad y fragmento, conservación y ruptura crítica, punto de llegada y peregrinar del pensamiento; migración alada de las palabras, y morada de todo aquello que somos en y desde el lenguaje; suelo de muchos, y posible realidad de miles, millones que se han construido y son, y somos lo que somos gracias a nuestra máxima casa de estudios.
Un país de derechos humanos, de justicia, de paz, de bienestar, solo podrá construirse desde nuevas formas y figuras del pensamiento; desde la capacidad del lenguaje, en su sentido más amplio y profundo, para resignificar nuestros problemas, y para darnos un nuevo sentido, de ser y de estar, desde la Universidad, y para servirle, como lo establece nuestra Ley Orgánica, al país y a la humanidad.
Sin sueños y sin utopías carecemos de horizontes, por eso necesitamos de un faro de nuevos signos de luz, que puedan guiar el paso, con firmeza y determinación, hacia la Universidad que merecemos
Sin sueños y sin utopías carecemos de horizontes, por eso necesitamos de un faro de nuevos signos de luz, que puedan guiar el paso, con firmeza y determinación, hacia la Universidad y hacia el país que merecemos, y que sin duda, todas y todos anhelamos como futuro posible, como futuro en el que es deseable vivir.
Vivamos; defendamos; hagamos crecer aún más a nuestra UNAM, porque siempre es posible, desde el saber, desde la ciencia, desde la crítica y desde lo espiritual, ir un poco más allá del horizonte y seguir siendo la conciencia crítica de nuestra sociedad, de nuestro país.
Vivamos; defendamos; hagamos crecer aún más a nuestra UNAM, porque siempre es posible seguir siendo la conciencia crítica de nuestra sociedad, de nuestro país.
Hagamos que nuestra UNAM sea, sin temor a exagerar, la nueva Piedra de Sol de nuestros días, en palabras del poeta Paz, vivir y pensar a la UNAM y a México desde la UNAM como:
una presencia como un canto súbito,
como el viento cantando en el incendio,
una mirada que sostiene en vilo
al mundo con sus mares y sus montes,
cuerpo de luz filtrado por un ágata,
piernas de luz, vientre de luz, bahías,
roca solar, cuerpo color de nube,
color de día rápido que salta,
la hora centellea y tiene cuerpo,
el mundo ya es visible por tu cuerpo,
es transparente por tu transparencia..
Muchas gracias.