El arte es una experiencia en sí. Mark Rothko, fue uno de los representantes del expresionismo abstracto norteamericano, el cual también fue denominado la Escuela de Nueva York. Este grupo se consolida en la depresión económica tras la II Guerra Mundial. Recordemos que desde el siglo XIX, Europa y sobre todo París habían dominado la evolución del arte moderno, sin embargo, a partir de ese momento, la pintura norteamericana asumió un liderazgo mundial que permaneció algunas décadas.
Escrito por: Mónica Muñoz
Rothko con su pintura quiso conseguir una ambiciosa utopía: expresar las más básicas emociones universales. Lo que hizo fue apostar por la representación los ideales más profundos y universales de la forma más sencilla posible. Sus obras fueron concebidas para ser apreciadas y contempladas en vivo y en directo, teniéndolas en frente a 45 cm de distancia. Rothko decía que la experiencia trágica era la única fuente de la que bebía el arte, e intentó convertir la tragedia y el éxtasis en factores que, en sus pinturas, pudieran experimentarse como condiciones básicas de la existencia con intención de expresar la naturaleza del drama humano universal.
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Su biografía
Markus Rothkovitz nació en Rusia en 1903. De familia judía, emigró a Oregón en 1910, probablemente huyendo del antisemitismo, aunque en Estados Unidos también le tocó vivir una época especial, con una sociedad moral que no daba buen recibimiento a los extranjeros.
Estudió arte en los años 20, pero se consideró siempre un autodidacta. Cultivó la figuración expresionista y se empapó del espíritu de las vanguardias que pudo ver y apreciar en las exposiciones organizadas por el MoMA.
Después de la Segunda Guerra Mundial empezó a investigar el color field painting (pintura de campos de color) abandonando poco a poco toda referencia figurativa y en los años 50, con el expresionismo abstracto ya establecido, inició su personal estilo de abstracción que definiría desde entonces su pintura.
Los cuadros de Mark Rothko, enormes, muestran amplios campos de color rectangulares con unos límites indefinidos entre ellos. Son colores borrosos, que flotan suspendidos en el lienzo, estimulando sensaciones místicas, o sea, esa parte espiritual.
Amaba la música y la literatura y también se interesaba por la filosofía, los escritos de Nietzsche y la mitología griega. Sus amigos lo consideraban una persona difícil, inquieta y susceptible pero también capaz de mostrar una entrega y un afecto totales.
Con el tiempo, Mark Rothko se convertiría en toda una institución del arte americano. Fue protegido de Peggy Guggenheim, y sus éxitos fueron notables. Sin embargo, a finales de los años 70, en medio de una crisis depresiva, y tras pintar su serie de obras con acrílico negro, se acabaría suicidando.
Su obra
Cuando Rothko pintaba se sumergía en sus pensamientos y eso era lo que pretendía que hiciera el espectador. Su pintura de “campos de color” situaba en primer término la fuerza emocional de los colores utilizados. Quería que el cuadro fuera contemplado y que la persona al verlo, poco a poco fuera haciendo una introspección, una meditación hacia su interior para llegar a tener una consonancia con el cuadro y poder fundirse con las sensaciones de la obra.
Toda obra de arte crea el clima en que debe entenderse. Al igual, puede que nos decepcione la falta de atractivo de los cuadros que nos rodean. Rothko quería conferir a sus pinturas el máximo vigor posible. Quería que fueran íntimas e intemporales. Pero en verdad son íntimas e intemporales, porque su tonalidad nos envuelve y si ponemos atención podríamos intentar ver o sentir la idea de lo infinito. Actualmente vivimos saturados por imágenes y sólo el arte abstracto puede conducirnos al umbral de lo divino.
Propuso que sus obras evocaran inquietud y contemplación. La tragedia era lo único suficientemente noble para convertirse en una obra de arte. Nunca quería ser encasillado en ningún movimiento artístico, pues deseaba buscar la expresión de las formas universales. Esto es, frente a uno está el cuadro, y esa obra cobra vida cuando es vista, contemplada, y es justo cuando se da ese nivel sensitivo.
Rothko defendía que, si podía pintar lo que veía, entonces por qué no pintar lo que sentía. Sus obras evocan sensaciones que nosotros tenemos en lo más profundo de nuestro ser. No hay que tratar de racionalizarlas. El concepto del expresionismo abstracto no aludía tanto a un estilo sino más bien era un proceso basado en la exteriorización de emociones a través de la acción pictórica.
Su paleta cromática fue oscureciéndose con el paso de los años, obviamente se especuló siempre que fue debido y relacionado al estado depresivo que padecía. De hecho, el suicidio de Rothko se ha interpretado como una manifestación violenta y trágica del espíritu del romanticismo, concibiendo su muerte como la celebración ritual de un sacrificio, a la vez reafirmación y aniquilación de sí mismo.
Reflexiones finales
Otros artistas como Nicolas de Stael, artista francés también se suicidó y dejó una nota que decía: “No tengo la fuerza para completar mis pinturas”. Constance Mayer, otra artista del siglo XIX se cortó la garganta con la navaja de afeitar de Prud’hon, su socio y amante pintor. Richard Gerstl, Arshile Gorky son otros referentes del siglo XX, y hay muchos más referentes. ¿El suicidio es visto como una salida? Decía Albert Camus que “el único problema filosófico verdaderamente serio es el suicidio. Juzgar si la vida vale la pena de ser vivida es la cuestión fundamental de la filosofía”.
Artistas como Rothko intentaron con el arte sobrellevar la vida. Y fue genial la forma de proponernos el ver el apreciar y contemplar el arte. ¿Qué tanto contemplamos?, ¿Hemos perdido la capacidad de asombro?, ¿Cuándo fue la última vez que fuiste a un museo a ver una exposición de arte?
Vivimos en una sociedad que genera estrés, con agendas apretadas, o trabajando sin parar… ¡No perdamos la capacidad de asombro! Busquemos oportunidades diarias para maravillarnos con la realidad que nos rodea. Y exploremos nuestro estado emocional para sentirnos mejor.
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