“No deseo que las mujeres tengan más poder que los hombres, sino que tengan más poder sobre sí mismas”
Mary Shelley
Frankenstein (o el moderno Prometeo) de la escritora Mary Shelley es una de las obras más conocidas en nuestros tiempos. Sin duda hemos visto películas o series y tenemos perfectamente asumido al personaje. Es la primera novela considerada de ciencia ficción moderna. Incluso de ella se ha dicho que es también un relato con tintes filosófico-metafísicos, una historia de denuncia social (contra la esclavitud) o incluso una reivindicación de los valores humanistas y feministas. Lo que no cabe duda, es que los historiadores han redescubierto a Shelley como una de las principales figuras del romanticismo, y porque fue una prolífica editora, ensayista, articulista y dramaturga, creadora significativa por sus logros literarios y por su importancia política como mujer y militante liberal.
Escrito por: Mónica Muñoz
Sin embargo, para empezar, hay que tomar en cuenta el libro de John Milton (1608-1674), publicado en 1667 titulado “Paraíso perdido”, el cual fue todo un clásico de la litera inglesa. Esa obra literaria es un poema acerca del tema bíblico de la caída de Adán y Eva. Trata sobre el problema del mal y el sufrimiento y cuestiona el por qué un Dios bueno y todopoderoso decide permitir esa fatalidad cuando podría ayudarlos. En esa obra se refleja cómo fue entonces que la Divinidad dejó caer sobre la primigenia pareja, hecha a su imagen y semejanza, un imperecedero y oscuro sortilegio que dirige a Adán: “maldecida es la tierra por tu causa; / y ha de ser con dolor como de ella / comas todos los días de tu vida”. Sin olvidar a Eva: “Aumentaré con creces tus dolores / desde la concepción; y parirás / tus hijos con dolor”. Así “implicados ambos en el pecado / se merecieron la fatal caída”. O como diría después el filósofo alemán Arthur Schopenhauer: “no hay victoria sin lucha”. (perdido, 2009)
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Allí surge una angustiosa y terrible situación en la historia de la literatura, en la que Adán se lamenta con el alma rota: “¿Te pedí, / por ventura, Creador, que transformaras / en hombre este barro del que vengo? / ¿Te imploré alguna vez que me sacaras / de la obscuridad y me pusieras / en este maravilloso jardín?”. (perdido, 2009) Por supuesto que este autor influyó en Mary Shelley (y en muchos otros escritores) a la hora de crear su gran obra “Frankenstein o el moderno Prometeo” que se publicó en 1818. (Shelley, 2010) Perteneciente por supuesto, al periodo del Romanticismo.
La británica Mary Shelley (1797-1851) fue hija del filósofo y político William Godwin y de la filósofa y pionera feminista Mary Wollstonecraft. Se crío en un ambiente profundamente literario y bohemio. Cuando ella nació, su madre murió, pero la defensa de los derechos de las mujeres y de la libertad fueron el espejo donde siempre se miró la joven, la cual muchas veces iba a escribir a la tumba de Wollstonecraft. Su padre se volvió a casar con otra viuda que ya tenía dos hijas.
En 1814, Mary Godwin inició una relación sentimental con Percy Bysshe Shelley, quien ya estaba casado. Los dos, junto con la hermanastra Claire Clairmont, vivieron en Francia y viajaron por Europa. Al regresar a Inglaterra, Mary se dio cuenta que estaba embarazada. Durante los siguientes dos años ella y Percy se enfrentaron al rechazo social, a las deudas constantes y a la desgracia del fallecimiento de su hija, nacida prematuramente. Por fin se casaron a finales de 1816, tras el suicidio de la primera esposa de Percy Shelley, Harriet.
En 1816, la pareja pasó un verano con Lord Byron, John William Polidori y Claire Clairmont en Ginebra, Suiza, allí fue donde Mary concibió la idea de su novela Frankenstein. En 1818 se mudaron a Italia y allí se les murieron dos hijos más, sobreviviendo el último. Pero las desgracias siguieron, y en 1822, su esposo Percy Bysshe Shelley se ahogó al hundirse su velero, durante una tormenta en la Bahía de La Spezia. Al año siguiente, Mary Shelley regresó a Inglaterra junto con el único hijo que logró sobrevivir, y a partir de ese momento se dedicó a su carrera como escritora profesional.
El dolor, la soledad y el sentimiento de pérdida, sufrido por la autora, al ver morir a tres de sus hijos sumada a su propia orfandad, atraviesan todas sus obras. Un espíritu que plasmó con tan solo 18 años en “Frankenstein”.
Su vida fue en su mayor parte, una carrera de obstáculos que terminó, finalmente, con el paulatino advenimiento de un fatal tumor cerebral; ver morir a sus hijos y a su marido, cuya obra editó e incluso enriqueció posteriormente, fue un duro golpe. Si bien su afán de superación, su amplia cultura y los viajes que pudo emprender para conocer Europa ayudaron a que siempre se levantara e hiciera todo por seguir adelante, la oscuridad, la escasez, el dolor e incluso el chantaje y la persecución fueron compañeros asiduos de Shelley.
La cita de Milton que Shelley eligió para encabezar la novela es del todo significativa: el ser humano se encuentra enclavado en un terreno que no le pertenece por completo, ya que, aunque se sabe poseedor de una sensibilidad estética y espiritual superior a la del resto de los animales, por otra parte, y a la vez, se sabe capaz de los peores crímenes e indecencias. Es entonces un habitante extraviado y errante que lamenta y se queja constantemente sintiendo toda clase de curiosidad como Adán y Eva en el poema de Milton. El mundo se muestra para el profesor Víctor Frankenstein, como un misterio, un secreto que «desea desentrañar». Un dato que la autora repetirá a lo largo de la novela. Así, Frankenstein romperá todas las barreras que trazan los límites entre la vida y la muerte. Produjo su monstruo. Y es entonces cuando se desencadena una atroz lucha psicológica, moral y física de Víctor, por desprenderse del producto.
El monstruo intenta asemejarse a los humanos, representa el desafío a Dios y a la naturaleza. Los diálogos que hay en la novela entre Víctor y su creación son magistrales: “pero ¿no estoy solo, miserablemente solo? Si tú, mi creador, me detestas, ¿qué me cabe esperar de tus semejantes, que no me deben nada? Me desprecian y me odian. Mi refugio son las montañas desiertas y los desolados glaciares. […] ¿No habré de odiar, entonces, a quienes me odian a mí?”.
Mary escribió una novela sublime y trágica en la que aparecen retazos de la Revolución Industrial, época romántica, que muestra ese eterno sufrimiento injusto, ese despojo de monstruo y humano… Su obra analiza los límites de la naturaleza humana, consumiéndose siempre entre el anhelo, las aspiraciones y la realidad. Esto nos hace reflexionar en lo difícil que es ver la cruda realidad circundante y sentir injusticia e impotencia ante la impunidad reinante y los hechos desgarradores: madres que pierden hijos, muertes, asesinatos, una injusticia total que crece a diario; ancianos olvidados y abandonados. Esta novela de Shelley es un canto a la soledad, y es un acto de rebeldía a este mundo patriarcal.
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Estas líneas provocaron lo que se esperaba: la necesidad de releer el libro.