por Germán Vázquez Sandrín
El descenso de la fecundidad; la desaceleración en el incremento del uso de métodos anticonceptivos; el incremento en la mortalidad masculina; y la tasa neta migratoria cero con Estados Unidos son los principales retos sociales de la dinámica y estructura demográfica, que se suman y trastocan a las tendencias de largo plazo
El concepto de dinámica demográfica se refiere a la velocidad en que crece o decrece una población, lo cual a su vez depende de los niveles de mortalidad, fecundidad y migración, mientras que el concepto de estructura significa su distribución por edad y sexo. Se ha documentado que durante el sexenio del Presidente Felipe Calderón las políticas implementadas, así como el contexto económico internacional, entre otros factores, produjeron una coyuntura demográfica inesperada que, a la postre, influyó en la dinámica demográfica del país.
Esta coyuntura se produjo por una reducción en el descenso de la fecundidad; la desaceleración en el incremento del uso de métodos anticonceptivos; el incremento en la mortalidad masculina; y la tasa neta migratoria cero con Estado Unidos. Estos fenómenos demográficos representan en la actualidad los principales retos sociales de la dinámica y estructura demográficas, que se suman y trastocan a las tendencias de largo plazo.
El crecimiento demográfico
La población total en México en el año 2010 fue de 112,336,538 personas, cerca de 4 millones más de lo previsto por el Consejo Nacional de Población (CONAPO). Esta situación es resultado fundamentalmente de la desaceleración de la caída de la fecundidad ocurrida entre los años 2000 y 2011 que no fue reconocida a tiempo por dicha institución.
Las proyecciones realizadas en el 2000 por el CONAPO estimaban para el año 2010 una población de 111,613,906 personas, es decir, menor en 722 mil personas a la censada. Para el año 2050 aquellas proyecciones estimaban un total de más de 129 millones de personas mientras que las proyecciones vigentes la estiman en más 150 millones, es decir, alrededor de 21 millones de individuos adicionales, lo cual equivale a considerar juntas a la población en 2010 de los estados de México y de Puebla.
Lento descenso de la fecundidad
La fecundidad es el componente que contribuye más al cambio de la dinámica demográfica. Con base en los resultados del censo de 2010 la tasa global de fecundidad es de 2.39 hijos por mujer.
Para valorar esta cifra considérese que la política de población a inicio del presente siglo preveía llegar al nivel de reemplazo generacional en el año 2005 (es decir, una tasa global de fecundidad de 2.1 hijos por mujer) y alcanzar 1.97 hijos por mujer para 2010. Esto muestra que la disminución de la fecundidad ha descendido más lentamente de lo que el CONAPO, como institución encargada de la planeación demográfica, tenía previsto. La principal causa es una desaceleración en el aumento de la prevalencia de uso de métodos anticonceptivos modernos (Partida, 2012, Cárdenas, 2012).
Esto se traduce en que en lugar de 1,901,490 nacimientos anticipados para 2010 en realidad ocurrieron como mínimo alrededor de 2,256,000 estimados para el periodo 2009-2010 (Mier y Terán, 2013). Tal cantidad de nacimientos es similar a la que prevalecía durante el período en que más rápidamente creció la población mexicana. Esto implica más de 354 mil nacimientos en 2010 adicionales a los proyectados en 2000, lo cual se traduce en más gastos en materia de salud, por ejemplo, en vacunas y educación, particularmente en el nivel preescolar y básico.
La reducción de la fecundidad, así como el espaciamiento entre los hijos, tiene efectos claramente positivos en un contexto urbano y moderno. Favorece la inserción de la mujer adulta en los mercados de trabajo y con ello adicionalmente coadyuva al empoderamiento femenino y la autonomía en la toma de decisiones respecto a su pareja. Se dedica menos tiempo a la crianza de los hijos, papel tradicionalmente asignado a la mujer, quien puede disponer de él para otras actividades de esparcimiento y desarrollo personal.
Todo ello sin olvidar por supuesto la reducción en los riesgos para la salud de la madre y del hijo que constituyen alumbramientos muy tempranos, muy numerosos, muy próximos o muy tardíos en el curso de vida. La reducción del ritmo de descenso de la fecundidad observada en los últimos años se traduce en el retraso de la llegada de estos beneficios particularmente en los sectores más desfavorecidos de la población.
En el caso de los embarazos adolescentes la situación se agrava, sin embargo, tal como lo muestra Claudio Stern (2009), de forma muy diferenciada según el estrato social al que se pertenezca. Los embarazos adolescentes se concentran en los estratos más pobres y en las edades más tempranas, también es en los embarazos adolescentes de estos estratos donde se incrementan los riesgos de la salud materna infantil (preeclampsia; eclampsia; mortalidad materna; bajo peso al nacer; incremento del aborto en condiciones riesgosas).
En estos casos es la pobreza la causante del problema, en un contexto en el que más de la mitad de las madres adolescentes ya estaban unidas y abandonaron la escuela antes embarazarse porque no tenían alternativas a la maternidad, la cual se convierte, a su vez, en un factor de la circularidad intergeneracional de la pobreza.
En los estratos medio y alto el embarazo adolescente es muy diferente. Es más tardío que en los estratos bajos; sí se transforma en una causa de interrupción escolar; se da en condiciones de soltería y se relaciona, entre otros factores, con una ausencia o mal manejo de métodos anticonceptivos, lo cual está relacionad no con la pobreza como en el primer caso, sino con la poca eficacia del ideal de la abstención sexual hasta el matrimonio aunado a la insuficiente educación sexual y conocimiento de los métodos anticonceptivos.
Inaceptables y enormes retos
En el lustro que va de 2005 a 2010 la mortalidad masculina por homicidios aumentó considerablemente en las edades 15-44 años, al grado de que, con base en algunas estimaciones (Partida, 2012), se redujo la esperanza de vida al nacimiento de 72.5 en 2005 a 72 en 2010.
La mortalidad materna y el feminicidio en México, si bien son fenómenos que por su reducida escala no tienen efectos notorios obre la dinámica demográfica, son socialmente inaceptables y representan enormes retos a la sociedad mexicana.
Únicamente para dar una idea del nivel del desafío, considérese que en 2005 en México se registraron 1,242 defunciones maternas sobre un total de aproximadamente 26 millones de mujeres de entre 15 y 44 años, mientras que en Japón, con 23.5 millones, hubo 62 fallecimientos en el mismo año (Cárdenas, 2012). El feminicidio, por otra parte, presenta 2,335 casos en 2010, lo que representa una tasa de 4 defunciones por 100,000 mujeres, y su tendencia entre 2007 a 2010 fue en aumento, al pasar de 1,086 a 2,335 durante el periodo (Echarri, Ramírez, 2012).
Además de estos fenómenos asociados a la pobreza y a la coyuntura, la tendencia a largo plazo del envejecimiento de la población antepone a la batalla contra la mortalidad retos que deben ser abordados desde ahora, como es la ampliación de la cobertura y calidad de los servicios geriátricos.
Descenso inesperado
Durante el periodo 2005-2010 la emigración de México a Estados Unidos ha presentado un descenso inesperado y a tal grado importante que en 2010 el saldo migratorio entre México y Estados Unidos fue cercano a cero. El flujo anual promedio se redujo de 600 mil inmigrantes mexicanos en Estados Unidos durante 1995-2004 a 140 mil en 2010 (Zenteno, 2012).
Tal como lo explica René Zenteno, las razones de este cambio son múltiples, entre las que se encuentran la contracción de la economía estadounidense; el desplome de su industria de la construcción; el endurecimiento de la política de ese país hacia los migrantes indocumentados; y la inseguridad en las ciudades fronterizas mexicanas; además de que el número de deportados se ha incrementado a más de un millón durante la primera administración del presidente Obama, el perfil de los repatriados ha cambiado y aparecen cada vez con más frecuencia inmigrantes que vivían desde hace mucho tiempo en Estados Unidos, que estudiaron ahí y hasta olvidaron el español y que han sido obligados a separarse de sus hijos ciudadanos estadounidenses con deplorables resultados familiares. Todo ello ha superado la capacidad de los programas gubernamentales en México que dan atención temporal a los repatriados y a las familias separadas.
La “pesadilla demográfica”
En 2010 la estructura de la población muestra el predominio de las edades laborales (15-64 años) respecto de los menores de edad (0-14 años) y de la tercera edad (65 años o más). Sus proporciones representan 62%, 29% y 9%, respectivamente. Desde el censo de 1990 la proporción de población en edad laboral ha venido aumentando censo con censo y lo seguirá haciendo hasta que sus efectivos empiecen a entrar masivamente a la tercera edad.
Por lo pronto, el reto consiste en lograr que más de un millón de personas que cada año se incorporan al mercado laboral consigan un empleo formal y digno y permanezcan de esta forma a lo largo de su vida laboral.
De lograrse este objetivo, el “bono demográfico” ofrecería condiciones óptimas para el desarrollo económico del país y para el bienestar de las familias a través del ahorro y la inversión. De lo contrario, la presión demográfica se traducirá en una “pesadilla demográfica” que estaría elevando los niveles de desempleo, particularmente entre los jóvenes, así como la precariedad e informalidad laboral.
Pero lo más grave será en el futuro cuando México tenga una población envejecida. Si perduran las malas condiciones en el empleo actualmente existentes, los elevados niveles de pobreza multidimensional que en 2010 eran de 46.2%, una buena parte de la población de la tercera edad en el año 2050 habría trabajado toda su vida con muy bajos niveles de ahorro, sin recibir créditos ni prestaciones laborales ni retiro.
Si se considera que las proyecciones de CONAPO a 2050 contemplan que 16% de la población tendría 65 años o más, bajo este escenario la carga económica adicional para las familias pobres entrañaría una profundización aún mayor de la pobreza.
Además de los factores demográficos y los retos sociales que acaban de ser revisados en el presente artículo, vale la pena dedicarle una líneas a una serie de factores que influyen sobre la dinámica y estructura demográficas y que tienen que ver con la dimensión territorial, ambiental y los grupos étnicos.
La distribución de la población en el territorio mexicano sigue un patrón polarizado, por un lado existe una elevada dispersión en decenas de miles de localidades de una o dos viviendas, mientras que en el otro extremo un centenar de localidades aglutina a la mitad de la población nacional.
Ambientalmente, la progresiva extensión de la frontera agrícola acaba con extensiones de bosque para en su lugar darle uso de pastoreo, lo cual erosiona la tierra y destruye el hábitat de múltiples especies de flora y fauna en vías de extinción; otros problemas graves son la sobreexplotación de los mantos acuíferos y la contaminación que perturba las condiciones de la vida en todo el planeta, entre otros desafíos.
Finalmente, pero no por ello menos importante, se encuentran los pueblos indígenas y afrodescendientes, los que, observados en su conjunto, presentan un patrón demográfico típicamente asociado a la pobreza (elevada mortalidad infantil y materna, elevadas tasas de fecundidad y elevada emigración por motivos laborales); sin embargo, visto uno por uno, cada pueblo tiene una especificidad demográfica propia asociada a su cultura y su historia, entre las cuales la atención más urgente corresponde a los pueblos en vías de desaparición. El desafío más grande e inmediato es visibilizar, valorar y respetar a estos pueblos y darles la voz para conocer las necesidades de cada uno y sus decisiones en materia demográfica.
En conclusión, los retos que anteponen la dinámica y estructura demográficas a la sociedad mexicana son cada vez menos el rápido crecimiento demográfico para convertirse en un ejercicio de planeación riguroso y preciso dirigido a que todos los individuos, sectores y grupos que conforman a la población incrementen su calidad de vida de forma sustentable y con un sentido de equidad, pero priorizando a los más desfavorecidos y olvidados como son los pobres, los adolescentes, los indígenas y las mujeres.•
Referencias:
I. Cárdenas, Rosario (2012) “La mortalidad de las mujeres en edad fértil: causas maternas, cánceres, violencia y más” (en) Coyuntura demográfica. Revista de los procesos demográficos de hoy. Número 2, Julio 2012. pp. 23-27
II. Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (CELADE) (2011) Proyecciones de población a largo plazo 1950-2100. Disponible en Internet: http://www.eclac.org/publicaciones/search.asp?cat=47&desDoc=Estimaciones%20y%20proyecciones%20de%20población
III. Consejo Nacional de Población (2012) Proyecciones de la población de México 2010-2050. Disponible en Internet: http://www.conapo.gob.mx/es/CONAPO/Proyecciones
IV. División de Población de las Naciones Unidas (2011) WorldPopulationProspects: The 2010 Revision. Disponible en Internet: http://esa.un.org/wpp/unpp/panel_population.htm
V. Echarri Cánovas, Carlos Javier, Ramírez Ducoing, Karla (2012) “El feminicidio en México: un acercamiento demográfico” (en) Coyuntura demográfica. Revista de los procesos demográficos de hoy. Número 2, Julio 2012. pp. 29-33
VI. Mier y Terán, Martha (2013) “Los nacimientos que ocurren en el país. ¿Qué revelan las fuentes sobre su número en años recientes” (en) Coyuntura demográfica. Revista de los procesos demográficos de hoy. Número 2, Julio 2013. pp. 53-60
VII. Partida Bush, Virgilio (2012) “La conciliación intercensal de México 1990-2010” (en) Coyuntura demográfica. Revista de los procesos demográficos de hoy. Número 2, Julio 2012. pp. 11-16
VIII. Stern, Claudio (2009) “Diferencias del embarazo adolescente entre estratos de la población” (en) CONAPO. Memorias del foro nacional. Las políticas de población en México. Debates y propuestas para el programa nacional de población 2008-2012. pp. 97-100
IX. Zenteno, René (2012) “Saldo migratorio nulo: el retorno y la política anti-inmigrante” (en) Coyuntura demográfica. Revista de los procesos demográficos de hoy. Número 2, Julio 2012. pp. 17-21
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