por José Rangel
Los avatares de la expansión de la cobertura (I) de Educación Superior (II)
En una contribución anterior (III) discutía sobre las decisiones de política educativa, manifiestas con gran énfasis desde el año 2000, de incrementar la cobertura de educación superior. Se mencionaba entonces que tanto o más importante que zanjar la distancia de la población adulta con estudios de nivel medio superior y superior frente a países del grupo de la OCDE, era lograr que los educandos de estos niveles mejoraran la calidad de sus conocimientos, más rezagados aún que las correspondientes coberturas.
Adicionalmente, se hacía énfasis en la necesidad de fortalecer la vulnerabilidad de los estudiantes de nivel medio superior para asegurar su permanencia en el sistema educativo. Una de las mayores dificultades para incrementar la cobertura en el nivel superior reside en disponer de la demanda suficiente por este tipo de estudios, problema aún no resuelto para alcanzar las cotas propuestas.
Existe un sutil y difícil equilibrio entre la necesidad de educación de la población y la capacidad del sistema productivo de incorporarla de la mejor forma. Los desfases llevan a la generación de ninis, al desempleo profesional, a la migración de personas con distintos niveles de capacitación, a la subocupación y otros. Se han intentado diversas aproximaciones al manejo de este equilibrio, sin embargo, ninguna parece haber dado soluciones satisfactorias.
A partir del año 2000 el tema de la cobertura en la educación superior adquirió un espacio propio de primera importancia en las discusiones, preocupaciones y tareas de las instituciones de educación superior nacionales y estatales, así como en el principal organismo que las agrupa: la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES) (IV).
En el 2000, la ANUIES fijó entre sus prioridades la necesidad de ampliar la cobertura hasta ubicarnos próximos a los niveles de países en condiciones de desarrollo similares o superiores al nuestro. Posteriormente, en 2006V, se consideró necesario que para el año 2012 la cobertura nacional en el nivel superior alcanzara cuando menos 30% del grupo de edad correspondiente, 19 a 23 años, y que en ninguna entidad federativa la cobertura estuviese por debajo de la cota de 20%.
El subsecretario de educación superior en su momento hizo público que “(…) la ANUIES, por ejemplo, ha fijado en diversos documentos la meta de elevar la cobertura de la educación superior a 48% en 2020, lo que implicaría alcanzar una matrícula de poco más de 4 millones 700 mil estudiantes en 2020; es decir, alrededor de 1 millón 700 mil jóvenes adicionales a la matrícula actual, lo que supondría un aumento sostenido de aproximadamente 170 mil en promedio por año” (VI).
La más reciente de las intervenciones ocurrió en 2012, cuando la ANUIES estableció que “(…)a más de una década desde la formulación del documento La educación superior en el siglo XXI y un lustro a partir del ejercicio de análisis y diagnóstico planteado en Consolidación y avance (…) se justifica un momento de reflexión para ponderar prioridades, especificar propuestas viables en las circunstancias actuales y abrir espacios para la formulación de nuevas estrategias” (VII).
Lo anterior se tradujo en que “(…) la ANUIES propone como meta alcanzar, para el ciclo escolar 2021-2022, una tasa bruta de cobertura del 60%, considerando las modalidades escolarizada, mixta, abierta y a distancia de los niveles técnico superior universitario, licenciatura universitaria y tecnológica, y educación normal, de la cual la modalidad escolarizada deberá ascender, al menos, al 50%. También se propone disminuir las brechas interestatales existentes, dando atención prioritaria a las entidades federativas más rezagadas para que ninguna se encuentre por debajo del 40% de cobertura total” (VIII).
Si las políticas de crecimiento de cobertura se adoptan y se persigue llegar a 50% en la modalidad escolarizada en el 2020-2021, ésta tendría que crecer a un ritmo sostenido de 2 puntos por año entre 2012 y 2022, un paso desconocido en la historia educativa del país. El máximo histórico alcanzado hasta ahora es 1.4%, en 2012. La matrícula de educación superior necesitaría crecer al 5.2% anual, tasa media, para lograr en el 2022 dicha cobertura. Difícilmente se cuenta con los recursos de todo tipo, necesarios para ello.
Más allá de las necesidades financieras, quizá las más fáciles de solventar, en el plazo previsto se requiere personal capacitado, nueva infraestructura, pero, sobre todo, demanda por educación superior. Éste es el mayor escollo a salvar. En trabajos anteriores hemos mostrado que ahí se encuentra el principal cuello de botella del proceso.
A partir del año 2000, cuando el asunto de la cobertura se vuelve política educativa expresa, el abastecimiento del insumo para la educación superior, que son los egresados de media superior, ha crecido de una tasa inicial cercana a 27.4 egresados por cada 100 alumnos que ingresaron a primaria en esa generación a cerca de 43 en 2012.
De esos egresados hay cerca de 8 que no están interesados en continuar con estudios superiores. O sea que, hasta ahora, ingresan a alguna institución de educación superior la ya notable cantidad de 35 personas de aquellos que iniciaron primaria 12 años atrás.
Si no hubiera un solo abandono de estos que ingresan al nivel superior, se tendría por el momento una cobertura máxima de 35%, cosa que no ocurre. La erosión producto del abandono escolar en este nivel es de alrededor de 40%. De los 35 que ingresan al nivel superior, 14 se quedan en el camino. Así, con esa deserción, la cobertura equivalente sería de 28%, un poco por debajo de la cobertura reportada para 2012 por la SEP, de 29.5%. La diferencia puede deberse a una mejoría de la eficiencia terminal.
En cualquier caso, habría que cuidar enormemente la coordinación del esfuerzo para lograr en el plazo propuesto las ambiciosas metas de la ANUIES.
Sin embargo, nuestro interés no está en reflexionar sobre la modificación de estas relaciones estructurales, sino en preguntarnos sobre su pertinencia.
Notas y referencias:
I. Se refiere al porcentaje de estudiantes matriculados en las instituciones de educación superior, en relación con la población de 19 a 23 años, en edad de realizar estos estudios.
II. Este artículo se desprende de un proyecto de investigación que el autor realiza sobre los mercados laborales profesionales en México.
III. Rangel, José, “Eldifícil equilibrio”, México Social, números 18 y 19, enero y febrero de 2012.
IV. Pueden consultarse los principales documentos: La visión de la educación superior al siglo XXI, ANUIES, 2000, y Consolidación y avance de la educación superior en México. Temas cruciales de la agenda, ANUIES, 2006.
V. XXXVII Sesión Ordinaria celebrada los días 31 de mayo, 1 y 2 de junio de 2006 en la Universidad Veracruzana.
VI. Tuirán, Rodolfo, La educación superior en México: avances, rezagos y retos, México, SEP, 2010.
VII. ANUIES, Inclusión con responsabilidad social. Una nueva generación de políticas de educación superior, ANUIES, México, 2012. Pág. 20.
VIII. Ibid., pág. 40
José Rangel Investigador del Instituto de Investigaciones Económicas, UNAM. |
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