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¿Más educación superior? (2 de 2)

por José Rangel

Duplicar el porcentaje de la población con estudios superiores en el mediano plazo, como propone la ANUIES, conlleva dificultades y riesgos importantes. El mayor riesgo está en poner toda la atención en aumentar la población con estudios superiores a costa de soslayar el mayor problema educativo que se tiene, que es la enorme cantidad de adultos en edad laboral con conocimientos apenas básicos. El gráfico 1 ilustra comparativamente la situación que guarda México en relación con otros países selectos, miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, de la cual forma parte. Los países están ordenados conforme a su posición inicial, al final de los años setenta. A partir de ahí las capas son las adiciones o disminuciones por décadas hasta 2010, último año reportado.

Después de 30 años, los esfuerzos diferenciales de los distintos países llevan a un ordenamiento muy diferente. Evidentemente, Corea pasa a ocupar un primerísimo sitio, donde 65% de la población de 25 a 34 años ha concluido estudios de nivel superior.

Los lugares siguientes pasan a estar ocupados por Japón, Irlanda, Gran Bretaña, Finlandia y así sucesivamente. Los esfuerzos que haya hecho México en estos años no fueron suficientes para mejorar la posición de inicio. Para el final de la siguiente década habrá que hacer lo que no se ha hecho hasta ahora y ubicarse cerca del promedio del resto de países. Italia, como México, no ha mejorado su posición y frente a sus socios europeos ocupa un sitio muy rezagado. Sin embargo, se verá cómo la estructura y articulación de su sistema educativo con el aparato productivo no parecen requerir algo diferente, como lo está buscando México.

Durante los años de referencia, la mayoría de países llevaron a cabo importantes esfuerzos por incrementar el nivel educativo de su población. Incluso Japón, cuya posición inicial era bastante favorable, duplicó su porcentaje de población con estudios superiores. Sin embargo, es importante, junto con el caso de Italia, observar lo hecho por Alemania, y EE UU, y en menor medida por Gran Bretaña y Finlandia. Estos países frenan e incluso dan marcha atrás en el porcentaje de población con estudios de nivel terciario. Notable es el caso de Alemania que, a diferencia de las otras, decide mantenerse en una cota bastante por debajo del promedio.

En México, el problema de contar con un porcentaje de población adulta con estudios superiores muy bajo, el cual apenas comienza a subsanarse, se ve agravado por el hecho de que una enorme mayoría de quienes no tienen estudios superiores tampoco tienen estudios de nivel medio superior. Esto es, nuestros ciudadanos no cuentan con el nivel educativo que corresponde con su edad y responsabilidad social.

De acuerdo con el gráfico 2, del total de la población de entre 25 y 64 años de edad en México sólo el 19% alcanzó un nivel de estudios de media superior. Para la OCDE, el porcentaje correspondiente para esta población es de 44%, más del doble del mexicano.

Países como Italia (40 %), Alemania (59 %), Países Bajos (41 %) o Estados Unidos (47%), que han apostado por mantener un crecimiento de su educación superior menor al promedio, soportan el grueso de su actividad económica en una ciudadanía bien formada con estudios de nivel medio superior fundamentalmente.

La estructura productiva de una economía determina el empleo de su población. Una formación educativa adecuada, instrumentada con claridad de objetivos, tiende a su vez a modificar esa estructura productiva.

Por la manera como está estructurada la educación en los países de mayor desarrollo económico, parece indudable que su actividad productiva, así como su actividad científica tecnológica, indispensable para el progreso, requiere que la mayoría de su población en edad productiva cuente con educación media superior como máximo. El contenido y capacidad de acción de este nivel educativo, por supuesto, estará acorde con las exigencias del desarrollo de estas economías.

O sea, es posible operar una economía como la alemana, con la estructura educativa que posee, donde quienes alcanzan estudios de nivel medio superior como máximo estén en condiciones de insertarse laboralmente y mantener pujante su economía. Pensemos ahora en la economía mexicana. México disponía en 2010 (último dato disponible con fines comparativos) de una fuerza laboral entre 25 y 64 años con estudios superiores equivalente al 17% del total (gráfico 2); con estudios de nivel medio superior una cantidad semejante, igual a 19%; y con una gran proporción de esta misma población (64%) con estudios básicos como máximo.

En 2010, solamente 36 de cada 100 adultos de 25 a 64 años habían decidido continuar estudiando al terminar secundaria. Los datos más recientes muestran que en el ciclo 2011-2012 ingresaron al nivel medio superior 72 de los 100 alumnos que iniciaron primaria 12 años atrás. Sin embargo, a partir de este momento la erosión de la permanencia en el sistema educativo es muy grande. Solamente 42 estudiantes concluyen la media superior. De los cuales 35 ingresan al nivel superior.

Estos datos parecen indicar que se camina en la dirección de solventar la urgente necesidad de ampliar, primero que todo, la población con estudios de media superior hasta volverse mayoritaria, como ocurre en los países desarrollados. Sin embargo, antes que engrosar las filas del nivel superior es urgente hacer que la obligatoriedad de los estudios de media superior vuelva efectiva la existencia de una mayoría de población con ese nivel de estudios y abata al mínimo internacional la de aquellos con estudios básicos solamente.

Existe el riesgo de que la actividad productiva del país no esté en condiciones de incorporar eficientemente una población con formación terciaria tan amplia como la que se busca en la propuesta de la ANUIES, como de hecho parece estar ocurriendo.

El resultado de una incorporación por encima de la capacidad de absorción productiva de profesionales con estudios terciarios se presenta en el gráfico 3. Los mismos países de los gráficos anteriores están ahora ordenados de acuerdo con la eficiencia del empleo de sus profesionales en la economía. De su productividad en términos gruesos del PIB de cada nación. Se obtiene una imagen inversa a la anterior.

Alemania y Corea cuentan con un número similar de profesionales, 11.8 y 11.4 millones de personas, respectivamente. Sin embargo, Alemania produce un PIB anualmente cuatro veces superior. Más notable es la capacidad de empleo de los profesionales en Italia. Con solo 43% de población con estudios superiores en comparación con Corea, Italia genera un PIB 2.5 veces mayor. Y así con el resto de los países del gráfico.

La tasa de educación superior entre la población coreana parecería, por sí sola, a todas luces envidiable. Sin embargo, con el 75% de los profesionales de Corea, México generó en 2010 un PIB casi 6% mayor. Por ello es que Corea es el país de la muestra con la mayor ineficiencia en el uso de su fuerza laboral profesional.

El caso más notable es Italia, la de mayor productividad profesional. En este país, de cada 100 personas en la fuerza de trabajo de entre 25 y 64 años con estudios tanto de media superior o superior, solamente 36 de ellos cuentan con estudios profesionales. En Alemania y Francia la relación es 45 y 70 por cada cien, respectivamente. Privilegian con distinta intensidad contar con una fuerza laboral profesional con estudios de nivel terciario, altamente especializada y muy productiva, junto con una planta de nivel medio también muy capacitada y suficiente para su producción económica. Logran una maduración más temprana de su fuerza laboral. Evidentemente, en menor tiempo y a menor costo.

El caso de los países con una baja de relación de profesionales en su fuerza de trabajo en relación con la población de formación media implica necesariamente una eficaz articulación entre los sistemas educativo y productivo. Así, es comprensible que a mayor formación, menor es la tendencia al desempleo. Caso inverso ocurre en México. Tenemos demasiados profesionales para la estructura económica del país, si se le mira comparativamente con países de mayor nivel de desarrollo.

No se tiene una tasa de desempleo profesional particularmente elevada, como se temió en algún momento, pero sí, una enorme subutilización de esta fuerza laboral. O bien, se cuenta con una fuerza laboral profesional con un nivel de formación que en otros países se alcanza mucho antes. En cualquier caso, el resultado es similar: baja productividad, en una estructura productiva que privilegia la incorporación de profesionales de baja capacidad, a un menor costo y pospone la modernización y la innovación tecnológicas.

Si la economía y los egresados del sistema educativo en sus niveles medio superior y superior no son compatibles, como hasta la fecha, el crecimiento será lento, el empleo insuficiente y el atractivo para los jóvenes de permanecer en el espacio en el que no estudian y tampoco están en la fuerza laboral muy grande.

Si tuviéramos una economía capaz de aprovechar a los profesionales disponibles en este momento, de acuerdo con el promedio de productividad laboral del gráfico 3, México estaría produciendo al mismo nivel que EE UU, esto es, 213 millones de dólares por profesional, en lugar de los 113 que producimos actualmente. Esto es 88% más. El dilema no es menor.

José Rangel
Investigador del Instituto de Investigaciones Económicas, UNAM.
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