No tenemos una estadística oficial confiable en torno a la violencia que se ejerce por motivos de odio en nuestro país; lo cual es urgente pues pareciera que, lejos de salir de la espiral de violencia que se desató en 2008, estamos entrando, nuevamente, en una vorágine en la que las manos de los asesinos actúan sin mayor restricción que las establecidas por sus propias estrategias. ¿De qué se habla cuando se trata de crímenes de odio?
En México no se encuentran tipificados, como tales, los crímenes de odio. El único caso explícito en la legislación es el relativo a los feminicidios, y aún existe un debate en torno a si la figura jurídica mediante la cual fue tipificado es la correcta o debería revisarse para garantizar justicia a las víctimas y sus deudos. Fundamentalmente se está frente a eventos delictivos que se cometen con base en el odio a quien es considerada una persona diferente; y esto puede tener como origen la nacionalidad, la etnicidad, el sexo o el género, las creencias religiosas, la discapacidad, etcétera.
Por ejemplo, el Fiscal de California, en Estados Unidos, publica un informe anual sobre los crímenes de odio que se cometen en su jurisdicción. En el año 2015, informó de 837 “eventos”, así como de mil 71 delitos, registrando a mil 41 víctimas, y a 838 sospechosos. De estas cifras, destaca que 428 eventos y 560 delitos fueron cometidos por motivos raciales o étnicos. Otros 190 eventos y 219 delitos tuvieron como origen la religión de las víctimas. Mientras que hubo 188 eventos y 242 delitos por orientación sexual; así como también 27 eventos y 28 delitos por razones de género.
Frente a ello, cabe preguntarnos: ¿cuántas personas son víctimas de delitos, en razón de alguno de los motivos de discriminación considerados en la Constitución y en la ley en la materia en nuestro país? ¿Cuántas víctimas de asesinatos, lesiones, y hasta desapariciones forzadas, tenemos en México, y cuyo origen profundo se encuentra en prácticas y motivos de odio?
Lo que es más, dado que en México carecemos de una estadística mínima en esta materia, deberíamos preguntarnos hasta dónde llegan este tipo de crímenes en nuestro país, por ejemplo, ¿cómo catalogar el asesinato de miles de personas, y su posterior “desaparición” en fosas clandestinas, los cuales tienen mucho de similitud con prácticas genocidas?
Las fosas clandestinas que son descubiertas, prácticamente, ya en cualquier lugar en donde hay presencia del crimen organizado, están llevándonos a una situación extrema en la cual, la muerte comienza a tener significados vinculados a formas de ejercicio del mal que se ubican en el ámbito de lo perverso.
Esto es así, porque no se trata ya sólo del “tiro de gracia” o el asesinato en “combate”; estamos por el contrario ante prácticas de real terror. Y es que no puede entenderse de otra manera el hecho de que, los cuerpos de las personas que son encontradas en las “fosas clandestinas”, presentan mayoritariamente huellas de tortura, una característica que cala frío en la piel y en los huesos.
Es cierto que la corrupción y la impunidad han alimentado el crecimiento y empoderamiento de los grupos criminales; es cierto que desde hace décadas sus conflictos y métodos son cruentos; pero también es innegable que hoy el oscuro “fenómeno de las fosas” nos muestra que algo más que la capacidad del Estado para prevenir y combatir a la delincuencia, se fracturó, pues tanta maldad no puede ser explicada sólo a través de las categorías tradicionales de los estudios sobre la delincuencia.
En México está desatado algo muy siniestro, quizá aún estamos a tiempo de detenerlo, lo inaceptable ante ello es, sin duda, pretender que no pasa nada, porque hay que decirlo otra vez, en detenerlo nos jugamos la viabilidad como sociedad y como país. De lo contrario, lo que nos espera es simplemente más horror.
@MarioLFuentes1 Barack Obama presentó su último “discurso a la nación” el pasado marte