Ninguna ciudad que aspire a garantizar condiciones de competitividad territorial para sus habitantes puede carecer de un sistema de transporte público multimodal, eficiente, sostenible y respetuoso del medio ambiente, y que garantice al mismo tiempo seguridad para las personas usuarias. El caso del metrobús en la avenida Cuauhtémoc permite pensar en este tema.
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La competitividad territorial ha sido definida como la capacidad que tiene un territorio para garantizar los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales de quienes le habitan; de tal forma que el nivel de esa competitividad estará en función de la calidad, pertinencia y suficiencia de los servicios públicos y privados que permiten garantizar de manera efectiva los derechos mencionados.
Desde esta perspectiva, es evidente que el transporte público juega un rol central en la construcción de ciudad y ciudadanía. Es así porque un sistema diseñado con criterios de inclusión y accesibilidad, permite la convivencia y el diálogo público de todas las personas; permite reducir las condiciones de discriminación y segregación que afectan, por ejemplo, a personas con alguna discapacidad, adultas mayores, o incluso de niñas y niños.
El tema es relevante porque, en el trazado y adecuaciones arquitectónicas que se están llevando a cabo para poner en operación la nueva línea de Metrobús que correrá por Avenida Cuauhtémoc, en la Ciudad de México, se han generado dos posiciones polarizadas entre las y los vecinos de la zona; quienes apoyan la medida, mayoritariamente argumentan que la presencia de esta modalidad de transporte beneficiará a la mayoría; quienes se oponen, mayoritariamente afirman que la medida incrementará el tráfico, antes que reducirlo; que se perderá valor en las viviendas; e incluso hay quienes esgrimen argumentos francamente clasistas y hasta racistas.
Lo que es un hecho, es que la disponibilidad de transporte público masivo siempre será una buena noticia para una ciudad como la de México. Empero, lo sería aun más si este tipo de medidas estuviesen enmarcadas en una política pública integral, diseñada para construir y ampliar las condiciones de competitividad territorial, en los términos señalados arriba.
Lo que debe comprenderse es que al sistema urbano nacional mexicano le urge replantearse desde una perspectiva, no sólo de movilidad urbana, sino ante todo, desde una amplia perspectiva de generación de espacios para la civilidad; y en esa medida, repensar al espacio público como el lugar privilegiado para el ejercicio de la democracia, en tanto estilo de vida.
Las calles y avenidas de las localidades urbanas en México se han privatizado, en un sentido amplio; y en esa lógica las y los automovilistas han pensado al espacio público como de dominio casi exclusivo. Esto ha abonado a incrementar las prácticas de exclusión, y promueven y facilitan la discriminación y hasta condiciones de inseguridad.
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En esa perspectiva, la construcción de la nueva línea del Metrobús, siendo positiva, revela al menos tres deficiencias estructurales en el diseño y operación de políticas de desarrollo urbano:
La acertada medida de Claudia Sheinbaum al impulsar más opciones de transporte público en la Ciudad de México debe robustecerse con una innovadora política social que tenga como eje de articulación construir ciudadanía. Y eso, a un año de gobierno, aún no se percibe de manera clara.
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