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Don Miguel Concha Malo, una historia de trabajo defendiendo la esperanza

Sin duda el inicio de este 2023 estará marcado por una de las pérdidas más sensibles en el mundo de la defensa y promoción de los derechos humanos en México. La partida de Don Miguel Concha Malo, quien a los 77 años falleció en la Ciudad de México, ha dejado una enorme tristeza entre quienes tuvimos el honor de conocerlo y un enorme vacío en el movimiento de defensa de los derechos humamos. Al mismo tiempo y como muchas de las personas expresaron durante su funeral, en publicaciones en redes sociales y medios de comunicación, nos deja la alegría de haber compartido con él, distintos momentos y espacios de reflexión y activismo. Don Miguel es semilla que rendirá frutos en muchas de las generaciones de personas jóvenes a quienes ha inspirado o guiado.

Escrito por:   Ana Luisa Nerio Monroy

En estos días se han publicado varios artículos recordando a Don Miguel y su gran trayectoria como defensor de los derechos humanos, analista social y político, articulista y académico. En este espacio que generosamente me proporciona México Social, quiero referirme a algunos aspectos del ser humano. He sido una de las personas afortunadas cuya vida académica, profesional y personal estuvo influida por Don Miguel, gracias a nuestra relación como profesor y alumna en el Posgrado de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y posteriormente como jefe y colaboradora durante los 7 años que trabajé en el Centro de Derechos Humanos “Fray Francisco de Vitoria O.P.” A.C., organización de la cual Don Miguel fue Presidente y Director desde el año 2002 hasta su muerte acaecida el pasado 9 de enero. A mi salida del Centro Vitoria mantuve contacto, unas veces más frecuente o más cercano que otras con mi querido Doctor Concha. La pandemia por el Covid-19 y la salud deteriorada de Don Miguel en los meses previos a su fallecimiento, impidieron que pudiéramos tomarnos ese café o ese tequilita que ahora se nos queda pendiente.

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El ser humano

Don Miguel nació un 8 de agosto de 1945 en Querétaro, era el tercero de 8 hermanos y hermanos y creció en el seno de una familia católica. Era un hombre alto (más de 1 metro con 80 centímetros) de figura gruesa y tez muy blanca. Hablaba con cariño de su infancia y se recordaba así mismo como un niño inquieto, feliz y algo travieso pero responsable, estudioso y con muy buenas calificaciones. Cuando Don Miguel mencionaba a su mamá le brillaban los ojos y en su boca se dibuja una sonrisa nostálgica; se refería a ella como una mujer muy devota y piadosa, tan buena como sus “hermanitas”, a quienes mencionaba con gran cariño. Ellas eran sus ángeles protectores ya que siempre estaban pendientes de su salud y bienestar.

Don Miguel inició estudios de Derecho, pero le ganó su vocación religiosa y por ello decidió ingresar a la Orden de los Frailes Dominicos. Realizó sus estudios en Roma, Paris y Ginebra en los años 60 y 70 del siglo XX. Estudio Teología, Filosofía y Sociología y tenía el grado académico de Doctor. Influyeron de manera decisiva en su formación el movimiento de la Teología de la Liberación y la Pastoral Social de Sur, por lo que la opción por los pobres, los necesitados y excluidos formaba parte de su misión de vida.

Don Miguel hablaba además del español, italiano, francés e inglés y leía de manera fluida el latín. No le gustaba comer pollo; tomaba mucho café, fumaba grandes cantidades de cigarros y sí, de vez en cuando se tomaba un “tequilita”. Era friolento y no le gusta comprarse ropa, razón por la que prefería esperar a cada navidad para que su familia le obsequiara lo necesario, ya que él señalaba, y yo doy fe de ello, era un hombre de gustos sencillos y frugales. Era un devorador de libros, todo el tiempo estaba leyendo y su oficina siempre estaba atestada de libros y documentos, entre los cuales, por increíble que parezca, siempre encontraba aquél que recomendaba o necesitaba compartir. Era común observarlo caminando de un lado al otro en el lobby del Centro Cultural Universitario (CUC) ya que eso le ayudaba a reflexionar y aclarar pensamientos.

Fundador y socio de La Jornada, escribía una columna cada miércoles para ese diario desde 1984. Así que días antes, se le veía leyendo o recabando información para su artículo de la semana en el que abordaba, sobre todo, temas relacionados con problemáticas sociales y de derechos humanos. Era común que, dado que Don Miguel no escribía en computadora, su asistente o algún integrante del Centro Vitoria, lo apoyáramos en la realización de su artículo. Cuidaba mucho la redacción y estaba obsesionado con las “comas”. ¡Cuidado con los hipérbaton Ana Luisita! Solía decirme.

El Profesor

Don Miguel fue profesor de asignatura en la Facultad de Administración y Contaduría (impartía la materia de Ética) y del Posgrado de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, de la UNAM. Allí nos conocimos. Era muy puntual, siempre traía preparada la clase y recomendaba lecturas que además de actuales mostraban su formación crítica y de izquierda. A pesar de su enorme carga de trabajo y compromisos, Don Miguel aceptó ser uno de mis lectores de tesis y parte de mi jurado. Recuerdo haber recibido el borrador de mi tesis con correcciones y anotaciones en color rojo a largo y ancho de todo el texto. Una vez titulada, Don Miguel me invitó a trabajar en el Centro Vitoria y durante los primeros años me dirigí a él como “Doctor” y él, por tratarse de una exalumna, me decía “Maestra” con un tono siempre juguetón, de respeto, y estoy segura, de cariño.

El Jefe

Mi experiencia con Don Miguel como jefe fue muy buena. Hasta la fecha creo que ha sido el mejor Jefe que he tenido. “Mi Jefe Pluma Blanca”, porque para mí Don Miguel es El Jefe. Juntos, con su guía y liderazgo logramos sacar adelante muchos proyectos del Centro Vitoria y colocar a la organización como un referente y actor importante de la defensa, promoción y difusión de los derechos humanos en la Ciudad de México y el país. Don Miguel era un jefe congruente, recto, respetuoso, que escuchaba, que apoyaba, que motivaba y que agradecía. Por supuesto tuvimos nuestros desencuentros, pero afortunadamente siempre logramos salvar obstáculos y sacar adelante el trabajo.

El Padre Concha

Algo que facilitó mucho mi relación de trabajo con Don Miguel fue el que compartíamos la fe católica. El Centro Vitoria es una organización laica de inspiración cristiana. Nunca Don Miguel o los Padres Predicadores de la Orden de los Frailes Dominicos en México, intervinieron o cuestionaron la vida personal o las creencias de quienes trabajábamos en el Centro Vitoria. Recuerdo con gran alegría los ratos en que podíamos platicar de religión; de él recibí ilustrativas explicaciones sobre asuntos que en mi calidad de creyente me causaban duda o curiosidad. Don Miguel creció y se formó en la corriente de la Teología de la Liberación y la Pastoral Social del Sur, por lo que él escuchaba sin juzgar y se colocaba del lado de las personas desprotegidas y discriminadas. Recuerdo hoy de manera muy vívida, la forma en que me impresionó verlo por primera vez vestido de sacerdote y con su uniforme de fraile dominico. Don Miguel lograba conjugar en su persona, la dignidad de su oficio sacerdotal con la del defensor y activista, sin que una u otra le restara autoridad o generara dudas sobre su calidad ética y moral.

El Defensor

No caben en unas pocas líneas todas las actividades y aportes que Don Miguel ha hecho al movimiento de los derechos humanos. Ha escrito varios libros, infinidad de artículos, dictado un sinnúmero de conferencias; ha impulsado gran cantidad de procesos, ha contribuido a la formación de muchas generaciones de activistas y personas defensoras de derechos humanos. Mas de 40 años de trayectoria en la defensa de los derechos humanos nos hablan de un gran compromiso, trabajo constante, convicción, entrega y amor. A pesar de los reveses, la frustración, los momentos de peligro, de incertidumbre, de las traiciones, las decepciones y las tristezas, Don Miguel es un defensor de la esperanza. Siempre crítico y analítico sabía que la situación del país es precaria, pero eso no lo desanimaba. Él investigaba, dialogaba, interpelaba, proponía, debatía, construía, se articulaba, se coordinaba, defendía, escribía, mediaba y acompañaba. Ese era Don Miguel. Y nos va a hacer mucha falta.

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