Mon Laferte protestó descubriéndose el pecho y mostrando la leyenda: “En Chile torturan, violan y matan” y recibió inaceptables expresiones de misoginia.
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Monserrat Laferte es una cantante “pop” chilena. Recientemente aprovechó la palestra de la entrega de los premios Latin Grammy, para protestar ante las cámaras, descubriéndose el pecho y mostrando una leyenda escrita entre sus senos: “En Chile torturan, violan y matan”.
No es la primera vez que una personalidad del mundo artístico recurre al desnudo o semidesnudo para protestar en contra de situaciones intolerables; y dada su fama y presencia pública, se convierten en importantes cajas de resonancia respecto del malestar social y circunstancias límite, que llevan a la expresión límite de la protesta, si se piensa en la intimidad del cuerpo como vehículo de la misma.
En redes sociales y medios de comunicación las reacciones fueron de todo tipo y de todo tono. Sin embargo, llaman la atención las inaceptables expresiones de machismo y misoginia: desde rufianes que hacían comentarios respecto a la anatomía de Laferte, hasta quienes comentaban que “una mujer decente no tiene necesidad de mostrar más que sus ideas”.
¿Cómo explicarles a personas así, que viven en un profundo error? ¿Cómo hacerles comprender que la libertad de expresión encuentra su límite en el respeto a la dignidad y libertad de los demás? ¿De qué manera hacerles ver que su visión del mundo es errónea, más allá de las justificaciones relativistas desde las que se pretende que “todas las visiones del mundo son válidas”?
Debemos ser capaces de llevar a cabo un debate nacional sensato en estas materias. Porque el otro dilema se encuentra en determinar cuáles son los criterios para establecer con claridad qué sí y qué no vale en una sociedad, en términos discursivos, pero también en la acción social que se deriva de esos discursos.
Por ejemplo, “si todas las visiones del mundo son válidas”, entonces el racismo y la discriminación en razón de la pertenencia o identidad lingüística de las personas serían incuestionables y nada podría permitirme reclamar a quien pretendiera patear a una persona indígena porque piensa que es inferior.
Lo mismo puede plantearse respecto del feminismo y los derechos de las mujeres. Al respecto hay profundos equívocos que no tienen explicación sino en poderosos y perversos anclajes machistas y misóginos; por ejemplo: a) que la interrupción voluntaria del embarazo es un asesinato; b) que la desnudez es inmoral; c) que las mujeres tengan varias parejas sexuales es oprobioso; d) que el placer en general y su búsqueda son pecaminosos; e) que la incorporación laboral de las mujeres atenta contra las familias y el cuidado de los hijos; f) que el divorcio es un fracaso personal; y un largo etcétera.
Estas cuestiones están íntimamente ligadas a la formación de las mentalidades y patologías misóginas; pues de manera alegórica, éstas comienzan a construirse desde la niñez, en contextos de enorme opresión y violencia sistémica contra las mujeres: asignación desigual del trabajo doméstico no remunerado; inequidad de oportunidades y salarial en el ámbito laboral; violencia docente y sexual en las aulas; violencia comunitaria; todo lo cual deriva, entre otros factores, en eventos aberrantes de violencia física, sexual y feminicida o infanticida.
Los datos de que disponemos muestran una realidad atroz. Pero debe tenerse consciencia respecto de que apenas son capaces de señalarnos los rostros de la maldad: niñas y niños mutilados, golpeados hasta la muerte; torturados vía quemaduras, azotes y otros tratos crueles y denigrantes. Mujeres violadas, mutiladas y asesinadas de las formas más brutales; todos eventos frente a los cuales la descripción siempre será insuficiente para denunciar su carácter infame, porque su verbalización y comprensión caen necesariamente en el ámbito de lo innombrable.
¿Cómo cambiar la conciencia de una persona misógina? ¿Cómo erradicar el machismo de nuestras prácticas culturales más cotidianas: la música, la televisión y los contenidos “populares” que circulan en redes sociales; los métodos y procesos de enseñanza escolar y la crianza en el hogar?
Estamos ante la obligación de construir una sociedad igualitaria; capaz de romper con la opresión histórica ejercida contra las mujeres y de proyectarnos hacia una nueva etapa civilizatoria. De esa magnitud es el reto y la responsabilidad que tenemos de lograrlo.
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