El informe mundial sobre género del Foro de Davos hace un llamado a la reflexión y a la acción. En el informe 2015 se pronosticaba que, de acuerdo con las tendencias, las brechas laborales necesitarían 118 años para cerrarse y en 2016 se concluye que “la paridad económica entre los géneros podría tomar hasta 170 años después de una dramática disminución en el proceso”. La brecha empeoró en 74 de 144 países
La realidad verifica a diario la subsistencia y fortalecimiento de la brecha, con factores como la menor participación de las mujeres en el mercado laboral (54% versus 81% de los hombres) y la pérdida relativa de valor de sus salarios.
Persiste el “techo de cristal”
La baja representación de las mujeres en los altos puestos ejecutivos es de sólo 14% en España y mucho menor en América Latina. El New York Times analiza una situación poco conocida: las protestas de mujeres que trabajan en el Silicon Valley por las discriminaciones en el financiamiento de proyectos de startups innovadores emprendidos por mujeres respecto a los iniciados por hombres, y en otros diversos planos. Hasta allí, las fronteras del desarrollo tecnológico internacional, llega la discriminación de género.
Y estas diferencias no tienen base alguna en la educación, ya que las mujeres han avanzado muchísimo en este campo y casi cerrado las brechas en matriculación, calificaciones y graduaciones. La brecha tiene que ver con sesgos culturales más profundos. Como dice Davos “el cambio cultural es más lento de lo esperado”.
Un reciente libro, Inferior: How Science Got Women Wrong, de Angela Saini (comentado por The Economist), da cuenta de cómo la ciencia ha tendido a subestimar a la mujer fabricando mitos que destruyen. Recordemos que, basándose en ellos, hace solamente un siglo, la mayoría de los países no concedían el derecho al voto a las mujeres.
En el año 2005, en una muy polémica declaración, Lawrence Summers, entonces presidente de Harvard, llegó a sugerir que la razón de la baja presencia de mujeres entre los científicos de las universidades de élite podría ser una “cuestión de aptitudes intrínsecas”.
¿Existen tales diferencias intrínsecas?
El libro de Saini desmonta su justificación con base en una amplísima evidencia, y demuestra, entre otros aspectos, que:
- Influyentes estudios muestran a las mujeres como gentiles, cuidadoras y empáticas, y a los hombres como fuertes, racionales y dominantes, y atribuyen ello a la biología y la evolución. Casi todos los que lo han escrito son hombres, mientras que las investigaciones recientes que desmienten estos estereotipos han sido realizadas por mujeres.
- Se designa a la mujer como el sexo débil. Biológicamente no es así: los varones tienen más probabilidades de nacer antes de término y no llegar a los cinco años, y las mujeres viven más que los hombres y se recuperan más rápido cuando se enferman.
- Los cerebros de los hombres son entre un 8% y un 13% más grandes que los de las mujeres. En el siglo XIX, esto era visto como una prueba de que los hombres son el sexo más inteligente, sin embargo, muchísimas investigaciones han mostrado que las diferencias en habilidades cognitivas o motoras entre ambos son muy pequeñas o no existentes. En diversos países las mujeres son hoy mejores en matemáticas que los hombres y el tamaño del cerebro es simplemente proporcional al mayor tamaño corporal de los hombres.
En conclusión
No hay inferioridad, sino condicionamientos culturales. Es hora de cambiarlos para incorporar plenamente el inmenso potencial de la mujer en el largo camino por construir un mundo mejor.
Bernardo Kliksberges directivo del Alto Panel Mundial de Seguridad Alimentaria y asesor especial del PNUD/ONU. La histórica universidad española de Alcalá de Henares proclamada Patrimonio Universal de la Humanidad, ha decidido otorgar al autor su máxima distinción, el Doctorado Honoris Causa, por su trayectoria.