En México, la movilidad social y el diseño e implementación de un sistema de cuidados forman parte de una agenda estratégica debidamente entrelazada sujeta de atención para esta nueva administración.
Escrito por: Ricardo Martínez Martínez
La movilidad social, entendida como la capacidad de una persona para cambiar su situación socioeconómica, es fundamental para el desarrollo de una sociedad equitativa. Al mismo tiempo, un sistema de cuidados integral y equitativo es esencial para garantizar que todos los ciudadanos, independientemente de su origen, tengan la oportunidad de progresar. Esta diada, bien estructurada puede fomentar la movilidad social y reducir las desigualdades en México.
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La movilidad social en México puede ser entendida desde tres perspectivas clave: movilidad absoluta, movilidad igualadora y movilidad como independencia del origen. La movilidad absoluta se refiere al cambio en la situación socioeconómica de una generación a otra, ya sea en términos ascendentes o descendentes. La movilidad igualadora evalúa la reducción de desigualdades entre generaciones, mientras que la movilidad como independencia del origen analiza hasta qué punto los resultados de una persona están desvinculados de las condiciones iniciales de su familia.
Un estudio del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY) revela que el 26% de las personas del quintil más bajo han logrado salir de la pobreza, pero al mismo tiempo, el 10% más rico ha incrementado su porción de la riqueza total de 71% a 79% entre 2011 y 2021. Esta dualidad muestra que, aunque hay avances, las brechas de desigualdad persisten y, en algunos casos, se amplían.
A la par, la organización social del cuidado en México actualmente recae desproporcionadamente sobre las mujeres. Según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), el 75% del cuidado remunerado es realizado por mujeres, lo que limita su participación en el mercado laboral y sus propias posibilidades de movilidad social.
Por tanto, un sistema de cuidados efectivo puede liberar tiempo para que las mujeres participen en actividades económicas, lo que incrementa su ingreso y mejora su situación socioeconómica. Además, la provisión de servicios de cuidado infantil de calidad puede duplicar la movilidad social de las mujeres del quintil más bajo, aumentando su posibilidad de salir de la pobreza de un 32% a un 63%, de acuerdo con información de la misma CEPAL.
Para avanzar hacia un sistema de cuidados integral en México, sin embargo, es fundamental establecer un marco legal y normativo que reconozca el derecho al cuidado, incluyendo el derecho a cuidar, ser cuidado y el autocuidado. Este marco debe alinearse con las políticas de equidad de género y derechos humanos, creando centros de cuidado para infancias, personas con discapacidad y adultos mayores, además de desarrollar la infraestructura adecuada para facilitar estos servicios.
He ahí una agenda que actualmente está “atorada” en el senado.
Es igualmente importante proporcionar servicios domiciliarios y de cuidado en el hogar, tales como asistencia personal, servicios de rehabilitación y formación en prácticas de crianza. La formación y certificación de cuidadores, tanto remunerados como no remunerados, es otra asignatura pendiente y esencial para asegurar la calidad del servicio y condiciones laborales dignas.
La implementación de políticas que promuevan la redistribución de responsabilidades de cuidado entre todos los miembros del hogar y otros actores del “Diamante del Cuidado” (estado, mercado, comunidad y hogares) es una medida necesaria para avanzar hacia la corresponsabilidad.
El financiamiento del sistema de cuidados debe abordarse mediante la creación de mecanismos financieros innovadores, como bonos de género y reducciones impositivas, para garantizar su sostenibilidad. Promover la inversión en servicios de cuidado no solo es una medida de justicia social, sino también una estrategia de desarrollo económico y social, que puede tener un impacto positivo significativo en la estructura socioeconómica del país.
Al reducir la carga de cuidado sobre las mujeres, se facilita su integración en el mercado laboral, se incrementa el ingreso disponible del hogar y se fomenta la igualdad de oportunidades. Estudios indican que el acceso a servicios de cuidado incrementa la participación laboral femenina en un 10.3% y duplica las posibilidades de movilidad social de mujeres del primer quintil
En México y en los albores del inicio de una nueva administración, Invertir en un sistema de cuidados no solo es una medida de justicia social, sino también una estrategia de desarrollo integral que puede transformar la estructura socioeconómica del país, creando una sociedad más equitativa y justa para todos.
¿Será este el sexenio del sistema de cuidados y de la movilidad social?
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