La ciencia es patriarcal, por ello llamamos a sus fundadores padres de tal o cual disciplina científica, esto entraña misteriosamente que sólo hombres han forjado el quehacer científico, como si no hubiera mujeres, ni una fundadora o madre aludiendo al semejante.

Escrito por:   Andrea Samaniego Sánchez

Y no debe extrañar, durante gran parte de la historia de la ciencia este lugar estaba reservado a los hombres, sólo ellos podían acceder a los templos del conocimiento, muchas veces resguardados al interior de órdenes monacales, y después, una vez roto el monopolio de la Iglesia Católica en este rubro, impedidas ahora, por el mundo laico vía las leyes.

Hay que decirlo, a pesar de que el mundo parece que se construye en dogmas o preceptos universales, para todos, lo cierto es que, en esos todos, no estamos incluidas nada más pero nada menos que la mitad de la población del planeta: las mujeres.

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Así es como podemos observar que, durante muchos años, aún a pesar de los preceptos de la Revolución Francesa “Liebrté, Égalité et Fraternité” a las mujeres no nos hicieron más libres ni más iguales. Vedadas de los espacios de educación por las propias leyes de esos mismos Estados que se decían liberales, negadas de ejercer nuestros proyectos con autonomía.

Bien denunciaba Mary Wollestonecraft, en el siglo xix, que la idea de que las mujeres éramos seres inferiores se debía a que no recibíamos la misma educación. De ahí que sea en esa centuria donde se libre la batalla por el reconocimiento de los derechos a la educación. Sin embargo, los datos de las Naciones Unidas muestran que dos terceras partes de los analfabetas del mundo son mujeres.

Los días y los años han pasado desde ese momento, y si bien ya hay un reconocimiento, en lo general, a que las mujeres asistan a la educación universitaria y ejerzan como científicas, aunque no hay que olvidar que persisten los atavismos en otras partes del mundo donde estos mismos reconocimientos son vedados, aunque los espacios en la toma de decisión siguen siendo mayoritariamente masculinos.

Por ejemplo, de todos los Nóbeles laureados hasta la edición del año pasado, 894 son hombres y 60 mujeres, esto habla de las posibilidades materiales existentes para una mujer de ejercer la ciencia como una profesión.

De ahí que el 11 de febrero se declarara como Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, para modificar los estereotipos entre quienes pueden ejercer la ciencia, e invitarnos a participar de forma activa en este campo. 

Plantear la ciencia sin lógicas patriarcales, es pensarnos en posibilidad de realización sin importar nuestro género, es buscar condiciones de mayor igualdad entre los miembros de la comunidad científica. Que esto no se vuelva un día para conmemorar, sino un punto de partida para la acción y modificación de lógicas estructurales.  

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