El total de gobernadoras desde que las mujeres obtuvieron el derecho a votar y ser votadas hasta antes de las elecciones del 2022, ha sido de catorce, frente a cientos de hombres que han gobernado desde hace años.
Las mujeres hemos sido marginadas del escenario político por muchísimo tiempo; no fuimos tomadas en cuenta en 1917 con el Congreso Institucional, aun cuando un año antes en 1916, ya se reconocía en Chiapas, Tabasco y Yucatán la entidad política de la mujer. Ha habido diversos obstáculos que han ralentizado el andar hacia una igualdad, no obstante, el feminismo ha sido la vía para obtener nuestros derechos y ha ido más allá al cuestionar las estructuras sociales, económicas y políticas sobre las cuales se ha cimentado un sistema que ha privilegiado al género masculino y perjudicado al femenino.
Desde 1826, las mujeres mexicanas y feministas se han organizado para alcanzar una igualdad en oportunidades. Un siglo después, en 1923 se eligió en Yucatán a la primera diputada local Elvia Carrillo Puerto, activista y feminista conocida como “La Monja Roja”. En 1938 en Chilpancingo, Guerrero, se eligió a la primera presidenta municipal Aurora Meza Andraca. En 1952 a la primera diputada federal, por Baja California, Aurora Jiménez de Palacios. Hasta 1953 que este derecho a votar y ser votada se extendió a todas las mujeres a nivel nacional.
Las primeras senadoras María Lavalle Urbina y Alicia Arellano Tapia fueron electas en 1964 representando a Campeche. La primera gobernadora fue de Colima. Griselda Álvarez Ponce de León en 1979.
Tomó 153 años, después de la primera acción a favor de los derechos políticos de las mujeres, el que una pudiese ocupar una gubernatura.
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Las leyes y las políticas púbicas fueron controladas por y pensadas a partir y para los hombres, ¡siendo las mujeres el 50% de la población en México! La mitad de las personas mexicanas y sus realidades no han sido representadas. Poco a poco hemos ido conquistando espacios, y así es como hoy, de las 32 entidades federativas, por primera vez habrá 9 mujeres gobernando sus estados.
En algunos estados hay más mujeres que antes en el servicio público como en los gabinetes, las presidencias municipales, etc. En la elección reciente, por ejemplo, las diputaciones locales de Quintana Roo las ganaron en su mayoría mujeres; el Congreso local tendrá un 64% de representación femenina y un 36% de masculina. Algunas personas dirán que eso no es equitativo ni igualitario, por haber más mujeres, que debería ser igual número, explicaré el por qué no es así.
Imaginemos una línea de salida para llegar a determinado punto, en ella hay un hombre y una mujer, sólo que la línea de salida correspondiente a la mujer está varios metros atrás que la del hombre, muy probablemente no llegue al punto que se desea al mismo tiempo que el hombre, requerirá más esfuerzo, tiempo y trayecto. Así sucede en la realidad; las mujeres nos enfrentamos a una desventaja inicial.
Hay hechos y evidencias que proporcionan suficientes datos para afirmar con certeza acerca de la existencia de la desigualdad entre géneros. Hay un trato desigual en la distribución de trabajo, en la representación política, salarios, educación, autonomía, en lo económico, etc. Si esto es lo que dicen los datos duros es entonces necesario corregir estas situaciones de desventaja y para ello una de las primeras herramientas es la discriminación positiva; la cual consiste en acciones encaminadas a la reducción de la discriminación en contra de grupos marginados, como el de las mujeres a través de mecanismos que brinden mayor espacio y oportunidades a los grupos y colectivos en desventaja.
Como señala el Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (CEDAW) de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que “un enfoque jurídico o programático puramente formal, no es suficiente para lograr la igualdad de facto de la mujer con el hombre”, por ello la discriminación positiva es una útil herramienta que trata de compensar la desigualdad que ha habido.
Es fácil confundir los términos o considerar a un concepto mejor que el otro. Sin embargo; se complementan.
Igualdad se refiere más al ámbito jurídico, se trata de un derecho universal, por ello es normativo y vinculante; los estados miembros de la ONU están obligados a asegurar la igualdad por medio de la implementación de disposiciones legislativas, administrativas, judiciales, entre otras.
La Equidad se relaciona con la ética, un ejemplo sencillo: tres personas quieren ver un partido de futbol a través de una valla, la tres tienen distintas alturas, por igualdad habría que proporcionarles un banco similar a las tres, por equidad sería un banco de diversos tamaños para asegurarnos que las tres tengan la misma oportunidad de ver el partido, esa última medida parte del concepto de justicia.
Igualdad es un concepto objetivo que busca la uniformidad. La equidad busca proveer los mecanismos que lleven al mismo objetivo aún si son diferentes para las personas según su circunstancia. Recordemos el ejemplo del banco para ver el partido. La igualdad es un fin y la equidad es un recurso para llegar ella.
Uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030 de la ONU es el de la Igualdad de Género (ODS 5) para lograrlo es imprescindible la integración de las mujeres a las mismas oportunidades, derechos y trato digno. La representación política es de gran relevancia pues una misma situación afecta de distinta manera a hombres que a mujeres, llámese pandemia, desempleo, educación, violencia, entre otros. Hay cuestiones de las realidades de las mujeres que los hombres desconocen, no perciben, ignoran o son indiferentes, por lo cual llevarlas a nivel de representación política es favorable, necesario y urgente. Se requiere leyes, políticas publicas y acciones gubernamentales que contemplen al otro 50% de la población del país.
Cabe mencionar que la llegada de una mujer a una gobernatura, presidencia municipal o curul no garantiza que ejerza con perspectiva de género, ni que promueva la igualdad y los derechos de las mujeres, es importante tener esto en mente, y será un tema que abordaré posteriormente. No obstante; la llegada de más mujeres al ámbito político, sin duda, es algo para celebrar, nos ha tomado demasiado esfuerzo lograrlo, es un camino más que se abre para las generaciones de mujeres que nos siguen, es el romper techos de cristal, y una vez hecho; esto es responsabilidad de las mujeres al poder el prepararse, asesorarse y conocer de perspectiva de género para asegurar un desempeño que verdaderamente sea beneficioso para disminuir la desigualdad histórica.
Y es tarea de cada persona el conocer y abrirse a estos avances que permitirán cimentar una sociedad más equilibrada, más justa y sana. Seamos el cambio que queremos ver en el mundo.
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