Saúl Arellano

De lo nauseabundo en las redes sociales o la reedición de Montiel

Imaginemos que, en una sociedad cualquiera, hay una familia de apellido Maciel. Imaginemos que, en un día cualquiera, tres mujeres de esa familia, y seis de sus hijas e hijos, y entre ellas dos bebés de ocho meses de edad, son acribilladas por matones profesionales. Imaginemos ahora que, en la discusión pública sobre el tema, hubiese personas que argumentaran cosas como las que se leen en redes sociales:

  • “Dado que formaban parte de una familia católica de pederastas, se merecían morir”.
  • “Ni tristeza me da que hayan matado a esos güeyes, ya se ha documentado que sus líderes son unos pederastas y abusadores”
  • “Gente doble moral, ¿cuándo van a exigir justicia contra su pariente abusador y pederasta?”.
  • “Quizá las niñas y niños no merecían morir, pero si sus parientes andaban en cosas de delincuencia, ¿qué esperaban? A nadie lo matan por nada”.
  • ¿Y dónde estaban los que ahora critican esas muertes? Todos los días matan a niños pobres, pero como no se apellidan Maciel, nadie critica ni exige justicia…”.
  • “Todas las críticas que se están llevando a cabo son para desestabilizar al gobierno…”.

¿No sería nauseabundo?

¿No nos escandalizaríamos por ese tipo de argumentos que rayan en la imbecilidad, y no son sino producto de los prejuicios, de la ideología, de la intolerancia religiosa, pero sobre todo, de una totalmente ausente cultura de los derechos humanos?

En 1999, durante la campaña para elegir gobernador en el Estado de México, Arturo Montiel acuñó una de las peores y más desafortunadas frases como una de sus propuestas: “Los derechos humanos son para los humanos, no para las ratas”.

Quizá quienes piensan como lo harían las personas opinadoras en el ejemplo hipotético planteado, reproducen en su esencia el mensaje de Arturo Montiel. Pero, llevado a sus extremos: “quienes sean familiares de probables delincuentes, pueden ser ejecutados, pues la responsabilidad no es ni de los delincuentes, ni de las autoridades responsables de proteger a la población, sino de ellos por ser portadores de relaciones familiares inconvenientes”.

Virulencia y agresividad

Publiqué hace unos días un artículo denunciando el carácter canalla de este tipo de posiciones y las reacciones fueron nauseabundas. Mayor virulencia y mayor agresividad en los comentarios, diciendo sandeces relacionadas con un supuesto “uso político” de la condena al asesinato de seis niñas y niños, y que sin haberlo decidido siquiera, eran parte de la hoy tristemente célebre familia LeBarón. Nada más frívolo y nada más insustancial.

Supongamos ahora que la familia LeBarón fuese no solo lo que se dice de ellos, sino los peores delincuentes; ¿eso permitiría justificar el artero asesinato, tal como ocurrió en la realidad? ¿Alguien, considerando el marco de derechos humanos establecido en nuestra Constitución, puede plantear que los responsables no son los sicarios, ni la autoridad, sino los padres irresponsables de las niñas y niños asesinados?

Hagamos el ejercicio completo, utilizando la patética frase acuñada por Arturo Montiel: “Los derechos humanos son para los humanos, no para las ratas”. Ahora modifiquémosla para aplicarla al caso de la familia LeBarón: “Los derechos humanos son para los humanos, no para los mormones acusados de pederastia, poligamia y otras monstruosidades”.

Extender esa frase a otros contextos no es nada difícil: “Los derechos humanos son para los humanos, y no para las ratas chayoteras al servicio de los malquerientes de López Obrador y sus intentos desestabilizadores”.

Se puede ir un poco más allá: “Los derechos humanos son para los humanos, y no para los conservadores y malvados que no comparten visión, valores y principios de la 4T”.

Lee también: “LA MASACRE INFAME Y LOS CANALLAS QUE LA JUSTIFICAN”

No se puede seguir pensando de manera maniquea

Frente a lo nauseabundo de las frases que se ha podido leer en redes sociales, respecto de la terrible masacre, es necesario hacer un alto en el camino y convocar a dejar de pensar de manera maniquea. A dejar de poner por encima de la dignidad humana la simpatía (y también idolatría), respecto de un estilo y propuesta de gobierno.

Plantear, como se ha hecho, que la condena de la masacre de la familia LeBarón implica estar a favor de los criminales que provocaron la tragedia en la Guardería ABC; de los gatilleros que levantaron y desaparecieron a los 43 estudiantes de la Normal Isidro Burgos; o de los matones que perpetraron la masacre de Villas de Salvárcar, constituye un despropósito que a lo único que contribuye es a legitimar a quienes nos amenazan, a todas y todos, desde el mundo del hampa.

Suponer que el presidente es infalible; que cualquier crítica a sus acciones o decisiones tiene intenciones desestabilizadoras y golpistas; que no compartir la propuesta de la 4T es no sólo un error, sino incluso un acto inmoral, representan no sólo posiciones irracionales, sino de un autoritarismo inaceptable.

Plantear que cualquier persona, aún siendo criminal, puede y debe ser despojada de su carácter esencialmente humano y de sus derechos inherentes implica, como lo plantearía el filósofo Levinas, que uno mismo no es todavía suficientemente humano.

Hay días en que da vergüenza ser mexicano. Y esta semana, cuando Montiel fue reeditado, sin duda fue uno de esos.

Las reacciones:

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