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El peligro de la necropolítica

Hay una distinción clásica, proveniente del psicoanálisis, entre dos pulsiones vitales que orientan la conducta individual, pero que es igualmente aplicable al comportamiento de grandes colectivos: por un lado, la pulsión erótica o de vida (eros), que permite generar procesos creativos, de construcción de fiesta, alegría y tal vez, paz. Por el contrario, está la pulsión de muerte (tánatos), la cual conduce a la negación de los impulsos de agregación y convivencia social.

Escrito por:   Mario Luis Fuentes

En la mitología griega, sin embargo, el toque de tánatos era un toque delicado; es decir, la muerte llegaba como un suave anuncio, quizá sin percibirlo; semejante al toque del sueño (Hipnos), hermano de Tánatos. Muerte y sueño son en ese sentido semejantes, porque tánatos obliga al tránsito del río Lete, el cual conducía al Hades y del cual, al beber de sus aguas, provocaba el olvido total del pasado. Hipnos y Tánatos, hermanos gemelos, discutían cada noche para determinar a quién habría de llevarse cada uno de ellos.

Había en los relatos míticos también la figura de otras hermanas, las Keres, amantes de la muerte violenta y presentes siempre en el campo de batalla; promotoras de ríos de sangre, estas Keres aterrorizaban a cualquiera, pues su presencia presagiaba que los peores tormentos se harían presentes y que las peores de las muertes habrían de hacerse presentes.

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En el siglo XX fue acuñado el término de la necropolítica para describir modelos de organización del poder donde abiertamente el Estado y todo el aparato político que lo integra se diseña y opera para decidir, la mayoría de las ocasiones de forma arbitraria, cómo las personas deben y pueden vivir o morir. Es el despliegue total de lo que Foucault habría llamado el Biopoder.

Pensar a México ante esos referentes es importante; porque no sólo ha ocurrido que en los últimos 30 años hemos devenido en un país donde tiene primacía el impulso de Tánatos; sino donde además éste ha sido desplazado por la peor de sus versiones, en la primacía de las Keres, es decir, de la muerte violenta que además esparce otros tipos y formas de violencia y de crueldad en contra de la población: masacres, desmembramiento de cuerpos, secuestros masivos, desaparición forzada y la proliferación terrorífica de las fosas clandestinas; trata de personas y violencia sexual por doquier.

Pero lo que define a la necropolítica no sólo es la presencia masiva de la violencia y la criminalidad, sino precisamente que la autoridad sea cómplice, por acción u omisión con quienes han hecho de las Keres sus compañeras de viaje. Porque cuando eso ocurre, la indolencia cunde y se abre la puerta a la impunidad, dando paso con ello a la imposición de la “ley del más fuerte”.

Por eso, más allá del espectáculo y despliegue de poder que constituyen las conferencias matutinas presidenciales, duele que el Jefe del Estado mexicano haga chistes en torno a la situación general de la violencia, reiterando que habrá de hablar con las mamás o abuelos de los delincuentes para que les llamen la atención.

Y es que eso debe ser considerado como una broma de mal gusto, porque si lo plantea en serio, debería considerarse que la necropolítica se ha instalado en la forma de entender y explicar al país de parte de quien es Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas y Jefe del Estado Mexicano.

México ha tenido más de tres millones de defunciones en los últimos tres años; son millones de duelos que han llegado, muchos de ellos, no sólo ante el suave toque de Tánatos; sino producto del arrebato violento de las Keres. Ante ello, lo esperable y exigible es al menos empatía, consuelo, solidaridad y, ante todo, Justicia, porque lo contrario lleva a la rabia, al descontento y a un posible despertar social violento como respuesta a la inacción de la autoridad. Y eso en griego se llamaba Caos, el cual venía seguido de Némesis. Dos rostros que nadie en su sano juicio puede querer invocar.

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