“Jesús Kumate Rodríguez, entrañable Maestro de incontables generaciones, y un hombre probo que a lo largo de su vida ha acreditado no sólo congruencia moral y amor por México, sino un indeclinable compromiso con la justicia social y la protección especial de las niñas y los niños, que han sido siempre los más vulnerables. Desde una perspectiva que se sitúa en la sabiduría, el doctor Kumate nos alerta: “ni deudas impagables ni venganzas para México”, frase que sintetiza, con enorme sencillez, la distancia que nos queda por salvar para construir un proceso de reconciliación nacional basado en el diálogo y en la solidaridad”, Mario Luis Fuentes (mayo, 2011)
Una de las mentes más brillantes en México en el siglo XX dialoga con Mario Luis Fuentes sobre los retos y saldos sociales de nuestro país, en una plática marcada por el humanismo y un profundo sentido de patria de quien lo ha recorrido todo. En esta conversación, Jesús Kumate nos revela a un hombre de convicciones que nos deja numerosas lecciones para comprender las posibilidades del presente que aún podemos construir
(Entrevista publicada originalmente en mayo de 2011, DA CLIC AQUÍ PARA VER LA VERSIÓN ORIGINAL EN PDF)
Mario Luis Fuentes (MLF): Doctor Kumate; a un año del Bicentenario, nos habló de las carencias que vive el país. “Yo acuso” sostuvo Usted, en términos de que no hemos podido construir un México justo, en particular para los más vulnerables…
Jesús Kumate (JK): Lo que me parece increíble es que sigamos con los rezagos que tenemos, teniendo un tema que debería ser tan fácil de entender tanto para el Ejecutivo como para quien toma las decisiones presupuestales, que no es sino el Secretario de Hacienda. Históricamente México tiene una gran deuda, porque, aun teniendo los recursos, no hemos sido capaces de proteger a los más débiles: nuestras niñas y niños.
A mi parecer, la deficiente atención a la niñez se da porque los políticos consideran que los niños no votan; pero lo que no han comprendido es que las mamás sí; pienso en la idea de los daneses “quien le da la mano a un niño, se gana el corazón de la madre”, y eso los políticos nunca lo han asimilado a cabalidad.
Enfrentamos una realidad inaceptable en la que la inmensa mayoría de las niñas y niños menores de cinco años mueren por enfermedades completamente prevenibles. Estas muertes, insisto, son inaceptables, porque no estamos hablando de cánceres o enfermedades raras para las que no tenemos capacidad de detección. Muy por el contrario, el 90% de las muertes infantiles son evitables.
Lo que yo me pregunto es por qué las decisiones hacendarias se toman dando prioridad a la construcción de obras; por ejemplo, del metro, el rescate del FOBAPROA, el rescate de las carreteras, para los cuales se considera que los costos son asequibles y que la nación puede asumirlos; pero no para la atención y cuidado de la niñez.
Quienes pensamos así no le estamos pidiendo a la Secretaría de Hacienda que incremente la deuda o que genere decisiones inflacionarias; simplemente estamos pidiendo una racionalidad distinta a la estrictamente administrativa en las decisiones del gasto. Pensemos, por ejemplo, en el incremento de lo que se destina para el pago de sueldos de altos funcionarios. No estoy seguro del dato, pero entiendo que hay entre 1,200 y 1,600 puestos con nivel de Subsecretario en la administración pública federal, y me pregunto si de verdad el país requiere a esta burocracia o podríamos tener otras prioridades de inversión.
Y aquí mi argumento es estrictamente ético. Yo pienso que no podemos gastar en lo no necesario; porque de lo que hablamos en México no es de que nos falten vacunas, o que no dispongamos de los conocimientos para el cuidado de los niños; se trata sobre todo de una pésima distribución de los recursos.
Lograr la “inmunidad de grupo” a través de la vacunación: un reto
MLF: Uno de los grandes aportes de la medicina pública en la historia social de México es el Programa Nacional de Vacunación, a través del cual se ha logrado abatir la mortalidad y la morbilidad; sin embargo, tengo la impresión de que todavía hay un porcentaje de niñas y niños que se quedan sin vacunar; desde su perspectiva, ¿este porcentaje de no cobertura representa algún riesgo en términos de brotes o repuntes de enfermedades prevenibles por vacunación?
JK: En este tema hay dos cuestiones importantes. El primero es el reconocimiento de la imposibilidad real de vacunar a todos y cada uno de los niños, sobre todo en un país de las dimensiones del nuestro. En ese sentido, el primer reto de la salud pública es lograr lo que se llama la “inmunidad de grupo” -el término sajón es “inmunidad de rebaño”, pero aquí no lo usamos-.
Lo que se busca con este proceso de inmunización es lograr una masa crítica de niñas y niños que no se enfermen de los padecimientos que se busca prevenir mediante la vacunación. Al lograr esto se consigue que a quienes no logra vacunarse tengan muchas menos probabilidades de enfermarse algún día, o bien que, de llegar a infectarse, la enfermedad no sea muy grave; es decir, se busca lograr que no haya muertes o secuelas graves.
Algunos consideran que de algunas de las enfermedades que actualmente se previenen mediante vacunación, como el tétanos, la rubeola, la tosferina, la parotiditis, con vacunar a una masa entre 85% o 90% es suficiente, porque el porcentaje restante no se va a enfermar y si se enferma tendría muy bajas probabilidades de morir si hay detección y atención médica oportuna.
La segunda cuestión es relativa a las enfermedades virales que sí son sumamente agresivas. Pienso en el caso del sarampión, del que puede decirse que literalmente “no perdona a nadie” en términos de recursos y capacidades. Por ejemplo, hubo en el mundo, entre 1990 y 1991 una gran epidemia a escala global, afectando eso sí de manera mucho peor a los países más pobres.
El caso en Latinoamérica fue muy severo. Gracias al Programa Nacional de Vacunación México pudo resistir muy bien este fenómeno, aunque la epidemia global puso en evidencia que en ocasiones los esquemas, tal como los tenemos, no son suficientes.
Por ejemplo, se nos olvidó que las vacunas son de algún modo una “réplica de los virus”, una copia genética, y asumimos que con una sola dosis en la vida era suficiente. La evidencia nos mostró que no era así y esto llevó a repensar y a modificar muchos de los esquemas de vacunación de numerosos países. De manera anecdótica debo decirle, por ejemplo, que en la década de los cuarenta en México aún se tenía la creencia de que el sarampión era una enfermedad “benigna”.
Lo que es más, en muchas comunidades se decía que si una niña o niño no la había padecido, tenía que llevarse “de una vez” a la casa de alguien que lo tuviera, a fin de que le diera lo más temprano posible; es decir, se asumía como parte del proceso “natural del desarrollo” de la vida.
Sin embargo, los estudios científicos nos muestran que es una enfermedad altamente debilitante: provoca pérdida de peso, alteraciones de la conducta que ahora nos muestran los encefalogramas y que, a pesar de que una vez superada la enfermedad hay altas posibilidades de recuperación, es evidente que la vigilancia epidemiológica se vuelve crucial para evitar que haya nuevos posibles brotes.
A lo que voy es que en este segundo tipo de enfermedades, que son altamente contagiosas y dañinas, no se puede bajar la guardia ni asumir que simplemente porque se tienen altos niveles de cobertura, no volverá a ocurrir una epidemia; ya hemos visto cómo los virus tienen la capacidad de mutación.
Si en algún momento un virus de una de estas enfermedades peligrosas llegase a mutar, al ser las vacunas una copia del original, lo que enfrentaríamos sería la posibilidad de una nueva epidemia; y eso obliga a que el Sistema Nacional de Salud no baje la guardia y tenga muy claro los perfiles y los sistemas de monitoreo epidemiológico del país.
Hay algunos signos preocupantes que deben corregirse en estos rubros. Por ejemplo, creo que es obligatorio para inscribir a los niños a la escuela presentar la cartilla de vacunación, pero, como ocurre en muchas ocasiones, al monitorear un programa que se realizó de capacitación para una vida saludable con más de 73 mil módulos en todo el territorio nacional, 40 mil de primaria y 33 mil en secundaria, resultó que 5% de los niños no tenían cartilla en 2009.
Como ya lo señalé, este porcentaje puede ser aceptable para algunos esquemas de enfermedades, pero para otros no, por lo que no podemos darnos el lujo de no tener control ni cobertura universal en aquellos puntos que son más frágiles para el sistema de salud.
Apostar por la prevención
MLF: Otro punto asociado, doctor, sería el de la prevención, el cual está vinculado con este tema de las vacunas. En una época, el Estado mexicano decidió producirlas; ahora, estamos a expensas de los laboratorios privados…
JK: Yo explico esta situación tomando siempre como referente el tema del petróleo; ¿por qué no tenemos refinerías o por qué no hemos desarrollado de manera importante la petroquímica? El argumento es que somos muy ineficientes, y es mejor vender sólo el petróleo y comprarlo procesado como gasolinas u otros derivados del exterior.
Otro ejemplo es el maíz; hemos decidido comprarlo en lugar de desarrollar la agricultura para sembrarlo en condiciones de competitividad.
Hoy se lo compramos mayoritariamente a los Estados Unidos de América porque allá es muy barato, porque hay subsidios, porque hay irrigación, porque tienen mejor tierra, por lo que sea; empero, si se nos acaba el petróleo o si se agota la capacidad productiva de la tierra al ritmo que vamos, ¿quién nos garantiza que siempre nos van a vender el petróleo o el maíz?, que siempre nos van a vender gasolina. Si un día nos dicen “bueno, el maíz puede producir etanol”, pues nos quedamos sin maíz o nos quedamos sin petróleo.
Eso nunca lo he entendido. El mismo problema, o todavía más grave, porque hablamos de la salud y la vida de las personas, lo enfrentamos con las vacunas y las medicinas en general. Somos un país de 112 millones, con un mercado interno que garantizaría un gasto, una inversión importante.
Entonces, ¿Por qué no garantizar la producción de bajo costo y con calidad de vacunas y medicinas? La trampa fue decir “vamos a poner una planta en México, no para ayudar a los mexicanos, sino para segundar el trato de libre comercio con EU”. El resultado fue poco eficiente y nos salió muy caro lo que hicimos, porque no cumplimos con las condiciones.
Esto ya es política de otro nivel, y coloca al país en una situación de total dependencia, que no es justo porque no somos un país “bananero”. Tenemos investigadores, por ejemplo, en el área de la química molecular de nivel suficiente para hacer las vacunas que se necesiten; o si no se quiere apostar por la investigación primaria, incluso tendríamos los recursos para comprar la tecnología y a partir de ella aprender; nuevamente, quienes así pensamos no estamos hablando de costos que nos llevarían a la descapitalización al país, de ninguna manera; más se ha gastado en proyectos absurdos como terminaron siendo los festejos del Bicentenario, con columnas inconclusas y cohetes traídos de Francia.
Hace falta mucha más solidaridad
MLF: Hay una parte de humanidad en todo esto, que pareciera que está ausente en las decisiones de los políticos. Por ejemplo, el siglo pasado hablábamos de que los médicos no iban a la sierra de Guerrero porque era completamente inaccesible, recientemente la prensa nos informa que hay regiones a las cuales los médicos no van por miedo a la violencia. Médicos y especialistas que no quieren ya trabajar en Ciudad Juárez…
JK: Yo creo que hace falta mucha más solidaridad. Puedo entender que haya temor por la violencia homicida que hay por todos lados; pero pensemos, por otro lado, que ser médico cuesta 20 centavos al año en la UNAM.
Ahora que se presentó la epidemia de la influenza provocada por el virus A-H1N1 hubo un problema en el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias, porque, con motivo de la emergencia, los médicos tuvieron que trabajar horas adicionales durante tres o cuatro semanas, porque hubo más casos de neumonías graves; eso, pienso sólo en mi generación, lo hubiésemos visto como una oportunidad de ayudar, pero ahora no ocurrió así.
Conozco de casos que están demandando a la dirección del Instituto porque quieren un bono por haber trabajado más durante la epidemia. Sin duda puedo comprender la vertiente de los derechos laborales; pero a mí me parece que este caso, como otros que se han dado, obedece más a una actitud de poca solidaridad con la sociedad, la cual contribuyó a formarlos y a sufragar su educación, cuando se trata de egresados de escuelas públicas.
MLF: ¿Podríamos decir que estamos perdiendo en el país esa tan conocida “mística de ser médico”?
JK: Creo que esa mística está actualmente en decadencia; incluso para darse cuenta de ello basta recurrir a casos de la vida cotidiana. Le voy a contar de un caso de uno de los médicos más brillantes que yo he conocido; era tal su grado de especialidad que no exagero si le digo que en América Latina habría 10 personas más que la dominaban como él.
Lamentablemente, por defecto era un “comelón” de chocolates y llegó a pesar hasta 120 kilogramos. Además de la práctica pública, trabajó durante 30 años en un hospital privado, en donde, cuando lamentablemente se enfermó y fue internado. Lo vieron distintos médicos durante casi 15 días, hasta que finalmente falleció. Además de la enorme pérdida de esta eminencia, la cuenta fue “no podemos gastar en lo no necesario”.
De lo que hablamos en México no es de que nos falten vacunas, o que no dispongamos de los conocimientos para el cuidado de los niños; se trata sobre todo de una pésima distribución de los recursos.
Le menciono otro caso: un médico guatemalteco que estaba de visita recientemente en el país tuvo que internar de emergencia a su esposa y lo hizo en un hospital privado; lo que le practicaron fue una angioplastia, y cuando le pregunté cuánto le había cobrado me dijo que 60 mil; le pregunte si pesos y me respondió que no, que habían sido 60 mil dólares.
Yo creo que aun 60 mil pesos hubiesen sido un exceso, y eso es lo que me lleva a sostener que hay una crisis ética en la medicina porque se ha antepuesto la rentabilidad económica antes que la vocación de servicio a la humanidad. La herencia de la oferta y la demanda en salud.
MLF: ¿Qué diría entonces, doctor, respecto a que la medicina esté sujeta igual que otras áreas a la dinámica de la oferta y la demanda, y que a final de cuentas fuese la calidad de la atención la que determine el costo?
JK: Sin duda yo asumo que es injusto que haya consultas médicas por las que se cobran actualmente hasta 1,500 pesos en el mercado privado. Hay una injusticia mayor, porque habría que ver en qué condiciones se tiene al IMSS, y en consecuencia, cuál es la atención que el Instituto puede prestar a la población.
Mire, le voy a dar un dato. El último año en que fui Secretario de Salud, se registraron 27 casos de sífilis congénita. Un número muy bajo, pero aun así no debió haber habido ninguno; y si se presentaron fue porque no hubo la atención adecuada durante el embarazo, no hubo consultas adecuadas, no hubo exámenes de sangre. Le hablo de hace ya prácticamente 20 años.
Resulta sorprendente que, según los datos de que dispongo, en 2010 se registraron más de 150 casos de sífilis congénita; cuatro detectadas en el IMSS y el resto en las distintas instituciones de salud.
Mi enorme preocupación es que nuevamente no se está atendiendo adecuadamente a muchas mujeres, pues se expone a que sus hijos nazcan con polio o encefalitis, y todo porque no se invirtieron a tiempo cinco o cuando mucho, quince pesos que pudo haber costado cada dosis de la penicilina requerida para el tratamiento. Es muy injusto que alguien padezca secuelas graves a lo largo de su vida porque no se invirtieron cinco pesos. Nadie querría sufrir esta herencia.
Es posible construir un Sistema Universal de Salud
MLF: Estamos en un contexto en el que se habla de la necesidad de un Sistema Universal de Salud; pero lo que Usted nos dice hace pensar en que habría serias resistencias, políticas y presupuestales para construirlo, ¿habría condiciones para generarlo en el corto plazo?
JK: Creo que a pesar de todo puede construirse y que ya habría modelos que pueden ser tomados como punto de partida. Estoy convencido de que la perla del sistema del sector salud es el hoy llamado IMSS-Oportunidades. Usted sabe la historia de cómo ha ido evolucionando desde el IMSS-COMPLAMAR, operado inicialmente por Arsenio Farell Cubillas en la década de los setenta del siglo pasado.
Después ha ido teniendo modificaciones de nombre, pasando por el IMSS-Solidaridad; IMSS-Progreso y ahora IMSS-Oportunidades; llama la atención que a pesar del cambio de nombre en distintas décadas no se ha modificado sustancialmente su estructura ni su misión.
Sobre lo que yo haría énfasis es que actualmente el esquema de atención a la salud es el que tiene el menor gasto, el mejor rendimiento y la mayor aceptación social; es decir, es un modelo que, a pesar de las carencias y las limitaciones presupuestales, ha demostrado funcionar a lo largo de los años, y a pesar de las administraciones. Desde luego habría que mejorarlo, desde el equipamiento hasta cuestiones como la higiene en los baños.
Si tenemos un modelo que ha sobrevivido a seis distintas administraciones federales, ¿por qué no asumir que con mayor inversión y con procesos para mejorarlo puede fungir como un gran catalizador de la salud social? Creo que en el contexto en que vivimos el gran “pecado” para este tipo de programas es que los “inventó” el PRI.
La corrupción: un mal mayor para el país
MLF: Doctor, percibo que hay una completa partidización de lo social, de la mano de otros muchos otros problemas que nos impiden superar los rezagos y resolver nuestras mayores contradicciones, ¿cuáles serían los grandes temas que hoy tenemos que resolver para lograr la justicia social?
JK: Yo soy muy simplista en ese sentido, yo creo que si en México no fuéramos corruptos, se arreglaría la mayoría de nuestros problemas; pero no sé que nos pasó desde la Colonia o no sé desde cuándo; es cierto que hemos tenido períodos brillantes de nuestra historia; por ejemplo, la Reforma del siglo XIX en la cual inclusive conocimos casos extraordinarios como el hecho de que para enterrar al Nigromante y comprar la caja mortuoria se le pidió dinero a la familia; se hablaba entonces de los incorruptibles, y tristemente, por lo visto se acabaron; los hay algunos, digo, no todo está perdido pero…
MLF: ¿No percibe entonces que haya menor corrupción ahora que hace, por ejemplo, 30 años?
JK: Creo que las prácticas de corrupción se mantienen; y argumentar que ahora somos “un poco menos” y que por ello el país va a mejorar es el símil; perdóneme la expresión, de sostener que se está “sólo un poquito embarazado”. La corrupción es un mal mayor para el país.
No tener deudas y no pensar en venganzas
MLF: ¿Desde su enorme experiencia, cuál es el balance que usted hace del bicentenario?
JK: Originalmente haber llegado al Bicentenario ha sido realmente algo que no hubiese considerado en mi juventud; estadísticamente hablando, llegar al 2010, cuando yo nací en 1924, no era razonable, no era imaginable.
A lo largo de los años creo que México se ha ido llenando de intrigas, de deudas con la historia y sobre todo de violencia y venganzas. Déjeme decirle que yo tuve dos enseñanzas muy importantes, una de mi padre, quien, siendo comerciante y al haber tenido que enfrentar los efectos de la crisis de 1929, me enseñó en toda su extensión el significado de acumular deudas impagables.
La otra lección me la dio una tía, quien a pesar de tener la posibilidad, renunció, desde una posición muy espiritual y al mismo tiempo sin sermones, que la venganza es algo que las personas no podemos asumir como tema de vida. Estas dos cosas las aprendí muy bien: no tener deudas y no pensar en venganzas, y pienso que, como analogía, al país le vendría muy bien comenzar a saldar las deudas y a renunciar a la idea de la justicia como venganza.
MLF: Otro de los temas, que ahora tenemos muy cerca es el de la transición demográfica; ¿qué podemos esperar de este proceso?
JK: Las sociedades modernas tienden a disminuir el número de embarazos, y simultáneamente a envejecer muy rápido. En España, por ejemplo, creo que tienen en promedio uno y medio hijos. ¿Qué va a pasar? Las mujeres ya no quieren tener un segundo hijo, o bien no quieren tener un hijo pronto, sino después de los treinta, y a esa edad ya comienza a haber problemas; después de los 35 años se corren riesgos importantes tanto para las madres como para los hijos.
Los japoneses de algún modo han considerado “bueno, vamos a poner robots”; pero los robots no pagan seguro social; entonces, ¿quién va a sostener a los japoneses viejos?, sobre todo porque, como ya le dije, los esquemas de seguridad social ya no existen.
Indígenas, los más marginados
MLF: ¿Podemos decir que vamos hacia un proceso de envejecimiento, acompañado de empobrecimiento?
JK: Creo que en el corto plazo el mayor problema de la desigualdad y la pobreza lo siguen viviendo los indígenas; a pesar del seguro social y a pesar de las promesas de la Revolución seguimos viendo que los más marginados de México son ellos: los yaquis de Sonora, los mayas de Yucatán; los huicholes de Nayarit y Zacatecas, etcétera, y han vivido así desde hace cinco siglos.
Mi esposa es de Chiapas, de San Cristóbal, en donde hasta hace pocos años se hablaba de los pueblos indígenas como si fueran de otra raza, casi como “una especie de otro planeta”.
No estamos haciendo lo que deberíamos como sistema de salud
MLF: ¿Qué hacemos con la diabetes, doctor? La gran pandemia del siglo XXI…
JK: La diabetes como padecimiento no tiene remedio, es el precio del envejecimiento; hasta ahora no es curable, es controlable más no curable.
De manera que tarde o temprano vamos a tener problemas mayores con ella, porque al tener el proceso del envejecimiento de la población, va a ser inevitable que cada vez aumente más el número de pacientes con cuadros generales de afectación del sistema nervioso, la vista, el corazón, el hígado, el riñón y la piel.
En México se amputaban hasta cerca del 2005, cada año, alrededor de 5 mil personas por pie diabético; el año pasado entiendo que se amputaron aproximadamente 6,280, y de lo que me he dado cuenta es de que, contra todo lo que creía, no estamos haciendo lo que deberíamos como sistema de salud.
Por ejemplo, hay una prueba que hay que hacer a todo diabético, y que consiste en medir la presión arterial del brazo y del tobillo con un aparato que sorprendentemente no tenemos en todos los hospitales ni mucho menos en las unidades médicas de primer y segundo nivel.
Lo peor es que tampoco sabemos cómo usarlo; la cuestión es relevante porque su utilización baja mucho los números de amputación. De este modo, la cuestión es cómo podríamos hacer descender, por ejemplo, en los próximos dos años, el número de amputados, si apenas tenemos nociones elementales del estado del arte en cuestiones de especialidad como la que menciono.
La cuestión es ¿cómo, en un país con altísima incidencia de diabetes, no contamos con la masa suficiente de angiólogos que en pleno año 2011 tengan conocimiento de esto de lo que hablo?
MLF: Para finalizar, doctor, tenemos un problema con el consumo refrescos y de consumo de cigarrillos, entre otras adicciones, temas en los que usted es un experto.
JK: La responsabilidad ante estos problemas le corresponde a todos los gobiernos y a todos los partidos políticos. Medidas efectivas en otros países han sido imponerle impuestos tanto a los refrescos como a los cigarrillos; y eso apenas comienza a ocurrir en el caso de los cigarrillos, pero con una carga que es de risa frente a los problemas de salud pública que se generan.
En lo que respecta a los llamados “refrescos”, éstos simplemente pueden ser considerados como un tóxico. Los refresqueros compraron ingenios azucareros para sacar glucosa de la caña de azúcar y endulzar el refresco; pero, por tecnología, descubrieron que del jarabe del maíz también se puede sacar fructuosa, que es igualmente dulce, pero en peso molecular es menor, pero la caña de azúcar no produce insulina y la glucosa sí.
De este modo, puede verse de manera tremendamente simple por qué la alta fructosa resulta ser un tóxico.
MLF: Hay un gran desorden en el país; ¿cree usted que vamos a salir adelante?
JK: Se ha descompuesto aceleradamente, sobre todo en el último año. Espero honestamente que éste y el próximo sean diferentes, soy optimista. •