por Mario Luis Fuentes
De acuerdo con las estadísticas del INEGI, entre los años 2003 y 2012 han fallecido, como promedio anual, 30,544 niñas y niños antes de cumplir su primer año de vida. De estas defunciones, alrededor de 1,600 casos anuales (una de cada cinco), es provocada por lo que se denomina “causas en exceso evitables”, por ejemplo: diarreas, enfermedades respiratorias, accidentes, homicidios y desnutrición.
De acuerdo con el CONEVAL, las niñas, niños y adolescentes constituyen el grupo de población –visto por edad- que mayores rezagos y carencias enfrenta: mientras que el 41.3% de la población mayor de 18 años se encuentra en condición de pobreza, entre las niñas y niños el porcentaje es de 53.8%; peor aún, entre los mayores de 18 años el porcentaje de quienes viven en pobreza extrema es de 8.7% cuando entre las niñas y niños el indicador asciende a 12.1%
Asimismo, de cada 100 personas mayores de 18 años, 21 tienen acceso a lo que el CONEVAL considera como niveles adecuados de bienestar; en contraste, entre las niñas y niños sólo 16 de cada 100 acceden a esa condición.
Adicionalmente, el 59% de quienes tienen más de 18 años carecen de seguridad social; sin embargo, entre las niñas y niños el porcentaje asciende a 65%; y mientras el 21% de quienes son mayores de 18 años enfrentan condiciones de vulnerabilidad por carencia de acceso a la alimentación, entre las niñas y los niños el porcentaje es de 28.5%.
Infortunadamente, estas duras condiciones tienen un severo impacto en las tendencias de mortalidad; y todavía más, en las estadísticas relativas a la mortalidad en exceso evitable entendida aun en su nivel más básico, es decir, aquella que pudo haberse evitado de haberse recibido atención médica oportuna y de calidad.
Una tragedia
De acuerdo con las estadísticas del INEGI, en los últimos años se ha registrado un descenso gradual en el número anual de defunciones de niñas y niños antes de cumplir el primer año de vida. En efecto, si en el año 2003 fallecieron 33,355 niños y niños antes de llegar a los 12 meses de vida, en el año 2012 la cifra fue de 28,956.
Frente a lo anterior debe decirse que pese a la disminución en el número absoluto de defunciones, la causa que la explica no es fundamentalmente la intervención de los gobiernos, en todos sus órdenes y niveles, sino la propia dinámica demográfica. En efecto, si se toman sólo los últimos tres años del periodo señalado (2010-2012), lo que se encuentra es que el número de defunciones de menores de un año ha representado el 1.28, el 1.29 y el 1.28 respecto del total de nacimientos contabilizados en cada uno de los años considerados.
Lo anterior implica que la disminución en la tasa de mortalidad infantil se está dando de manera sumamente gradual y desigual en el territorio nacional. En efecto, los indicadores del Banco de Información del INEGI señalan que el descenso de la tasa de mortalidad infantil (número de defunciones por cada mil niñas y niños que nacen vivos), haya pasado apenas de 18.3 a 13.7 entre los años 2002 y 2011.
Para dimensionar el nivel de rezago acumulado que esto implica basta con citar el caso noruego: de acuerdo con datos de UNICEF, en el año de 1990 su tasa de mortalidad infantil era de 7 defunciones por cada mil nacidos vivos; en el año 2012 la tasa es de 2 defunciones por cada mil nacidos vivos; esto significa que la nuestra es prácticamente 6 veces mayor.
En Chile, de acuerdo con el Ministerio de Salud de ese país, la tasa de mortalidad infantil en 2011 fue de 7.2 defunciones por cada mil nacidos vivos; mientras que en Costa Rica la tasa estimada en el año 2011 fue de 9.2 defunciones por cada mil nacidos vivos.
Como puede verse, hace falta mucho por hacer, sobre todo si se considera que aun países con un grado de desarrollo comparable al nuestro han conseguido progresos mucho más notables en este indicador que lo alcanzado en nuestro territorio.
Causas que dan vergüenza
El análisis de la mortalidad infantil en nuestro país debe hacer énfasis en que se trata de una tendencia causada fundamentalmente por enfermedades que son prevenibles y curables; que contamos con los recursos para evitarlas, pero que ha sido la falta de voluntad y generosidad política, la que ha impedido la construcción de un gran pacto social que ponga al centro de todas las decisiones públicas a la niñez.
Los datos del INEGI muestran que entre los años 2003 y 2012 han fallecido en total 305,442 niñas y niños antes de cumplir los primeros 12 meses de vida. Esto implica un promedio anual de 30,544 decesos en el rango de edad señalado, o lo que es lo mismo, 83 niñas y niños menores de un año que pierden la vida todos los días.
De estas defunciones, habría alrededor de un 60% de muertes evitables, de acuerdo con la identificación de 48 causas de enfermedad evitable identificadas por la Secretaría de Salud en el año 2003; empero, adicionalmente habría que considerar que entre éstas, existen las llamadas causas “en exceso evitables”, es decir, aquellas que no deberían llevar a ninguna niña o niño, bajo ninguna circunstancia, a enfermarse y morir a causa de una enfermedad determinada.
De acuerdo con las estadísticas de mortalidad del INEGI, entre los señalados años de 2003 y 2012, han ocurrido 60,525 decesos por este tipo de causas, es decir, el 19.2% del total de las defunciones infantiles; lo anterior implica, dicho en términos simples que uno de cada cinco decesos de niñas y niños menores de un año que se presentan en el país, eran perfectamente prevenibles.
Así, en el lapso señalado, habrían ocurrido 15,831 defunciones por lo que en la clasificación de enfermedades CIE-10 se denomina como “ciertas enfermedades infecciosas y parasitarias”, de las cuales 8,032 corresponden a diarreas; mientras que 5,224 a septicemia, es decir, a infecciones generalizadas causadas en la inmensa mayoría de los casos por complicaciones derivadas de una mala o una inoportuna atención médica.
El INEGI contabiliza además 12,083 casos de defunciones por lo que se denomina como “causas externas de mortalidad”, que en el caso de las niñas y niños menores de un año corresponden a accidentes y agresiones. Es decir, cada año mueren alrededor de 1,200 menores de 12 meses por viajar en un coche en el que no se llevaba la silla adecuada, por caídas, por ahogamiento accidental, y en los casos más aberrantes por homicidios, los cuales suman, en el periodo considerado un total de 724 casos, es decir, un homicidio de un menor de 1 año cada 5 días.
Finalmente está el caso de las enfermedades respiratorias agudas, las cuales suman un total de 27,716 casos en los 10 años de análisis. Esto implica una cifra diaria de al menos 7 defunciones de menores de un año, fundamentalmente porque se complicó un cuadro de gripe; porque no fueron vacunados contra el neumococo, o simplemente porque no hubo médico o medicamentos para atenderlos apropiadamente. Esto se sostiene, sobre todo si se considera que en 15,379 casos la causa registrada en el certificado de defunción es precisamente la de la neumonía.
Una enorme desigualdad
Debe considerarse que las desigualdades en este indicador son profundas. En efecto, hay 11 entidades que se ubican por debajo de la media nacional, y que tienen tasas de mortalidad infantil sumamente elevadas. Así, el promedio de las tasas registradas entre 2002 y 2011, arroja que Puebla es la entidad con el peor promedio nacional, con 22.4 defunciones por cada mil nacidos vivos; Guerrero, con un promedio de 20.5; Tlaxcala y Chiapas con 20.4 y 20.3, respectivamente; Oaxaca con 20 y el Estado de México con 19.4.
Estos indicadores contrastan con Nuevo León y Coahuila, entidades en las cuales la tasa de mortalidad infantil en el 2011 fue de 11.8 y 11.2, respectivamente, datos que como puede verse, equivalen a la mitad de las tasas existentes en Puebla y Guerrero.
*Columna publicada con el mismo nombre en el periódico Excélsior, 23- Septiembre- 2014, p.26
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